En 2008, Eric Migicovsky y sus amigos tuvieron una idea: sacar al reloj pulsera de la modorra en la que vivía hacía décadas y traerlo a la era del iPhone, como un año antes había hecho el propio iPhone con los celulares convencionales. 15 años después vuelven a la carga, con la misma plataforma y la misma intención: crear un reloj minimalista, discreto, que nos brinde información en una ubicación conveniente, pero que no se transforme en otra fuente de interrupciones.
Pero volvamos a ese 2008. Pruebas del potencial del reloj para hacer más que dar la hora no faltaban. Así como el iPhone no fue el primer smartphone, pero definió la categoría, estaba claro que en el espacio alrededor de la muñeca había mucho terreno por explorar: desde el primer reloj pulsera digital de Casio, en 1974, la industria había probado con poner allí una calculadora, juegos, un teléfono celular y hasta un televisor.
Así que el grupo de amigos puso manos a la obra y en 2012 presentaron un dispositivo trascendental: el reloj Pebble, que trajo no solo la novedad de ofrecer una pantalla complementaria a la del celular en la muñeca, donde ver las notificaciones y otros datos de las apps, sino que además lo hizo en una plataforma que permitía sumar aplicaciones propias y servicios. Era la misma idea del smartphone: tomar un objeto que ya existía -el celular, el reloj- y transformarlo en una computadora multipropósito sin perder la misión original. En el Pebble esto se plasmaba en una pantalla de tinta electrónica siempre encendida (como los Kindle) y en el financiamiento colectivo vía Kickstarter, una novedad para la época; de hecho, el modelo inicial de Pebble fue durante mucho tiempo el proyecto que más dinero recibió.
Pebble inició una revolución en la relojería que involucró también al Apple Watch (que llegó en 2015), a los relojes con Android (como el antológico Moto 360 de pantalla circular, de 2014) o el Gear S de Samsung, también en 2014.
Pero mientras la idea de Apple, Samsung y el ecosistema Android era poner una computadora en la muñeca, Pebble apostaba por otra cosa: un dispositivo que sí, diera la hora y mostrara notificaciones e información relevante, pero que fuera discreto, que no acaparara la atención, que no involucrara un hardware tan avanzado -sobre todo para la época- pero que ofreciera una mejor autonomía.
La apuesta funcionó al principio, y llegó a vender 2 millones de relojes, una enormidad para el tamaño de mercado entonces; pero su producción se diluyó en demoras y equipos que fueron algo conservadores tras la eclosión inicial; tenían una legión de defensores, pero la compañía no pudo competir con el presupuesto de los gigantes del sector.
En 2016 Fitbit compró Pebble, y el sueño de un Pebble vitaminizado tomó fuerza (los relojes Versa de Fibit tomaron muchas de las buenas ideas de Pebble), pero tres años más tarde, en 2019, Google compró Fitbit para potenciar su propia plataforma basada en Android (llamada Wear OS; desde 2021 la desarrolla junto a Samsung). Entre medio hubo un gran esfuerzo para mantener en funcionamiento los servidores que daban vida a los servicios de Pebble para los usuarios que querían seguir usando sus relojes pese a que la compañía no existía más (la plataforma alternativa se llama Rebble).
Saltemos a 2025: Google publicó el código fuente del sistema operativo que daba vida a los Pebble, y Eric Migicovsky (que como dijimos fue el líder detrás de la idea original) ya confirmó que está trabajando en traer la marca de nuevo al mercado con, suponemos, un hardware y un sistema operativo que reflejen la década de evolución que tuvo el sector desde ese 2012.
Según Migicovsky, “El nuevo reloj que estamos construyendo tiene básicamente las mismas especificaciones y características que Pebble, aunque también con algunas cosas nuevas y divertidas. Ejecuta PebbleOS de código abierto y es compatible con todas las aplicaciones y esferas de reloj de Pebble. Si tenías un Pebble y te encantaba… este es el reloj inteligente para vos”.
Incluso hay una página donde anotarse para tener más datos.
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