Del repudio al asombro: la turbulenta historia de la Ópera de Sídney, uno de los edificios más famosos e innovadores del mundo


Myles Burke

BBC Culture*

En 1965, el reportero de la BBC Trevor Philpott, sentado frente al puerto de Sídney, intentaba encontrar la metáfora adecuada para describir las estructuras vibrantes y arqueadas del diseño del tejado de Jørn Utzon para la Ópera de la ciudad australiana.

“Es una veintena de enormes conchas. Es un grupo de gaviotas desplegando sus alas de hormigón. Es un grupo de veleros con velas de hormigón ondeantes”, dijo Philpott.

A continuación, añadió la salvedad: “Y ha sido una auténtica pesadilla construirla”.

La tensa saga de la construcción de la Ópera de Sídney comenzó el 2 de marzo de 1959.

Seis años después, cuando Philpott fue a ver el progreso, ya llevaba años de retraso, estaba sumida en una espiral de costos, cambios de diseño y tensiones políticas en aumento.

Decir que estaba teniendo un nacimiento difícil sería quedarse corto.

JJ Cahill, primer ministro de Nueva Gales del Sur, en la ceremonia oficial del inicio de la construcción de la Ópera de Sídney, 2 de marzo de 1959.Getty Images

La idea de construir un teatro de ópera para la ciudad había sido propuesta a finales de la década de 1940 por un aclamado director de orquesta inglés, Sir Eugene Goossens.

En ese momento, Goossens era una celebridad en el mundo de la música clásica, habiéndose forjado una carrera exitosa en Reino Unido y Estados Unidos.

Después de la Segunda Guerra Mundial, lo habían atraído a Sídney para fungir como director del Conservatorio Estatal de Música de Nueva Gales del Sur con la promesa de un salario mayor que el del Primer Ministro australiano, según contó el musicólogo Dr. Drew Crawford al podcast de la BBC “A Very Australian Scandal” en 2023.

La creación de un nuevo lugar de interpretación musical de primera clase era el proyecto que apasionaba al director.

Desde la ventana de su oficina había visto lo que creía que era el lugar ideal para ello: la estación de tranvías de Bennelong Point.

Conocida por los indígenas locales Gadigal de la nación Eora como Tubowgule, era un sitio en el que se habían llevado a cabo celebraciones aborígenes durante miles de años.

A lo largo de la década de 1950, Goossens ejerció una intensa presión para intentar convertir su sueño en realidad.

“Había muy pocas personas que pudieran tener y articular esa visión, y tener la atención del Primer Ministro [de Nueva Gales del Sur], del Primer Ministro [de Australia], y poder hablar con la gente para ponerla en marcha”, dijo Crawford.

Este era ese lugar ideal que Goossens había avistado: los cobertizos de tranvía de Fort Macquarie en Bennelong Point, Sídney (1955).Getty Images

Goossens convenció al primer ministro de Nueva Gales del Sur, Joseph Cahill, de que un teatro de ópera cambiaría la visión que el mundo tenía de Australia, y de que debían convocar “un gran concurso, abierto a los arquitectos de todo el mundo, para decidir exactamente qué tipo de edificio debían construir”, dijo Philpott.

“Sólo pusieron una condición: que nunca antes se hubiera construido algo tan extraordinario”.

Goossens no vería realizada su ambición.

En 1956, fue a Reino Unido a recibir un título nobiliario y al regresar a Australia fue detenido.

Requisaron su equipaje y descubrieron que contenía, entre otras cosas, pornografía de contrabando, fotografías comprometedoras y máscaras de goma.

El escándalo resultante, que incluía aventuras amorosas, erotismo y brujería, arruinó por completo su carrera.

Huyó a Roma, viajando bajo el alias de Mr E Gray, para no volver jamás.

El concurso de diseño, sin embargo, siguió adelante como estaba previsto, y un panel de jueces evaluó unas 233 propuestas presentadas.

A principios de 1957, el gobierno anunció que un arquitecto danés poco conocido, Jørn Utzon, era el inesperado ganador.

La elección del jurado del atrevido e imaginativo diseño de Utzon no estuvo exenta de controversia.

“Desde el primer momento, provocó en los habitantes de Sídney tanto asombro como desprecio ardiente”, afirmó Philpott.

“Se le llamó el monstruo del puerto de Sídney, un trozo de pastel danés, una carpa de circo en descomposición”.

El primer ministro Cahill, preocupado por la posibilidad de que el proyecto se viera frustrado por la opinión pública adversa o la oposición política, presionó para que las obras comenzaran antes de lo previsto, a pesar de que Utzon todavía estaba ultimando el diseño del edificio y aún tenía que resolver problemas estructurales críticos.

Utzon, el arquitecto de la Ópera de Sídney, diseñando en su escritorio en 1957.Getty Images

Aunque se pensaba que el diseño de Utzon era uno de los más baratos, todavía había problemas para recaudar fondos, por lo que en 1957 se lanzó una lotería estatal para ayudar a financiar el proyecto.

El costo final de la Ópera de Sídney se estimó inicialmente unos US$4.500.000 de entonces.

Su inauguración estaba prevista para el 26 de enero de 1963, el Día de Australia.

Ambas predicciones resultaron ser exageradamente optimistas.

“Desde el principio, la Ópera estuvo llena de problemas: humanos, mecánicos y estructurales”, informó Philpott.

La construcción se dividió en tres fases distintas: la construcción del podio, las estructuras del tejado y el interior.

Tras convencer al ministro de Transportes para que aceptara demoler la cochera de tranvías para construir el podio, Cahill, “descubrió que el terreno no era lo suficientemente grande ni lo suficientemente fuerte como para soportar esa estructura que, sobre el papel, parecía tan ligera como para volar”, dijo Philpott.

Para soportar el peso de la Ópera, fue necesario ampliar y reforzar todo el terreno mediante la construcción de más de 550 pozos de hormigón revestidos de acero, cada uno de un metro de diámetro, en el puerto de Sídney y sus alrededores.

Esa extensa obra, que no se había contemplado ni en el presupuesto ni en el calendario de construcción, se prolongó debido al mal tiempo.

El podio no se completó hasta enero de 1963, la fecha en la que se suponía que se inauguraría la Ópera.

Pero ese sólo sería el primero de los retrasos y los enormes costos adicionales que traería el proyecto.

El profesor Harold Ashworth, el Dr. Cobden Parkes y el Sr. Thomson con los planos de la Ópera de Sídney en 1957.Getty Images

La característica más distintiva de la Ópera, sus cubiertas de tejado que imitaban las velas de un barco, iban a presentar todo un conjunto de dolores de cabeza de ingeniería.

Inicialmente, el plan había sido hacer el tejado de acero revestido de hormigón, pero ese diseño presentaba problemas de ruido indeseados por cualquier artista.

El canto de las estrellas de la Ópera habría tenido que competir con las sirenas de los remolcadores en el agua, y las variaciones de temperatura habrían hecho que el metal y el hormigón retumbaran y crujieran como un trueno tropical.

Nadie había comprendido del todo la magnitud del desafío de ingeniería que suponían las atrevidas superficies curvas del tejado de la Ópera.

Como el proyecto de Utzon carecía de planos de ingeniería detallados, se había contratado a la empresa de ingeniería civil Arup para que trabajara en la construcción de la compleja estructura del tejado.

Pero, aunque intentaron varios rediseños diferentes, no pudieron hacer que los cálculos estructurales cuadraran.

“Lo primero que hizo Arup cuando se les pidió que colaboraran fue tomar estas formas libres y desarrollar una serie de modelos matemáticos que coincidieran con el diseño de Utzon. Ninguna de estas formas parecía construible”, le dijo Sir Jack Zunz, quien trabajó con Arup, a BBC Witness History en 2018.

Otro problema era que, como el techo era curvo, cada costilla de hormigón que lo sostenía sería diferente.

Eso significaba que, en lugar de tener un único molde que pudiera reutilizarse para moldear todas las vigas de soporte, cada una necesitaría uno independiente, lo que resultaba prohibitivamente caro.

La solución, según afirmaría más tarde Utzon, le llegó mientras pelaba una naranja.

Una naranja fue clave para resolver el problema.Getty Images

El arquitecto se dio cuenta de que todos los segmentos del tejado podían surgir de la geometría de una única esfera.

Al identificar qué parte de la esfera se adaptaba mejor a las formas que necesitaban, se podía cortar una serie de triángulos, cada uno con un lado curvo, creando una variedad de carcasas.

Estos segmentos esféricos se podían dividir en componentes individuales, que se podían prefabricar de manera uniforme en hormigón y ensamblar en el lugar.

“Volvió una semana después y dijo: ‘Lo he resuelto’. Y creó el esquema a partir de una esfera”, dijo Zunz de Arup.

“Pero al hacerlo, cambió la arquitectura radicalmente”.

Esa elegante solución permitió que la construcción del tejado abovedado comenzara en 1963.

Pero mientras los contratistas trabajaban en la ejecución de la visión de Utzon, el proyecto se vio acosado por disputas laborales y aumento de los costos de los materiales, lo que hizo que su presupuesto se disparara y su posible fecha de finalización se esfumara en la distancia.

Tanto que “nadie se atreve siquiera a predecir el año en que finalmente se abrirán las puertas”, señaló Philpott.

El principal partidario gubernamental del proyecto, el primer ministro Cahill, se enfermó a los pocos meses de empezar las obras.

En su lecho de muerte, en 1959, le hizo prometer a su ministro de Obras Públicas, Norman Ryan, que no permitiría que la Ópera fracasara.

Aunque al ser entrevistado por la BBC en 1965 Ryan defendió con entusiasmo el proyecto, para entonces la frustración por los crecientes costos y los interminables retrasos era palpable.

“Uno no sabía si debía admitir que trabajaba en ello en aquel momento”, confesó Zunz. “Si te subías a un taxi, te daban una reprimenda por todo el dinero que se estaba desperdiciando, y Dios sabe qué más”.

Para colmo de males, unos meses después de la entrevista de Ryan en la BBC, Robert Askin, que se había opuesto abiertamente al proyecto, fue elegido primer ministro de Nueva Gales del Sur.

Nombró a Davis Hughes como nuevo ministro de Obras Públicas, que chocó repetidamente con Utzon.

¿Lo ves? Cada 5 años, el personal de operaciones inspecciona cada uno de los azulejos de las velas de la Ópera de Sídney, golpeteándolos con un martillo especial. El sonido les dice si necesitan reparación. Tardan 6 semanas.Getty Images

Hughes, decidido a controlar el gasto, empezó a cuestionar los costos y plazos del arquitecto, exigiendo un juego completo de planos de trabajo para los interiores, la siguiente fase del proyecto.

“La situación empezó a ir cuesta abajo”, dijo Zunz.

“Utzon no podía, no quería, y no presentó los documentos que su cliente deseaba”.

En represalia, Hughes se negó a liberar los pagos exigidos por el equipo de construcción, lo que dejó a Utzon sin poder pagar a su personal.

En 1966, el arquitecto danés dimitió del proyecto y abandonó Australia, sin volver nunca a ver terminada su Ópera.

La dimisión de Utzon provocó una protesta pública: el 3 de marzo de 1966, 1.000 personas salieron a las calles de Sídney para exigir su restitución.

En su lugar, Hughes designó a un nuevo grupo de arquitectos australianos para que completaran el interior y las paredes de cristal.

Pero si Hughes pensaba que esto reduciría los costos y aceleraría el proyecto, estaba muy equivocado.

El nuevo equipo descartó la mayoría de los planes de Utzon para el interior y lo rediseñó radicalmente.

Utzon había previsto un doble propósito para la sala principal, como sala de ópera y de conciertos, pero ahora se consideraba que esto no era viable, por lo que hubo que demoler la maquinaria de producción escénica ya instalada.

El nuevo diseño también implicaba que cada una de las cientos de piezas de vidrio de las paredes interiores debía cortarse con un tamaño y una forma únicos, lo que seguía aumentando los costos.

La creciente factura de la Ópera de Sídney creció aún más cuando una disputa laboral de los trabajadores sindicalizados, por el despido de un trabajador y las demandas de mejores salarios, culminó en una huelga en 1972.

Pero al año siguiente, la monumental obra finalmente se completó, con un retraso de 10 años y un presupuesto 14 veces superior al inicial.

La Ópera de Sídney celebrada: las obras de arte de Robin Fox, en colaboración con Genius Laser Technology, se proyectaron en ella cuando cumplió 50 años.Getty Images

El 20 de octubre de 1973, la reina Isabel II inauguró oficialmente el edificio, que había “cautivado la imaginación del mundo”.

Utzon se negó a asistir a la inauguración y le escribió a Askin que no podía “ver nada positivo” en el trabajo interior realizado por los arquitectos australianos y que no le sería posible “evitar hacer declaraciones muy negativas”.

El arquitecto danés acabó haciendo las paces y volviendo a colaborar con el proyecto de la Ópera de Sídney en 1999, y aceptó trabajar en la renovación de su interior.

En septiembre de 2004, el salón de recepciones pasó a llamarse Sala Utzon en su honor, tras haber sido rediseñado por él.

En los años transcurridos desde su finalización, la aclamación por la arquitectura visionaria de la Ópera de Sídney no ha hecho más que crecer.

Su distintiva forma escultórica la ha convertido en uno de los edificios más reconocibles del mundo.

Más de 10,9 millones de personas la visitan cada año y es el epítome de la identidad nacional australiana; su altísimo tejado es una celebración de la creatividad, la cultura y la ambición frente a obstáculos aparentemente insuperables.

En 2007, el edificio, fruto de una combinación de arte, ingeniería y perseverancia, fue reconocido oficialmente como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Al recomendar su inclusión, el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios declaró: “La Ópera de Sídney es por sí misma una de las obras maestras indiscutibles de la creatividad humana, no solo del siglo XX, sino de la historia de la humanidad”.

BBC Mundo

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