Salwan Momika, el activista iraquí que generó la furia de muchos musulmanes por haber quemado el Corán en señal de protesta, fue asesinado a balazos en Suecia, donde se encontraba como refugiado, mientras transmitía en directo en las redes sociales desde su vivienda.
El asesinato desató inmediatamente una tormenta mediática, hasta el punto de que el primer ministro Ulf Kristersson, en una conferencia de prensa, confirmó la participación de los servicios secretos en la investigación: “Hay riesgo de que exista un vínculo con una potencia extranjera”.
El fiscal Rasmus Oman confirmó que fue abierta una indagación sobre el homicidio del hombre, de 38 años, y que fueron arrestadas cinco personas sospechadas de estar involucradas en el crimen. “Estamos en las fases iniciales, estamos recogiendo mucha información”, confesó Oman. La policía respondió a una llamada por un tiroteo en un condominio en la ciudad de Sodertalje, sur de Estocolmo, donde Momika vivía. Los agentes lo encontraron herido en su apartamento y lo llevaron al hospital, donde poco después falleció.
Diferentes medios locales precisaron que el agresor que consiguió ingresar al edificio desde la azotea. El caso obviamente suscitó una gran conmoción en el barrio. “No queremos que cosas como estas pasen tan cerca de nosotros, queremos que la gente viva libremente”, dijo Samira Mete, una jubilada de 72 años que vive a dos calles de la escena del crimen desde hace más de 50 años.
Momika, en Suecia, era un personaje muy conocido y muy controvertido. El pasado agosto, junto a su compañero de protesta Salwan Najem, fue acusado de “agitación contra un grupo étnico” en distintas ocasiones, en las que solía quemar ejemplares del Corán.
Las provocaciones de Momika -que decía querer poner en aviso a la sociedad sueca “de los peligros de aquel libro”- prontamente se transformaron en un dolor de cabeza diplomático porque el derecho de protesta y de expresión está garantizado en la Constitución sueca. Y tanto es así que en su momento el gobierno condenó las profanaciones pero al mismo tiempo destacó el derecho a la libertad de expresión. Por lo tanto, no es casualidad que la viceprimera ministra Ebba Busch calificara el asesinato como “una amenaza a nuestra democracia libre” que “debe enfrentarse con toda la fuerza de la sociedad”. “Había un precio por su cabeza”, dijo su abogada Anna Roth.
Sin embargo, las relaciones con las autoridades se habían deteriorado. En octubre de 2023 la Agencia de Migraciones revocó su permiso de residencia, debido a “información falsa” en su solicitud original, pero le concedió uno temporal. El mes anterior Irak había solicitado su extradición por una de las quemas del Corán, pero Estocolmo había decidido no expulsarlo.
En marzo de 2024, Momika abandonó el país para buscar asilo en Noruega, declarando que la libertad de expresión y la protección de los derechos humanos en Suecia eran “una gran mentira”. Pero Oslo lo devolvió unas semanas después.
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