Cómo podría ser el nuevo acuerdo de la Argentina con el FMI, según un importante exfuncionario del organismo
Alejandro Werner conoce desde adentro la dinámica del FMI y la relación entre el organismo y la Argentina. El economista, que nació en Buenos Aires pero creció en México, fue director del Departamento del Hemisferio Occidental del Fondo y trabajó en ese lugar cuando el país, durante la presidencia de Mauricio Macri, firmó el acuerdo stand-by de 2018 que estipulaba desembolsos de hasta US$57.000 millones, de los cuales al final se giraron US$44.000 millones.
Ahora, alejado de ese sillón, analiza la evolución de la economía local y, mientras avanzan las negociaciones entre el equipo económico y los funcionarios del FMI, afirma que el país “necesita” ese programa “no sólo para refinanciar el servicio de la deuda que debe al Fondo en los próximos años, sino también para acceder a recursos frescos que le permitan reforzar sus reservas”.
Fue en un artículo publicado en el blog del Peterson Institute for International Economics (PIIE), que el economista, doctorado en Economía en el MIT (Estados Unidos), integra desde 2021. En ese documento, Werner explica que existen “tres caminos” para la evolución de las negociaciones, y advierte que el nivel del dólar oficial, la política cambiaria y las tasas de interés son hoy el principal punto de discusión.
En una primera alternativa, Werner dice que “la Argentina podría evitar la condicionalidad del tipo de cambio y de las tasas de interés, políticamente costosa, impuesta por el FMI y buscar financiamiento costoso en el mercado internacional y llevar las reservas internacionales netas a un terreno aún más negativo para cubrir sus necesidades externas de 2025, posponiendo un acuerdo global con el FMI hasta después de las elecciones de mitad de mandato”.
Un segundo camino, también de poca probabilidad según Werner, es que “el FMI podría aceptar el argumento de la Argentina que cuestiona la sobrevaloración de la moneda y acordar un nuevo programa con importantes recursos financieros iniciales y cambios cosméticos en las políticas cambiarias y monetarias actuales”.
“El optimismo argentino respecto de su influencia en estas negociaciones y, por tanto, la posibilidad de que este escenario se materialice ha mejorado desde la elección de Donald Trump y la buena sintonía que parecen tener ambos presidentes”, explicó Werner, sobre las conversaciones en curso.
Embanderado en el ajuste y su promesa de mantener el superávit fiscal a lo largo de su gestión, el Gobierno rechaza las advertencias por la apreciación cambiaria, y busca en la negociación con el FMI un giro de divisas adicional para fortalecer las reservas. Apuesta, para eso, al alineamiento político que el presidente Milei construyó con la Casa Blanca y el peso que Estados Unidos tiene en el FMI (concentra algo más del 16% de los votos en el directorio).
Mientras tanto, los técnicos del Fondo suelen advertir por los riesgos de un peso sobrevaluado señalan, como ocurrió en el último staff report correspondiente a la última revisión trimestral del programa concluido en 2024 que el tipo de cambio oficial actual está apreciado.
En ese punto, Werner advierte que el camino “más probable” es un acuerdo “en fases”, que contemple dos programas y le permita al Gobierno llegar a las elecciones de medio término sin una devaluación. Es algo que el equipo económico descarta, por los riesgos que podría implicar en materia de aceleración inflacionaria.
“El FMI podría proporcionar apoyo a corto plazo para cubrir los vencimientos de la Argentina con el organismo en 2025 mediante un acuerdo stand-by de un año, que también permitiría a otras instituciones financieras internacionales refinanciar la deuda de la Argentina. Tras las elecciones, seguirá un programa más sólido, muy probablemente un acuerdo de facilidades extendidas”, afirma el economista.
“Esta segunda etapa implicaría probablemente un mayor respaldo financiero, con desembolsos netos positivos del FMI durante 2026, condicionados a corregir la sobrevaloración del peso y la aceleración del desmantelamiento de los controles cambiarios”, concluye Werner.
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