La murga del peronismo, la música que más le alegró el verano a Milei

Con más de dos décadas marcando el ritmo del peronismo -y un nivel de influencia interna superado sólo por el fundador del partido- Cristina Kirchner pasa hoy su momento de mayor debilidad.

Es cierto que es algo que les sucede a todos los líderes políticos cuando les toca estar en la oposición, y Cristina ya sobrevivió a una experiencia similar cuando se le rebelaron algunos diputados y senadores durante el gobierno de Mauricio Macri, pero la erosión de su figura se vuelve cada más visible.

En este punto surge una pregunta reglamentaria: ¿El problema es de Cristina, que tiene un discurso desgastado y que perdió caladura en la sociedad, o ese es un problema del peronismo?

Los enemigos internos de la ex presidenta -la CGT, algunos gobernadores, un puñado de intendentes bonaerenses, dirigentes de provincias en las que el kirchnerismo lleva varios años de desprestigio- se apuran siempre a decir que el nudo del peronismo se desatará cuando ella se retire. Pero hay que decir que no apareció ningún dirigente con el peso nacional suficiente como para poder prescindir de Cristina y -sobre todo- de su discurso. El peronismo no kirchnerista, en ese sentido, tiene los mismos problemas de legitimidad y representatividad que tiene Cristina.

Ese dato quedó reflejado en la última elección, cuando la cuenta de gobernadores peronistas se convirtió en la más flaca de los últimos años e incluso en el norte del país, que había sido el último refugio del peronismo, hay que detenerse para hacer la cuenta de los mandatarios que se reconocen como justicialistas.

Los resultados de esta semana de la votación en Diputados sobre el proyecto para suspender las PASO hablan mucho de esa desintegración del principal partido del país. Allí se puede ver que no todos los rebeldes de Unión por la Patria votaron a favor del proyecto oficial por una tirria particular contra Cristina y que cada legislador tuvo razones propias para oponerse a que se hagan las Primarias este año.

Algunos diputados obedecieron a las necesidades del gobernador de su provincia, los massistas mantuvieron su posición histórica contra las PASO y otros optaron por mandar un mensaje a Cristina y otro a Axel Kicillof, a quien la suspensión de las Primarias le servirá para desdoblar la elección bonaerense y separar la suerte de los candidatos provinciales -y municipales, agregan los intendentes del PJ- de las postulaciones a diputado nacional.

La fragmentación se potenciará con el debut de la boleta única para cargos nacionales, porque ese cambio obliga a separar las candidaturas a diputados y senadores nacionales de todos los cargos provinciales y municipales. Ahora no habrá manera de que alguno de esos tramos -el nacional o el provincial- empuje al otro. Esa posibilidad de arrastre quedó sepultada con la muerte de la boleta única.

Cristina teme que, si además de ese corte obligado, los intendentes y Kicillof consiguen que, por primera vez en más de treinta años, la elección bonaerense se haga en un día distinto que la nacional, no habrá nadie en ningún municipio defendiendo los afiches en los paredones o contratando remises para llevar la gente a votar. Para decirlo de otro modo, los candidatos nacionales del peronismo, tal vez por primera vez en la historia del movimiento, tendrán que transpirar para tener fiscales en todas las mesas de la provincia de Buenos Aires.

Esa situación, paradójicamente, ocurre a pesar de que el peronismo es el partido que se paró en la oposición a Javier Milei con mayor nitidez. Sólo en los últimos meses el Gobierno se puso a negociar en serio con algunos gobernadores kirchneristas , pero hasta que eso pasó, Cristina trabajó para mantener vivo su discurso e incluso se embarcó en una pelea -corta, pero pelea al fin- por quedarse con la cabeza formal del PJ.

Es cierto que el “aparato” de los intendentes bonaerenses no puede decir abiertamente que dejará de trabajar para los candidatos nacionales, porque los votantes kirchneristas pueden pedirles algunas explicaciones incómodas, pero el estímulo de empujar a sus propios candidatos territoriales no jugará esta vez.

Kicillof puede conseguir una buena victoria en su pelea interna si el desdoblamiento de las elecciones se lee como un desaire a Cristina, pero es seguro que ese movimiento no le servirá para saltar el cerco bonaerense y convertirlo en un referente nacional.

A pesar de que las desventuras del rival opositor siempre son buenas noticias para el Gobierno, la victoria en Diputados -y una muy probable votación favorable en el Senado- a lo que se suman la Ley de Reiterancia y la que permite el Juicio en Ausencia, es una cosecha más bien escasa para un período de sesiones extraordinarias en el que el oficialismo tenía que aprobar también el Presupuesto y los pliegos de los dos candidatos para la Corte Suprema, Ariel Lijo y Manuel García Mansilla.

La Casa Rosada festeja legítimamente esa cosecha, porque fue conseguida con un bloque propio muy chico y porque consigue cambiar una tendencia que el año pasado se había convertido en preocupante cuando las peleas internas iban desgranando las bancadas de La Libertad Avanza en el Senado y en Diputados.

Ahora, con las elecciones más cerca, ese vector que expulsaba dirigentes del oficialismo se invirtió con el salto de algunos intendentes, legisladores bonaerenses y porteños desde el PRO hacia el regazo de Karina Milei. Podría decirse incluso que la sonora expulsión de Ramiro Marra -un libertario paladar negro, que además cumple largamente con el requisito de poseer una larga lista de seguidores en las redes sociales- no alcanza a empañar la nómina de incorporaciones al oficialismo.

Hasta ahora, todos esos saltos desde el PRO hacia La Libertad Avanza fueron auspiciados por la última candidata presidencial del macrismo, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. Está claro que la funcionaria trabajará para impulsar las listas de La Libertad Avanza, pero aún no está definido cuándo anunciará su propio pase al oficialismo.

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