Lisandro Martínez y una parábola envenenada para salvar al Manchester United que cada vez juega peor

A diferencia del tanto, el tiro del final le va a salir, a Lisandro Martínez. Es que, el Manchester United pateó una sola vez al arco en su partido contra el Fulham, pero al argentino le alcanzó para seguir de racha. Un zurdazo que se desvió en Sasa Lukic, provocó una parábola envenenada y superó al arquero Bernd Leno para darle la victoria a los Diablos Rojos. Así, Licha fue el único que se salvó de las críticas que recibieron los dirigidos por Ruben Amorim que jugaron otro partido para el olvido.

Lo único que importa es el resultado para Rubén Amorim quien, a pesar de sus reglas estrictas no consigue hacer andar a su equipo. Lo salva el gol de Lisandro que esconde todas las grietas, concesiones y dudas que representan los ‘Diablos Rojos’ sobre el terreno de juego.

En el primer tiempo ni siquiera remató fuera el Manchester United. Los números son una evidencia de la intrascendencia por la que se mueven los ‘Diablos Rojos’ en la actual ‘Premier League’, en la que Rubén Amorim tampoco lo ha revitalizado: cuatro victorias, dos empates y seis derrotas en los once encuentros que ya lo ha dirigido en esta competición.


Cuatro de los partidos que ha perdido los concentraba en las últimas seis jornadas, lejos ya de la apariencia de reacción que suscitó su bienvenida a Old Trafford. Más de dos meses después, la sensación es la misma que provocó el despido de Erik Ten Hag y su viaje a toda velocidad desde Lisboa a Manchester con unas expectativas que pierden fuerza cada día, por más que este domingo ganara al Fulham, salvado en los últimos minutos por Collyer.


A falta de media hora, sin nada del otro mundo, al menos el United despertó su interés en el triunfo. Los movimientos desde el banquillo de Amorim fueron puesto por puesto. Un central por otro central (entró Yoro por De Ligt) y un delantero por otro delantero (Zirkzee ingresó en el terreno por Hojlund). Nada atrevido, en un panorama tan anodino en ataque.


Los minutos pasaban sin nada atractivo. Ni en una portería ni en otra. Ninguno de los dos había rematado entre los tres palos en el segundo tiempo, ya avanzada, sin realmente ninguna maniobra en el banquillo de Amorim para cambiar el recorrido inevitable hacia un empate que tampoco le valía para nada al United. Ni ganaba tiempo ni crédito ni nada.


Sólo incrementaba las preocupaciones de un equipo falto de ambición, sin soluciones para salir del laberinto en el que pervive malamente durante las dos últimas campañas. Gastó 245 millones de euros en el mercado de verano pasado. Los 50 millones por Ugarte, los 62 por Yoro, los 42,5 por Josuha Zirkzee, los 45 por Mattijs de Ligt, los 15 por Mazraoui…

Licha, que ya había convertido contra el Liverpool, sakvpi a su equipo cuando el partido se esfumaba, en el minuto 78. El cambio posterior de Amorim, que introdujo en el campo a Mainoo y Malacia, fue una declaración de intenciones de la opción que eligió para retener el 0-1: la resistencia atrás, la defensa, reflejada de la mejor forma por el balón que despejó sobre la línea Collyer al borde del 90.

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