La posibilidad de personalizar un teléfono celular, de hacerlo estéticamente propio, ha sido una constante desde la primera llamada móvil hace medio siglo. Usualmente con fundas, combinadas en muchos casos con colores (del blanco o negro habituales a los más recientes colores, materiales y texturas). En las últimas semanas, no obstante, dos compañías mostraron otra idea: los teléfonos que cambian de color.
Una compañía es Realme, que desembarcó en la Argentina en diciembre, y que en ese mismo mes anunció el Realme 14 Pro, que más allá de sus características técnicas tiene una cubierta con pigmentos termocrómicos: por debajo de los 16 gratos de temperatura cambian del color perla a un azul, y vuelven al tono más claro a medida que aumenta el calor. No hay electricidad involucrada (es decir, no hay impacto en la batería por lograr que cambie de color).
El tratamiento del material de la carcasa hace, además, que no existan dos teléfonos con el mismo patrón exacto. Motorola logró algo similar (sin cambio de color) el año pasado con los Edge 50 Ultra, con una versión que usa madera y otra que usa un acetato (y sumó alternativas de texturas también). No es exactamente revolucionario, pero es un toque simpático, sutil, y que ya está disponible a nivel industrial.
Distinto es el caso de Infinix (también llegado al país en septiembre), que en octubre mostró su tecnología E-Color Shift 2.0. ¿De qué se trata? De un material que puede cambiar de tono al estilo de la tinta electrónica color: la propuesta es más ambiciosa que la de Realme, ya que permite elegir entre varios colores para diferentes elementos en la cubierta, lo que transforma la cubierta del teléfono en una suerte de pantalla de tinta electrónica. Podemos elegir un tramado y asignar colores al fondo y a los elementos del dibujo; una vez que está fijo el color no gasta energía, pero se puede actualizar por otro más adelante, las veces que quiera el usuario. El resultado es algo muy personal, aun si tiene ciertas limitaciones, como la geometría que puede lograrse, pero es una alternativa atractiva para que nuestro teléfono sea (o parezca) único.
No está, todavía, al nivel del Nubia X (devenido Z20) de 2019, que traía sendas pantallas en las dos caras del teléfono (la idea era que la del dorso mostrara una imagen personal cuando el teléfono estaba en espera).
Tampoco del YotaPhone que llegó al mercado hace una década, y que usaba una pantalla de tinta electrónica en el dorso del teléfono, para mostrar notificaciones, un mapa o un texto, pero se va acercando a esa idea máxima -que las fundas logran a medias- de hacer que cada celular sea visualmente único.
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