La industria sojera argentina se encuentra en una encrucijada histórica: producimos más que nunca, pero exportamos menos y con menores ingresos. Esta contradicción no es casual. No es solo un problema de precios internacionales o mercados saturados, sino una falla estructural en la estrategia comercial, económica y fiscal que Argentina arrastra desde hace décadas.
Como mencioné en mi trabajo de graduación en Ciencias Económicas en la Universidad de Buenos Aires en 1996, basada en el libro Argentina País Abanico de Alejandro Bunge (1940), la Argentina siempre tuvo el potencial de ser un líder global en alimentos, con diversidad productiva y ventajas naturales únicas. Sin embargo, históricamente ha faltado la visión estratégica para gestionar esa abundancia de forma eficaz y sostenida.
El riesgo es evidente. Estamos repitiendo los errores del pasado. El Pacto Roca-Runciman de 1933, firmado con Reino Unido, sacrificó autonomía comercial a cambio de acceso restringido al mercado británico, sin exigir condiciones favorables para la producción argentina.
Hoy, con China como nuestro principal socio comercial, estamos cayendo en una dinámica similar: falta de relaciones sólidas, mercados cerrados y una gestión comercial reactiva en lugar de proactiva.
En un mundo atravesado por dos conflictos bélicos simultáneos (Ucrania y Medio Oriente) y la reciente asunción de Donald Trump con políticas proteccionistas, el contexto global se ha vuelto impredecible.
No estamos en un momento para esperar. Como afirmaba Carl von Clausewitz, “La inacción en un entorno cambiante es en sí misma una forma de derrota.”
Es momento de pasar a la acción, de hacer que las cosas pasen, en vez de dejar que las cosas pasen, o como diría mi abuelo Miguel, oriundo de Rosario, acomodar los melones en el carro en vez de esperar que los melones se acomoden cuando el carro se ponga en marcha.
Para 2025, Argentina alcanzará una siembra de 18,5 millones de hectáreas de soja, un aumento del 5% respecto al año anterior, impulsado por un clima favorable y la rotación desde el maíz.
Se estimaba una producción de entre 52 y 55 millones de toneladas, cifras revisadas con posterioridad por la sequía. Sin embargo, los resultados financieros siguen por debajo de las expectativas:
• Exportaciones totales estimadas: USD 44.820 millones.
• Caída de ingresos respecto a 2024: USD 710 millones.
Exportaciones proyectadas:
• Harina de soja: 27,5 millones de toneladas.
• Aceite de soja: 5,3 millones de toneladas.
• Poroto de soja sin procesar: 6 millones de toneladas.
¿Por qué, pese al crecimiento productivo, seguimos perdiendo ingresos?
• Precios internacionales en baja.
• Sobreoferta global.
• Falta de diferenciación y pérdida de acceso a mercados clave.
Factores clave:
• Producción récord: Brasil y EE.UU. superando los 300 millones de toneladas combinadas.
• Relación stock/consumo global: 32,7%, reflejando sobreoferta.
• Menor demanda desde China por acumulación de inventarios.
Brasil ha superado a Argentina como el principal exportador de soja, con una cosecha proyectada de 169 millones de toneladas. ¿Por qué Brasil lidera? Tiene:
• Infraestructura moderna: Puertos de Santos y Paranaguá, con eficiencia logística superior.
• Menores costos: Real brasileño devaluado y mayores rendimientos por hectárea.
• Estrategia comercial proactiva: Misiones comerciales regulares y acuerdos bilaterales con China.
El resultado: la Argentina, tradicionalmente líder en la exportación de harina y aceite de soja con valor agregado, ha terminado importando soja brasileña para abastecer su propia industria.
Veamos el caso de China. Se trata del mayor comprador de soja del mundo, se proyecta que reduzca sus compras a 109 millones de toneladas en 2025, lo que representa una caída de 3 millones de toneladas.
El problema no es solo de volumen, sino de falta de relaciones comerciales efectivas.
En la cultura china, el “guanxi” (relaciones de confianza y redes personales) es clave para los negocios. Brasil lo ha comprendido y cultivado con visitas de alto nivel y acuerdos bilaterales sostenidos.
La Argentina, junto a otros países, enfrenta una investigación por dumping en la exportación de carne a China, lo que ha debilitado la posición del país en ese mercado. Además:
• El pollo argentino sigue sin poder exportarse;
• Las exportaciones de frutas y menudencias bovinas no han sido habilitadas, aun.
No es un problema técnico, tenemos que aprovechar oportunidades de mejora en la gestión de relaciones económicas internacionales. Como decía Deng Xiaoping: “No importa si el gato es blanco o negro, lo importante es que cace ratones.” Es por eso que la Argentina debe priorizar resultados y comercio por sobre ideologías. Impulsar la expansión a nuevos mercados y el fortalecimiento de las economías regionales
La Argentina debe ampliar su cartera de mercados y productos. Seguir dependiendo de los mismos jugadores es un riesgo innecesario.
• India e Indonesia: Mercados en crecimiento con alta demanda de alimentos.
• África y Medio Oriente: En expansión y con demanda de productos premium.
Productos Regionales a Potenciar:
• Vinos Premium y Varietales Argentinos.
• Carnes Certificadas y Trazabilidad Garantizada.
• Aceites, Frutas y Productos Diferenciados.
No somos solo soja. Argentina debe impulsar todo su potencial agroexportador.
Repasemos algunas lecciones Estratégicas con frases de la historia:
• Carl von Clausewitz: “La política es la continuación de la guerra por otros medios.” Argentina debe entender que el comercio internacional es hoy su principal campo de batalla diplomático.
• Henry Kissinger: “El poder no se basa en intimidar, sino en influir con inteligencia.” La inacción diplomática nos está costando millones.
• Erwin Rommel: “No basta con mover los tanques, se necesita un plan preciso.” No alcanza con producir más soja, necesitamos acuerdos y presencia global.
• Sun Tzu: “El arte supremo de la guerra es someter al enemigo sin luchar.” Brasil ya ganó mercados clave sin necesidad de tener mejor producto, sino aplicando una estrategia de presencia global y relaciones sólidas.
En definitiva, el 2025 no es un año más. Con la asunción de Trump, dos guerras abiertas y mercados globales en crisis, Argentina no puede darse el lujo de esperar. Para superar la, nada imposible, barrera de los US$100.000 millones en exportaciones, Argentina debe:
• Reformular su estrategia global y diplomática.
• Eliminar las retenciones excesivas que limitan la competitividad.
• Diversificar mercados y productos.
• Fortalecer economías regionales y potenciar productos premium.
La Argentina tiene la capacidad de ser el campeón mundial, también, en calidad alimentaria. Pero el momento de actuar es ahora.
El autor es CEO de Panda Corporation
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