Javier Frana habla de todo antes de su debut como capitán de la Davis frente a Noruega: por qué anticipa una serie incómoda y qué espera de Argentina
Javier Frana vivió un fin de año muy especial. El rafaelino de 58 años, finalista de Wimbledon 1991 en dobles junto al mexicano Leonardo Lavalle y ganador de la medalla de bronce en Barcelona 1992 en pareja con Christian Miniussi, ya había vuelto a caminar los pasillos del circuito ATP. En el rol de asesor técnico, como así él mismo lo definió, trabajó junto a Sebastián Báez y también acompañó a Solana Sierra y Juan Bautista Torres. Sin embargo, ahora no es un actor secundario dentro del tenis, sino uno principal: el 32° capitán del equipo argentino de Copa Davis.
“Desde que me enteré quise ir muy despacio y tomarme mi tiempo porque como jugador muchas cosas me las atraganté. Jugar una final de Wimbledon fue un sueño, pero lo viví como un lindo día más. Lo que pasa es que no fue solamente un lindo día y me di cuenta de eso tiempo después. Me pasó lo mismo con muchas de las cosas lindas que viví. Esto es algo muy lindo y no me lo quiero atragantar: lo quiero digerir, lo quiero disfrutar“, había dicho en su presentación, el pasado 6 de diciembre, en el club Belgrano Athletic.
Claro que no tuvo mucho tiempo para hacer ese proceso. Este jueves y viernes, Argentina visitará a Noruega en el Fjellhamar Arena ubicado en las afueras de Oslo por los Qualifiers 2025 de la Davis. Más allá de la presencia de Casper Ruud, el número 5 del mundo, el local no cuenta con ningún otro jugador (singlista ni doblista) entre los primeros 200 del ranking, lo que pone al seleccionado albiceleste en la obligación de ganar. Frana, en cambio, no lo ve de la misma manera.
“Es una serie incómoda, difícil. Del otro lado está uno de los mejores del mundo y eso es siempre una complicación. Los jugadores vienen de Australia, algunos pasaron por Buenos Aires… Vamos a jugar bajo techo con un frío de locos, el cambio horario… Es una serie que requiere de mucha concentración. Los tiempos de adaptación van a ser cortos, pero al mismo tiempo esta situación nos motiva porque son circunstancias en las que nos tenemos que fortalecer. Tenemos un equipo que perfectamente puede salir a pelear cada punto indistintamente de quien esté enfrente“, le contó a Clarín Frana en una entrevista realizada días antes de su viaje a Oslo.
Javier Frana, capitán N°32 del equipo🇦🇷 de Copa Davis 🤩
El medallista olímpico en Barcelona ’92 debutará en la serie ante Noruega 🇳🇴, en febrero 🔜 pic.twitter.com/ceWx9EwLqX
— Asociación Argentina de Tenis (@AATenis) December 4, 2024
-¿Cómo fue este primer mes y medio como capitán? ¿Pudiste disfrutarlo, digerir con calma la noticia y no atragantártela?
-Claramente que sí. Al principio fue un proceso interno, más personal. Tuve algunos días para digerir la noticia, para asimilarla antes de que se haga el anuncio, pero rápido ponés la cabeza a trabajar. No hubo tiempo para estar mucho parado. Lo primero que hice fue cargarme de información: escuchar a los jugadores, saber quiénes estaban disponibles, saber la idea de cada uno, hablar con sus entrenadores y charlar con personas que ya atravesaron esta experiencia. Después el armado del equipo, que en mi caso fue mantener el cuerpo técnico en general, médico, masajista, encordador. Y la incorporación del asistente técnico, Eduardo Schwank.
–Tu nombre había sonado varias veces. Por ejemplo, después de la salida de Martín Jaite en 2014 o cuando Daniel Orsanic dejó el cargo en 2018. ¿Qué significa para vos ser el 32° capitán del equipo argentino de la Copa Davis? ¿Lo esperabas o es un tren que creías que ya había pasado?
-Sinceramente, nunca había tenido grandes expectativas. No es algo que a mí me hubiese motivado en aquella época, así que ese tren yo no lo vi pasar. Nunca me llamaron ni me dijeron: ‘Che, mirá que estamos evaluándolo’. Esto no quita que es algo que me generó toda una movilización. Hoy me entusiasma realmente, me veo en ese lugar, me siento preparado. Me siento con más recursos, profesionalmente y en la parte humana. Hay un grupo de jugadores que es muy bueno y todo eso hace que me ilusione pensar en un proceso virtuoso que va más allá de los resultados.
-¿Cuál es tu principal objetivo en este nuevo rol, justamente más allá de los resultados?
-Obviamente uno hace las cosas para que se trasladen a los resultados, pero sabemos que los resultados no siempre acompañan o no siempre son justos y entonces lo más importante será acompañarlos en otros procesos que tienen que ver con convivir con las presiones en este circuito de un ritmo tan vertiginoso. Uno no le va a enseñar a los jugadores a pegarle a la pelota. Probablemente pueda dar un aporte muy mínimo desde lo técnico, pero no mucho más que eso. Los chicos, quiérase o no, tienen enormes fortalezas, pero también conviven con muchos miedos y dudas porque a veces no pueden dar en la tecla para solucionar tal o cual cosa. La idea es darles una mirada distinta, que no se queden encasillados en analizar todo desde el mismo lado, estar a la par de ellos sin interferir, estar a disposición para acompañarlos, ver cómo se entrenan, qué cosas le vienen bien, qué cosas les gustan, de qué manera. El capitán de un equipo de Copa Davis no es el entrenador de los jugadores, sino alguien que acompaña, que los apuntala, que conecta con ellos para después tomar decisiones con las que no todos van a estar de acuerdo. El acompañamiento va a ser diario, no sólo en los días previos a la competencia, y con un abanico mucho mayor que los cinco o seis jugadores que podrían ser elegibles para jugar.
-¿Fue consensuada la ausencia de Sebastián Báez para la serie con Noruega?
–Seba estaba disponible. Entendí que necesitaba un momento para estar enfocado en la parte física y que no debíamos obligarlo a un sobreesfuerzo que tal vez no le ayude demasiado. Yo lo quiero a Báez, pero no es la idea forzarlo, sino que esté en septiembre llegado el caso (NdR: si vence a Noruega, Argentina se enfrentaría a Países Bajos por un lugar en las Finales de la Copa Davis). Es la parte más antipática, pero los chicos entienden que tenés que estar tomando decisiones. La idea es el desafío de entender esto como una competencia colectiva.
-¿Por qué elegiste a Mariano Navone como su reemplazante?
-Es un jugador con un espíritu de lucha increíble y una capacidad de trabajo enorme. Creció muy rápido, se acomodó muy bien en el circuito y está siempre abierto a seguir aprendiendo. Entendió que la mejor manera de crecer no era yendo a los torneos en los que más cómodo se siente o jugando únicamente en la superficie que le gusta para cuidar el ranking, sino que debía salir de su zona de confort. El circuito te obliga a estar en todas las superficies, no sólo en la que acumulás más puntos. Así que me parece un jugador que inspira mucho respeto a sus rivales y que tiene una gran capacidad mental y física.
-Dejaste en claro que todos arrancaban de cero y ahí se abrió un interrogante: si ibas a sostener la dupla de Machi González y Andrés Molteni o si ibas a priorizar la jerarquía de Horacio Zeballos, un ex número 1 del mundo. ¿Te solucionó un problema que Machi se haya retirado de la Davis?
-Lo primero que pensé fue en hablar con todos, escucharlos. ¿Para qué iba a decir: ´Bueno, yo pondría a éste o a tal otro’ si después quizás Zeballos me decía: ‘Javier, yo no quiero jugar más’? O podía pasar lo que pasó, que Machi dijera: ‘Hasta acá llegué con la Copa Davis’. O que alguno diga que no le gusta jugar con tal o cual. No pasó nada de eso. Como dije, lo que pasó pasó, no miro para atrás y Horacio es un jugador al que no podés no mirar. No hago un juicio de valor, sino que simplemente ha tenido la mejor carrera histórica del tenis argentino en dobles.
Frana y la Copa Davis
Siempre que se habla de la carrera de Javier Frana, resalta la final de Wimbledon junto a Lavalle y la medalla de bronce que obtuvo en dupla con Christian Miniussi en Barcelona 1992 como si eso fuera lo único. Pero hay más.
“Hay triunfos que tal vez no son mediáticamente atractivos, pero que son importantes por el significado que tiene para vos pasar exitosamente por ese momento. Recuerdos tengo un montón, pero pienso que a la distancia toman mucho más valor las vivencias, la fortaleza para reponerte de un fracaso, aquellas posibilidades que no supiste aprovechar, más que los logros en sí. No es que hoy puedo volver al día de la final de Wimbledon y sentir lo que sentí en ese momento”, reflexiona.
-¿Cuáles son esas vivencias que te quedaron marcadas?
-La primera vez que fui a Wimbledon, por ejemplo. Me lo acuerdo más que cuando llegué a la final porque quedé maravillado y sorprendido con lo que estaba viviendo. Lo mismo con los Juegos Olímpicos. Siempre se le da más valor a Barcelona por la medalla, pero los de Seúl 1988 fueron mis primeros Juegos y fue una experiencia inigualable. Después, el hecho de haber ganado tres títulos en singles en tres superficies diferentes. Tuvo razón de ser, no fue una casualidad. Trabajamos con mi equipo para adaptarnos y jugar bien en todas las superficies y eso fue muy estimulante.
-Fue una experiencia muy linda también. Me tocó jugar desde muy joven la Copa Davis, me gustaba.
Frana es el quinto tenista argentino con más victorias en la Copa Davis: suma 18 (9 en singles y 9 en dobles) y sólo lo superan Guillermo Vilas (57), David Nalbandian (39), José Luis Clerc (31) y Ricardo Cano (23). Está también detrás de ellos en cantidad de series disputadas.
Su debut fue ante Chile por la final de la zona americana de 1986, pocos meses después que la Selección liderada por Diego Armando Maradona se consagrara campeona del mundo, y el clima en el Estadio Nacional de Santiago no distó mucho del que se había vivido en el Azteca. “Argentinos, maricones, perdieron las Malvinas por huevones”, cantaban los hinchas chilenos apenas cuatro años después de la Guerra de Malvinas. Y a Frana los 7.000 espectadores lo bañaron en insultos después que pegara un smash contra el cuello de Ricardo Acuña.
“Fue una situación casual pero dramática, que pudo ser trágica porque Acuña se desplomó, quedó seco en el piso y los médicos entraron a asistirlo. No le encontraban el pulso, se le habían ido los ojos para atrás. Veía la angustia en la mirada de los médicos. Todo el estadio gritándome ‘Asesino, hijo de puta’. Cuando se recuperó fue un alivio enorme”, rememoró en una entrevista con La Nación.
Finalmente, aquel encuentro junto a Miniussi terminó con una ajustada derrota en cinco sets ante Acuña y Hans Gildemeister, aunque el triunfo final fue para el equipo argentino gracias a las victorias de Martín Jaite y Horacio de la Peña en los singles.
El choque entre argentinos y chilenos se repetiría varias veces en aquellos años. Por ejemplo, en 1995, esta vez en el Buenos Aires Lawn Tennis y con una notable actuación de Frana. Primero venció en cinco sets al Chino Ríos, de 20 años, quien alcanzaría la final del Abierto de Australia en 1998 y el número 1 del mundo esa misma temporada. Después, junto a Luis Lobo vencieron cómodamente en el dobles a Gabriel Silberstein y Marcelo Rebolledo. Y remató la serie con una muy festejada victoria en cinco sets ante Silberstein.
Volviendo a los comienzos, en 1987 debutó en el Grupo Mundial con una exótica travesía a la India. Tras 29 horas de vuelo, vía Frankfurt, las vacunas contra tifus, cólera, fiebre amarilla y hepatitis que les provocaron a los jugadores argentinos ganglios en los brazos y descomposturas, salieron a jugar en el Delhi Lawn Tennis Club. Frana y Miniussi vencieron a los hermanos Anand y Vijay Amritraj, pero la eliminatoria quedó en manos del conjunto local por 3-2, más allá de que Jaite tuvo un match point para sentenciar la serie en el cuarto punto.
El mejor resultado, de todos modos, llegó en 1990: semifinales. Frana y Gustavo Luza sentenciaron 3-0 la serie de octavos ante Israel, luego perdieron en cuartos ante Alemania -al día siguiente, vieron cómo Jaite consiguió un histórico triunfo ante Michael Stich– y también cayeron en la semi frente a Australia, que vapuleó 5-0 al equipo argentino.
Un retiro inesperado y el rápido salto a la TV
Javier Frana llegó a Wimbledon 1997 en un buen momento. Tenía 30 años y la temporada anterior se había consagrado campeón de Roland Garros junto a Patricia Tarabini en dobles mixto, uno de los hitos en su carrera. En 1995 había levantado en Eastbourne su tercer título en singles, después de alzar los trofeos en México DF junto a Lavalle y en Ostrava con Jonas Björkman. Todos sobre superficies diferentes. Su carrera gozaba de buena salud.
Debutó en el All England con un valioso triunfo en cuatro sets ante el checo Martin Damm, número 45 del mundo, aunque preocupado por una molestia física. Nunca imaginó que aquel sería el último partido de su carrera. Lo golpeó una extraña lesión en la parte interna del oído izquierdo y, tras semanas de consultas médicas y mucha angustia, debió retirarse debido a que esa afección era incompatible con la práctica del tenis profesional. El motivo de la repentina lesión: estrés. Es que Lucas, uno sus hijos, había nacido con pie bot, una deformidad congénita que afecta a los huesos y músculos del pie, y el tenista sufría mientras luchaba junto a los médicos que buscaban la cura. La encontraron.
“El retiro no fue doloroso porque quedó escondido detrás de un tema más importante. Finalmente, pude tener una vida normal y me pude dedicar a otras cosas”, recordó tiempo después. Inició una nueva carrera, incluso más larga que la de tenista. Poco tiempo después del apurado retiro comenzó a trabajar como comentarista en las transmisiones de ESPN y se mantuvo allí durante 21 años hasta su renuncia en 2020. Dejó una huella con su claridad conceptual.
-¿De dónde salió tu faceta de analista? ¿Te formaste o es algo que traías naturalmente de tu etapa de jugador?
-Hay un poco de las dos cosas. Es algo que se fue dando naturalmente. Siempre me gustó analizar el tenis y tener la posibilidad de transmitir lo que está ocurriendo para gente que tal vez no es experta en el tenis, pero tampoco ser obvio para el que juega habitualmente. También le dediqué mucho tiempo a capacitarme. Yo leía mucho. Era la forma de matar las horas. No tenía ningún tipo de entretenimiento más que la lectura y se nota lo que te da para poder expresarse.
-Lo que sea. No tenían que ver con el tenis necesariamente. Policiales, de misterio, de terror o lo que fuere. En vez de poner Netflix, leía libros. En los torneos aprovechaba el día libre, los momentos de descanso o la pileta de los hoteles para leer. Volviendo al análisis del juego, creo que de las debilidades personales terminé haciendo una fortaleza. No era de los jugadores más analíticos, de los más estratégicamente inteligentes. Lo fui incorporando con mis años de competidor. Entendí que tenía que hacer un cambio en mi forma de jugar.
-¿Cuál fue el cambio más importante que hiciste?
-No jugaba con una estructura y así era muy difícil. Me di cuenta todo lo que estaba desaprovechando el hecho de no tener estratégicamente una idea clara de los partidos. Así convivís con más incertidumbre. Muchas veces decía: ‘No sé qué pasó, pero gané’. Y después vas entendiendo que no se puede estar así, que se deben incorporar otras cosas. Eso terminó siendo tal vez lo que después me terminó dando la posibilidad de tener la carrera de comentarista.
-¿Cómo ves el tenis actual en comparación con el de hace algunos años e incluso con respecto al de tu época de jugador? ¿Se juega a otra velocidad?
-Sí, la velocidad claramente es un factor que condiciona porque en muchos casos no te permite ciertas ejecuciones. Uno puede decir: ‘Che, tal jugador no está jugando con muchos ángulos’. Sí, es verdad pero no es fácil generarlos cuando le pelota viene tan fuerte. No te da el tiempo, no tenés la altura y la habilidad que requeriría jugar ángulos a esa velocidad no es fácil tenerla naturalmente. Son cosas a las que los jugadores van a ir encontrándole la mano. En un momento no había antídoto para un gran sacador y hoy hay que ser un mega sacador para hacer la diferencia porque la devolución se desarrolló un montón. Hoy es la velocidad y eso seguramente va a llevar a que los jugadores encuentren la habilidad aún en la velocidad o que encuentren en el slice una especie de lomo de burro para frenar esa velocidad y entablar una discusión más estratégica del juego.
-¿Hay lugar para que un jugador que no juegue con tanta potencia pueda dominar el circuito o estar peleando contra los mejores?
-Sí. Hoy los que dominan tienen la combinación: no son esos que se ponen anteojeras y tiran bombas. Sinner, por ejemplo, le pega pero mueve la bola, entiende cómo se manejan los espacios, trabaja con los tiempos y además es muy fuerte mentalmente, como también lo es Alcaraz, a pesar de que se le pueda encontrar cierta inestabilidad. Todo lo hacen a una velocidad muy alta y eso es lo admirable, pero ellos dos, también Zverev y los que están arriba, tienen manejo. No es que gana el que pega más fuerte, sino que muestran una riqueza estratégica dentro de esa velocidad.
-Sinner, que está imbatible, y Alcaraz, aún con sus altibajos, parecen estar hoy un escalón arriba del resto. Sacando a Djokovic, si tuvieras que armar un nuevo “Big Three” junto a ellos, ¿a quién sumarías?
-Sin dudas ellos dos ya están ahí y ahora será cuestión de ver si se siguen sosteniendo. Está por verse que pasará con Fonseca. Por lo que se va sabiendo, tiene cosas realmente especiales, ha dado señales de un virtuosismo increíble y es un chico con una proyección muy alta. Igual hay tanto que tiene que atravesar que no sabés cómo va a responder, cómo va a reaccionar. No es como un auto que va a 285 km/h en la curva, a 335 en la recta y lo único que queda es mejorar. Acá también está mezclado el piloto. Hay todavía un recorrido para este jovencito que le va a presentar otro tipo de desafíos que tienen más que ver con lo personal.
-¿Qué opinión te merecen los dópings de Sinner y de Swiatek? Muchos, incluso algunos jugadores, denunciaron un trato diferente para ellos por ser dos número 1.
-Yo no entiendo la parte legal, pero lo que algunos entendidos coinciden es que no se aplicaron las mismas reglas. Si Sinner usó una estrategia legal diferente que los demás jugadores o si demostró que hizo un test en una universidad en Italia, no lo sé. Es un tema muy delicado para hablar porque hay que entender muy bien los procedimientos. Lo cierto es que hay cosas que no tienen consistencia y acá ya no me refiero a estos casos en concreto. Los jugadores tienen que dar su paradero las 24 horas y hay algunos que por haber faltado a dos controles fueron suspendidos. No sé si eso está bien. Es muy delicado. Imagino que para Sinner no es fácil llegar a un torneo en el que ya te miran porque sos el número 1 del mundo, el mejor del momento y además ser cuestionado por un montón de gente, que en parte es la gente que te cruzás en los vestuarios, en un pasillo, cuando hubo otros colegas a los que les pasó lo mismo y recibieron otro trato.
-¿Imaginás a Djokovic ganando otro Grand Slam?
-Sí, claramente que sí. Yo creo que si él no estuviese en condiciones de ganar, no estaría jugando. También debe estar pasando internamente por cosas que uno desconoce. Capaz ya está cansado de competir, capaz le está costando un montón porque no es fácil haber sido tan bueno durante tantos años y ser noticia si perdés. No es muy fácil de llevar todo eso. Por lo que lo vi en Australia, donde lo crucé en la cancha de prácticas y en los vestuarios, se lo ve disfrutando. Hay un momento en que la carrera la empezás a mirar más para atrás que para adelante y puede que a él le esté pasando algo de eso. Disfruta de pasarla bien en los torneos, disfrutar de sentirse competitivo, disfruta los días libres, disfrutar estar con su familia en un torneo, que los hijos lo vean jugar. Parece normal, pero es una bendición y lo tenés que valorar.
-¿Es el mejor de la historia?
-Por los números, claramente. Si te salís de los números, ahí es más personal. Es muy subjetivo. Si hablás con un fanático de Nadal, te lo va a defender y seguramente tenga sus argumentos.
Los comentarios están cerrados.