Putin lleva tiempo queriendo más poder en Europa. Trump podría concedérselo


LONDRES — Los aliados occidentales de Estados Unidos se reunieron en Munich la semana pasada, ansiosos, a la deriva y desesperados ante la brutal exhibición de poderío del presidente Donald Trump en el escenario mundial.

Pero quienes más han quedado marginados en el mundo de Trump son los que no estuvieron en la mesa de la Conferencia de Seguridad de Munich.

Palestinos y afganos, groenlandeses y panameños:

ésos son los verdaderos peones en el juego de ajedrez geopolítico del presidente.

Prioridades

Sus prioridades, preferencias y aspiraciones parecen casi irrelevantes en la ambición de Trump de rediseñar el mapa del mundo según el lema “Estados Unidos primero”.

Incluso los ucranianos parecen ahora correr el riesgo de que se negocie un acuerdo de paz por encima de sus cabezas, mientras Trump y el presidente ruso Vladimir Putin emprenden conversaciones para poner fin a una guerra que ha dejado decenas de miles de ucranianos muertos, gran parte del país en ruinas y casi una quinta parte de su territorio en manos rusas.

Las tradicionales muñecas rusas de madera Matryoshka que representan al presidente ruso Vladímir Putin y al presidente estadounidense Donald Trump se exponen a la venta en una tienda de recuerdos en Moscú, Rusia, 13 de febrero de 2025. Rusia ha comenzado a preparar un grupo negociador para organizar una reunión entre los presidentes de Rusia y Estados Unidos, según ha informado el secretario de prensa de la presidencia rusa, Dmitri Peskov. La víspera, Putin y Trump mantuvieron una conversación telefónica. (Rusia, Estados Unidos, Moscú) EFE/EPA/MAXIM SHIPENKOV

“La presión ha sido parte de la política exterior estadounidense a lo largo de nuestra historia”, dijo Charles A. Kupchan, profesor de asuntos internacionales en la Universidad de Georgetown.

“Pero por lo general hubo un esfuerzo por legitimar el poder estadounidense a través de alguna forma de diálogo. Eso está ausente en la política exterior de Trump”.

En la propensión de Trump a hacer acuerdos que no tienen en cuenta a los más directamente afectados por ellos, su política exterior recuerda a la de una era pasada, cuando las potencias imperialistas libraban un gran juego de influencia, sin apenas pretensiones de que sus conquistas estuvieran arraigadas en los deseos de las poblaciones locales.

Los instintos expansionistas de Trump se han comparado con los de William McKinley, el 25º presidente de Estados Unidos, cuya victoria en la guerra hispanoamericana de 1898 puso a Filipinas, Guam y Puerto Rico bajo el control de un Estados Unidos en ascenso.

Pero Trump también sigue la tradición de Mark Sykes y François Georges-Picot, los diplomáticos británico y francés que llevaron a cabo las negociaciones secretas que dividieron los restos del Levante del Imperio Otomano durante la Primera Guerra Mundial.

El Acuerdo Sykes-Picot trazó las fronteras del Medio Oriente moderno, sin tener en cuenta a las comunidades étnicas y religiosas que cruzaban.

Los historiadores atribuyen los resentimientos que estallaron en conflictos en Medio Oriente a la naturaleza arbitraria de la partición de la región por parte de Europa.

Algunos se preguntan si la actitud arrogante de Trump hacia los intereses de los palestinos o los panameños podría avivar nuevas tensiones y encender conflictos futuros.

Antecedente

“Como demostró el 7 de octubre, ignorar a los locales es hacerlo a su propio riesgo”, dijo Richard N. Haass, expresidente del Consejo de Relaciones Exteriores, en referencia al ataque mortal contra Israel por parte de combatientes de Hamás desde la Franja de Gaza en el otoño de 2023.

Eso desencadenó la guerra que Trump propone terminar dispersando a los 2,1 millones de palestinos de Gaza en Jordania y Egipto, y luego tomando el control del enclave para reconstruirlo como una Riviera árabe.

“En última instancia, lo que suceda en Ucrania o Gaza o Panamá estará muy influenciado por la gente que vive en esos lugares”, dijo Haass.

“La capacidad de Estados Unidos, Rusia o China para controlar estas cosas no es automática”.

Haass dijo que era demasiado pronto para concluir que Trump tenía la intención de excluir a los ucranianos de una negociación con Rusia.

El propio presidente insistió en que Ucrania sería parte del proceso, al igual que otros países.

Llamó al presidente ucraniano Volodymyr Zelensky después de hablar con Putin.

Pero el anuncio de Trump de negociaciones de paz “inmediatas” con Rusia –que tomó por sorpresa a Zelensky y a los líderes europeos– tenía el sello de una estrategia de guerra relámpago en materia de geopolítica en los primeros días de su segundo mandato.

Su propuesta de vaciar Gaza pareció tomar por sorpresa incluso al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, que lo estaba visitando en Washington.

Los analistas dijeron que la velocidad vertiginosa de Trump tenía como objetivo desconcertar a los posibles críticos de sus acuerdos y evitar el tipo de lobby o escrutinio que podría retrasarlos o diluirlos.

Algunos dijeron que Trump aprendió de su primer mandato, cuando su secretario de Estado en ese momento, Mike Pompeo, supervisó una negociación más tradicional con los líderes de los talibanes para poner fin a la guerra en Afganistán.

Aunque la administración Trump dejó al gobierno prooccidental de Afganistán y a los aliados de la OTAN de Estados Unidos fuera del proceso, la naturaleza prolongada y pública de las conversaciones llevó a los manifestantes, incluidos grupos de mujeres, a las calles de Doha, la capital de Qatar, donde se reunían las dos partes.

Los críticos dicen que el acuerdo de 2020 abrió la puerta a la calamitosa toma de Afganistán por parte de los talibanes 17 meses después, aunque los aliados de Trump culpan de ello a lo que dicen fue la fallida retirada de las tropas estadounidenses por parte del presidente Joe Biden.

“Trump aprendió que el establishment y los medios pueden ejercer una enorme presión sobre un acuerdo”, dijo Vali R. Nasr, profesor de asuntos internacionales en la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de Johns Hopkins.

“Su enfoque ahora es presentar al mundo un hecho consumado, sin margen para influir en las cosas”.

“Los acuerdos que son tan opacos y que se hacen tan rápidamente son más vulnerables a errores graves porque no están sujetos a escrutinio”, dijo Nasr, quien trabajó en la política afgana durante la administración Obama.

Trump no es el único presidente que intenta hacer acuerdos en privado.

El presidente Barack Obama negoció un acercamiento con Cuba (que luego Trump revirtió) bajo un velo de secreto.

Obama autorizó a los diplomáticos estadounidenses a abrir un canal secreto con los funcionarios iraníes, lo que despejó el camino para un acuerdo nuclear que Trump también derogó más tarde.

Trump a menudo parece más cómodo tratando con adversarios que con aliados.

Eso podría abrir la puerta, dijo Haass, a una nueva ronda de diplomacia con Irán.

Haass, que ha sostenido durante mucho tiempo que Estados Unidos necesitaba redefinir sus objetivos en Ucrania, dijo que también había potencial para que Trump avanzara con Putin en la reducción de la guerra.

El problema probablemente surja en los esfuerzos de Trump por presionar a los aliados.

Ni el rey jordano Abdullah II ni el presidente egipcio Abdel Fattah el-Sissi han cedido a su propuesta de que acepten refugiados palestinos de Gaza.

Panamá ha rechazado su demanda de que Estados Unidos se apodere del Canal de Panamá.

Dinamarca ha rechazado la propuesta de Trump de adquirir Groenlandia, su territorio semiautónomo.

También lo ha hecho la propia Groenlandia, aunque el primer ministro, Múte Egede, dijo que estaría abierto a trabajar con Estados Unidos en defensa y recursos naturales.

En esto, Egede podría tener una idea más clara de los motivos de Trump que muchos líderes.

La política exterior de Trump, dijeron los analistas, está tan arraigada en cálculos comerciales que la población local apenas entra en la ecuación.

Groenlandia se encuentra a lo largo de valiosas rutas de navegación en el Ártico y, como Ucrania, tiene ricos depósitos minerales.

Panamá tiene su canal. Gaza tiene una pintoresca costa mediterránea.

“Lo que diferencia a Trump es que es 100% materialista”, dijo Kupchan, que trabajó en asuntos europeos en la administración Obama.

“No hay ni un ápice de ideología en nada de esto”.

Cuando McKinley inició la guerra hispanoamericana, dijo Kupchan, lo hizo aparentemente para liberar a los cubanos del dominio colonial español.

Incluso la conquista de las Filipinas, dijo, se hizo bajo el manto de una “misión civilizadora”.

“Esto está desprovisto de cualquier misión civilizadora”, dijo.

“Este tipo de enfoque transaccional descarnado, sin adornos de ideología alguna, es nuevo”.

c.2025 The New York Times Company

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