Atraso cambiario: el disco rayado de los economistas

Toda vez que el tipo de cambio (TCR) real empieza a caer, igual que un disco rayado, los economistas comienzan a dar alarmas de atraso cambiario sin siquiera considerar el caso de una apreciación del peso. Sin embargo, el método que usan tiene una serie de problemas metodológicos graves: (i) nadie puede determinar el vector de precios de equilibrio general intertemporal de donde se deriva la afirmación de que el tipo de cambio está atrasado, ya que su cálculo implica conocer las preferencias, la tecnología y las dotaciones, tanto de la economía local como de la mundial, y no sólo en el presente, sino también para el futuro; (ii) en un intento por corregir esta dificultad, los economistas suelen recurrir a promedios como si existiera un proceso de reversión a la media, lo cual implicaría que los parámetros profundos no cambian en el tiempo, lo cual es obvio que es falso; (iii) aún si el punto anterior se cumpliera, no es trivial el punto de inicio de la serie, donde los adalides del atraso cambiario suelen iniciar la serie desde la salida de la convertibilidad, un período caracterizado por violación de derechos de propiedad que lleva a la depreciación sistemática de la moneda; (iv) por ende, si se considera la convertibilidad, el tipo de cambio real cae; (v) lo anterior conlleva a señalar que durante los períodos de populismo salvaje el tipo de cambio real está por encima del promedio, mientras que en los momentos de confianza lo hace por debajo; y (vi) aun cuando esto último sea tenido en cuenta, y conociendo el vector de precios de equilibrio por medio de “La Acción Divina”, su extrapolación a otro momento del tiempo implica asumir que las condiciones de oferta y demanda de todos los bienes y servicios y en todos los países del mundo son idénticamente iguales a lo largo del tiempo, lo cual es un total disparate.

Si aun así quiere hacer foco sobre el tipo de cambio real, en un artículo reciente en este mismo diario Rafael Di Tella presentó la evidencia empírica sobre el TCR para casos de estabilización exitosos. En los mismo, muestra que lo natural es que el TCR caiga y que cuanta más alta es la inflación de inicio, mayor es la apreciación. Sin embargo, parece que han decidido omitir dicha evidencia, ya que choca con el relato alarmista de consultores y opositores.

Por otra parte, dada la precariedad del análisis basado en el TCR, ello nos empuja a indagar sobre otra metodología que nos permita detectar un problema de atraso cambiario. Así, podríamos señalar la existencia de al menos tres patrones:

Naturalmente, bajo el actual modelo no hay déficit fiscal, por lo que por ello no es necesario emitir para financiar al tesoro, la inflación es decreciente, la brecha está en mínimos históricos y las reservas han aumentado, por lo que no estamos frente al caso kirchnerista. Tampoco estamos frente al caso Cambiemita, ya que la deuda consolidada del Estado Nacional ha caído en más de US$30.000 millones. Finalmente, tampoco es aplicable el patrón de la Dictadura, por el simple hecho de que no se emite dinero para financiar al Tesoro y, por ende, no existe la necesidad de esterilizar el dinero que no se ha creado, al margen de la tendencia decreciente de la tasa. Por ende, bajo este análisis no hay atraso cambiario.

Una forma alternativa de enfocar la cuestión del atraso cambiario es en un modelo de bienes transables y no transables. Así, el tipo de cambio real estaría dado por el cociente entre el precio de los transables sobre el de los no transables. Ahora bien, supongamos que hubiera un shock de oferta negativo en el sector no transables. Dada la demanda inicial, el precio de los bienes no transables sube. Sin embargo, inferir de ello que hay atraso cambiario y que ello se arregla con una devaluación sería un disparate, dado que algo así estaría rompiendo la señal de precios que llama a invertir en el sector no transable. Por otra parte, el mismo modelo señala que cuando el gasto público cae, el precio de los no transables cae y, con ello, dado el nivel de precios internacionales existe una tendencia a la baja del tipo de cambio. Por tanto, bajo este marco, la Argentina tampoco tendría atraso cambiario.

Otro modo de ver la cuestión es mirando el PBI/c a paridad del poder de compra (PPP), el cual surge de computar las cantidades producidas por la Argentina a los precios de EE.UU. Así, cuando el PBI/c en dólares corrientes está por encima del de PPP habría atraso cambiario (y viceversa). Acorde al Banco Mundial, el PBI/c de la Argentina a PPP es de US$30.000, mientras que a dólares corrientes es de US$15.000, por ende, no sólo no hay atraso cambiario, sino que además el dólar podría caer hasta los $600. Es más, durante la convertibilidad el dólar era de unos $700 y sin equilibrio fiscal.

A su vez, hoy hay economistas horrorizados con la cuenta corriente. Lo primero que habría que señalar es que la Argentina es acreedor neto del mundo, motivo por el cual el país podría vivir con déficit permanente dentro de su restricción presupuestaria intertemporal. Por otra parte, si uno mira los proyectos en petróleo, gas, litio, cobre y en el sector agropecuario, debería resultar que, ante semejante oleada de dólares, el país debería ir camino a una moneda mucho más apreciada. Es más, dada la caída del riesgo país observada desde que LLA ganó las elecciones, en la medida que la tasa de interés internacional caiga debajo de la doméstica, no debería sorprender que el país vaya a una cuenta corriente negativa. ¿Es de temer? Dado el equilibrio fiscal, no.

Finalmente, si tomamos la dimensión monetaria del tipo de cambio y consideramos que la oferta monetaria se contrae por superávit fiscal (se absorbe más de 6% de la base monetaria por mes), al tiempo que recompone la demanda de dinero y la economía crece, el dólar no sólo no tiene combustible monetario para subir, sino todo lo contrario, ya que de hecho están faltando y faltarán pesos conforme pasen los meses. Por lo tanto, todas las apuestas devaluatorias de los economistas que intentan redimirse de sus malos pronósticos de 2024 están flojas de papeles, mientras que el Gobierno no devaluará para salvarles la ropa a sus clientes a costa del dolor de los argentinos de bien.

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