WASHINGTON.- La afinidad del presidente Donald Trump con el presidente ruso Vladimir Putin es de larga data. ¿Quién puede olvidar su respuesta en 2015 cuando le preguntaron sobre el asesinato de periodistas por parte de Putin? “Al menos es un líder, ya sabes, a diferencia de lo que tenemos en este país”, respondió Trump, y luego agregó: “Creo que nuestro país también mata mucho”. ¿O la infame conferencia de prensa de Trump con Putin en Helsinki en 2018? Cuando se le preguntó sobre la evaluación de inteligencia estadounidense de que Rusia había interferido en las elecciones estadounidenses de 2016, Trump respondió: “El presidente Putin dice que no es Rusia. No veo ninguna razón para que lo sea”.
Pero en el primer mandato de Trump, su rusofilia desenfrenada se mantuvo bajo control por nombramientos de línea dura como Jim Mattis, John Bolton y H.R. McMaster. La primera administración de Trump de hecho comenzó a proporcionar armas como misiles Javelin a Ucrania para resistir la agresión rusa y aceptó sanciones más duras impuestas por el Congreso.
En su segundo mandato, en cambio, Trump ha llenado su administración con funcionarios designados, como la directora de Inteligencia Nacional, Tulsi Gabbard, que comparten su tendencia a poner excusas al Kremlin, o con funcionarios que parecen demasiado temerosos de oponerse a su abyecta complacencia con Putin. El secretario de Estado, Marco Rubio, una vez llamó a Putin un “gánster” y un “matón”. Más recientemente, después de reunirse con representantes rusos en Arabia Saudita, elogió “las increíbles oportunidades que existen para asociarse con los rusos”.
Sin restricciones de ningún “adulto” de la administración, Trump está ejecutando lo que puede ser el giro más sorprendente en la historia de la política exterior estadounidense. Después de todo, la oposición a la agresión rusa ha sido un sello distintivo de la política estadounidense desde la revolución bolchevique de 1917, con sólo breves interregnos durante la Segunda Guerra Mundial y en los años 1990 y principios de los años 2000, cuando Rusia se estaba volviendo democrática. Pero ahora Rusia es más represiva que en cualquier otro momento desde que gobernó Joseph Stalin y más amenazante que en cualquier otro momento desde que Nikita Khrushchev asumió el poder, y sin embargo Trump está haciendo una concesión inmerecida tras otra al Kremlin.
Trump ha dejado de financiar la Fundación Nacional para la Democracia, que el Kremlin odia porque apoya a grupos que denuncian la tiranía y la corrupción de Putin. Ha suspendido las operaciones cibernéticas ofensivas contra Rusia. Votó con Rusia (y con regímenes rebeldes como Corea del Norte y Bielorrusia) en las Naciones Unidas contra una resolución que censuraba a Rusia por su invasión de Ucrania. Ha dicho que no defenderá a las naciones de la OTAN que supuestamente no pagan lo suficiente por su defensa (la mayoría de los miembros de la OTAN cumplen ahora su objetivo de gastar el 2% del producto bruto interno en defensa, pero Trump está cambiando los límites al exigir el 5% del PBI, mucho más allá del 3,4% que gasta Estados Unidos).
Lo más significativo de todo es que la semana pasada Trump suspendió la ayuda militar y el intercambio de inteligencia de Estados Unidos con Ucrania. La administración Trump incluso cortó el acceso de Ucrania a las imágenes satelitales comerciales. Aunque el impacto de la suspensión de la asistencia militar estadounidense puede tardar meses en sentirse, el fin del intercambio de información de inteligencia ya está teniendo un impacto perjudicial en la capacidad de Ucrania para atacar a las fuerzas rusas y responder a los ataques aéreos rusos.
Las consecuencias han sido especialmente agudas en la región de Kursk, en Rusia, donde las fuerzas ucranianas avanzaron el verano boreal pasado. “Sin embargo, desde que Estados Unidos suspendió el intercambio de información de inteligencia, los rusos han hecho rápidos avances en Kursk, con el objetivo de cortar las líneas de suministro ucranianas en la región”, informó la revista Time.
Time también escribió que “los ucranianos han perdido la capacidad de detectar la aproximación de los bombarderos rusos y otros aviones de guerra cuando despegan dentro de Rusia. Como resultado, Ucrania tiene menos tiempo para advertir a los civiles y al personal militar sobre el riesgo de un ataque aéreo o un misil que se aproxima”.
Después de que Rusia lanzara un ataque aéreo masivo sobre el este de Ucrania el viernes, matando al menos a 20 personas, Trump finalmente sugirió que Putin podría enfrentar algunas consecuencias por su agresión: “Estoy considerando seriamente sanciones bancarias, sanciones y aranceles a gran escala contra Rusia hasta que se alcance un alto el fuego y un ACUERDO FINAL DE PAZ”, escribió en Truth Social.
Pero Trump desestimó el impacto de esa amenaza cuando, en una conversación con periodistas más tarde ese día, justificó el ataque aéreo de Putin. “De hecho, creo que está haciendo lo que cualquier otra persona haría”, dijo Trump. “Probablemente cualquiera en esa posición estaría haciendo eso ahora mismo”.
Incluso si Trump impusiera más sanciones a Rusia, su impacto probablemente sería limitado. Estados Unidos y sus aliados ya han impuesto fuertes sanciones a Rusia, pero China y la India, en particular, siguen comprando cantidades masivas de energía rusa. La mejor manera de que Trump aplique una presión significativa sobre Rusia sería reanudar e incluso aumentar la ayuda militar estadounidense a Ucrania. Pero NBC News informa que Trump no reanudará la ayuda incluso si Zelensky firma un acuerdo que le dé a Estados Unidos acceso a los minerales ucranianos.
Trump está actuando como si Zelensky, no Putin, fuera el principal obstáculo para la paz, a pesar de que Putin puede poner fin a la guerra en cualquier momento simplemente retirando sus tropas del territorio ucraniano. El viernes, Trump dijo que Putin “quiere poner fin a la guerra” e incluso le atribuyó el mérito de ser “más generoso de lo que tiene que ser”, al tiempo que agregó: “Me resulta más difícil, francamente, tratar con Ucrania”.
¿De qué diablos está hablando? Zelensky ha dejado en claro que su nación desea desesperadamente la paz, pero que cualquier acuerdo debe incluir garantías de seguridad para evitar un futuro ataque ruso. Putin, por el contrario, no ha dado ninguna indicación de que esté dispuesto a detener su invasión, y ¿por qué debería hacerlo, cuando el principal partidario de Ucrania ha cortado el contacto con Kiev? La semana pasada, la madre de un soldado ruso muerto le dijo a Putin que Rusia “no debería hacer ninguna concesión”. Putin respondió: “No estamos planeando hacer eso”.
He dejado de intentar descifrar la naturaleza del vínculo de Trump con Putin. ¿Se trata simplemente de “envidia autócrata”? ¿Es Putin el hombre fuerte que aspira a ser? ¿Sigue esperando construir una Torre Trump en Moscú? ¿Es gratitud por la ayuda que Putin le dio en 2016? ¿O hay algo más siniestro en juego?
No lo sé. Pero sí sé que Trump ha reorientado la política estadounidense en una dirección pro-Moscú, y sin ningún buen motivo. Como escribió el mayor general australiano retirado Mick Ryan en Substack la semana pasada: “El régimen Trump-Musk-MAGA ahora está actuando como un aliado de Rusia”.
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