Qué se puede aprender del caso $LIBRA

Tras el escándalo de $LIBRA, la reacción inicial de algunos es reclamar más regulación, terminar con esta tecnología que esquilma a incautos. Sin embargo, es importante señalar que dentro del mundo de los criptoactivos existen iniciativas serias, como Bitcoin, y proyectos muy interesantes basados en contratos inteligentes.

La regulación en el mundo de las inversiones busca proteger a los pequeños inversores, pero hay que tener cuidado, ya que el exceso de regulaciones puede ahogar la innovación. A fines de los 90 existían muchos proyectos de Internet que eran tan solo una página web con mucha publicidad y nada más, mientras que a la par estaban surgiendo gigantes como Amazon y Google. Hubiera sido un error asfixiarlos con trabas regulatorias.

En las inversiones de riesgo no debe esperarse de las autoridades una garantía como la que dan los bancos centrales sobre los depósitos bancarios, ya que el riesgo es esencial a la innovación y la actividad empresarial. No hay rentabilidad sin riesgo. La clave está en conocer los riesgos antes de lanzarse a una inversión.

Invertir en cualquier start-up es muy riesgoso. Basta pensar en empresas como Amazon o Tesla que estuvieron a punto de quebrar en sus inicios. Pero, por más dudas que enfrentaran, sabían qué buscaban: ofrecían una propuesta de valor a unos potenciales clientes. La incertidumbre residía en si serían capaces de ofrecer el producto o servicio de una manera que los potenciales clientes decidieran comprarlo.

¿Cuál es la propuesta de valor de $LIBRA? ¿Qué significaría que el proyecto $LIBRA fuera exitoso? Posiblemente ninguno de los que perdieron dinero comprando el token podría responder esta pregunta.

Cuando el único motivo para comprar algo es que otros lo están comprando y hacen subir el precio, estamos frente a una burbuja. Si no sabemos qué valor se propone generar el proyecto que estamos financiando, el único modo de ganar dinero es vendiendo antes de que la burbuja se pinche y nuestra ganancia será la pérdida de otro. Esto se parece mucho a un casino o a una partida de póker.

Si los fundadores saben que el proyecto no tiene una propuesta de valor y lo único que buscan es generar una burbuja para vender sus tokens antes de que se pinche, estamos frente a una estafa. La burbuja se puede iniciar difundiendo información ambigua o muy genérica, que suene atractiva, pero sin dar precisiones sobre el proyecto. También es común usar alguna celebridad para difundir el mensaje.

La burbuja de la estafa se puede pinchar de diferentes maneras (rug pull, un esquema ponzi u otro). Todas funcionan de manera similar: se infla el precio artificialmente y se vende antes de que se pinche, ganando a costa de los que entraron, pero no lograron salir a tiempo.

En algunos casos, puede ser difícil distinguir una estafa de un proyecto serio pero muy riesgoso, por lo que la regulación debería dejar suficiente espacio para que haya innovación. La clave está en la educación financiera de quienes participan en estos mercados.

Las preguntas que deberían hacerse antes de invertir son: ¿qué producto o servicio ofrece este proyecto?; ¿quiénes estarían dispuestos a pagar por él? Si no se conocen estas respuestas, posiblemente estemos ante un proyecto donde unos ganen a costa de los que pierden y ahí la pregunta sería: “¿quiénes van a perder para que yo gane?; ¿no seré yo uno de los que pierdan para enriquecer a otros?”.

Por último, hay una complejidad adicional en el mundo de los criptoactivos: los tokenomics del proyecto, es decir, el conjunto de principios que rigen la emisión, distribución y uso de los tokens, detallados en el documento técnico oficial (whitepaper). Si el proyecto realmente genera valor, la clave es cómo se distribuirá la retribución a los poseedores de tokens. En la mayoría de los casos, esta retribución proviene de la apreciación del token, por lo que es crucial no solo entender los motivos que impulsarán la demanda del token, sino también la oferta disponible y cómo se distribuirán esos tokens.

El autor es doctor en Ciencias Económicas y Empresariales. Profesor de Finanzas de IAE Business School

Por Javier García Sánchez

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