El canibalismo libertario y el extraño festejo que desató Victoria Villarruel

Veintitrés de enero. Hay quienes creen, aun en el círculo áulico que venera a Javier Milei y que jamás insinuaría alguna diferencia en público, que aquel día en Davos, durante el Foro Económico Mundial, pudo haberse producido un quiebre, aunque más no sea simbólico, en el rumbo del Gobierno. Lo juzgan como un desliz dialéctico innecesario que relegó la economía, el fuerte del Presidente, para poner el acento en la ideología woke y en el ataque a la comunidad homosexual. “A veces actuamos como caníbales”, asume uno de los funcionarios más influyentes, pero de bajo perfil. Aquella disertación, que puso en jaque el eficaz aparato que hasta entonces había desplegado la Casa Rosada para condicionar y dominar la conversación política, fue el preludio de una serie de hechos infaustos que hoy mantiene en vilo a la cima del poder.

A los pocos días del regreso de la localidad suiza, el 30 de enero, Karina Milei ordenó la expulsión de Ramiro Marra del partido y por primera vez dividió aguas en su propia feligresía. Un sector del oficialismo no supo cómo reaccionar frente a la salida de uno de los fundadores y financistas de La Libertad Avanza. Milei se vio obligado a blanquear que era ella, su hermana, bautizada por él como “El jefe”, la dueña de la guillotina.

Los incrédulos, los que suponían que se podía estar bien con uno y mal con el otro, tuvieron que asumir lo que puertas para adentro es ley: los hermanos son indisolubles. El 10 de febrero, en un mismo acto, ambos acordaron pedirle la renuncia a Sonia Cavallo como embajadora en la OEA y al jefe de la ANSeS, Mariano De los Heros.

Pero el cimbronazo más fuerte, el antes y después del primer año largo de gestión, llegaría dos semanas más tarde de Davos, el 14 de febrero, tras un cierre en paz de los mercados. Una auténtica bomba lanzada desde la soledad de un viernes por la noche en Olivos: Milei difundió en sus redes una nueva criptomoneda, $Libra -que creció de exponencialmente en pocas horas y luego se derrumbó para dejar decenas de damnificados-, y el episodio generó una bola de nieve que todavía resulta difícil de proyectar hasta dónde va a crecer.

Sobrevino entonces la fallida entrevista en TN, la instalación en el escenario de personajes marginales que entraban a la Residencia de Olivos con más facilidad que algunos ministros y que se arrogaban el derecho de interceder ante el jefe de Estado -como el trader financiero Mauricio Novelli- y una investigación judicial que va desde Comodoro Py hasta los tribunales de Estados Unidos y que ya provocó -a instancias del fiscal Eduardo Taiano- el pedido de entrecruzamiento de llamados de cuatro personas, entre ellas, Karina Milei.

Llegó el 1° de marzo y el discurso de Milei perdió preponderancia frente al incidente de Santiago Caputo y Facundo Manes. La oposición, que asomaba dormida, comenzó a despabilarse. Los radicales que no comulgan con el Ejecutivo se aglutinaron y hasta empezaron a fantasear con llevar a Manes como estandarte al tope de las listas de este año. Mauricio Macri criticó el entorno presidencial y les pidió a quienes conducen el PRO junto a él que se preparen para competir contra los libertarios.

Cristina Kirchner, desde luego, vio un hueco y aceleró. Acaba de dar la orden de ir a fondo contra el Gobierno: su maniobra más potente pasa por impedir que Manuel García-Mansilla y Ariel Lijo sean jueces de la Corte Suprema nombrados por decreto. La Comisión de Acuerdos dejó habilitado el debate y el kirchnerismo solicitó una sesión especial el próximo jueves para definir ambos pliegos.

El Gobierno se puso en guardia. Las murallas que Milei prometió levantar frente a su propia figura después del criptogate se trasladó a otros ámbitos oficialistas. “Estamos todos preparados para el combate. Hay un intento deliberado por generarnos fisuras. Recibimos ataques permanentes y no van a parar”, dice una voz de peso de La Libertad Avanza en el Congreso.

El propio Milei sostiene en la intimidad que van por él. Que lo quieren fuera de la Casa Rosada y que hay en danza una estrategia de desestabilización. La movilización de los jubilados del miércoles, apoyada por sectores kirchneristas y de izquierda, según el Ejecutivo, se fomentó en esa dirección.

Convendría, de todos modos, ir por partes. Cuatro millones y medio de jubilados cobran por mes 279.121 pesos más un bono, que no se actualiza desde hace un año, de 70 mil. La canasta básica de los jubilados, que incluye gastos esenciales como alimentos, medicamentos y vivienda, escaló a $ 1.200.523; es decir, por más que las jubilaciones hayan sido postergadas durante varios gobiernos, existen motivos de sobra para la protesta.

Es cierto que la manifestación fue copada por violentos que incendiaron contenedores, un móvil policial y que le tiraron piedras a los efectivos, un hecho que recordó el ataque al Congreso en 2017, con Macri en la presidencia. En eso, los manifestantes les dan argumentos al Gobierno: hay una fuerza de choque siempre dispuesta a generar caos cuando no gobierna el peronismo. Aunque esto no impide sostener que en algunas intervenciones haya habido abuso de la Policía, que merecerían investigarse. El joven Pablo Grillo sacaba fotos cuando una granada de gas impactó en su cabeza. Hoy se debate entre la vida y la muerte. En el Gobierno aseguran que no hubo excesos. La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, fue felicitada por Milei.

“Me solidarizo con todos los heridos, sean de los que fueron a manifestar como también de las fuerzas federales, que ponen el cuerpo en situaciones de mucha violencia”, dijo Victoria Villarruel. ¿Sorpresa? No del todo. La vicepresidenta explora excusas a menudo para pararse en la vereda de enfrente del Ejecutivo. La relación no tiene retorno. “No sé por qué me pegan tanto”, le dijo Villarruel a un funcionario de su propio gobierno hace algunas semanas.

En la Casa Rosada pasaron de la bronca a la celebración por las declaraciones de la vice. “Está totalmente perdida, consumida por el ego. Es increíble que hasta haya ido en contra de su discurso histórico, en contra de las fuerzas de seguridad”, afirma un ministro que compartió con Milei las horas posteriores a la marcha. “Javier festejaba. Ya le causa gracia”, indica otro interlocutor. Varios miembros del Gabinete se plegaron a la jarana.

La gracia se termina cuando algunos despliegan la teoría de que Villarruel podría ser parte de ciertos movimientos destituyentes. Ese es el verdadero rencor que el primer mandatario conserva contra su compañera de fórmula. ¿Será cierto que tienen pruebas? Villarruel promete resistencia. No se alejará de su puesto (“la bronca es que no la pueden echar”, dicen en su entorno) ni de hacer política. Su equipo tiene instrucciones precisas de cuándo y cómo actuar.

El día de la protesta, en el recinto del Congreso se vivieron escenas bochornosas, que ayudan -también- a entender el desorden de la fuerza gobernante. El ex jefe de bloque, Oscar Zago, se trenzó a piñas con el libertario Lisandro Almirón, mientras la oposición hacía una doble maniobra: impulsaba el pedido de Victoria Tolosa Paz para emplazar en comisión un proyecto que le quita las facultades especiales al Gobierno y pretendía ratificar a Marcela Pagano al frente de la comisión de Juicio Político. Almirón acusó de traidor a Zago y lo intimó a dejar la banca para no facilitar el quórum. “¿Qué te pasa? La concha de tu madre”, le respondió Zago, y se fueron a las manos.

Casi en simultáneo, Lilia Lemoine y Celeste Ponce se peleaban con Pagano y Rocío Bonacci, a las que acusaban de no haber dejado sus bancas y, supuestamente, ser funcionales a Unión por la Patria. Lemoine y Ponce las grababan con su celular. Pagano reaccionó contra Lemoine: “¿Qué te pasa, forra?”, le dijo. Y Bonacci le tiró un vaso con agua a Ponce. El revuelo general le dio lugar a Martín Menem, el presidente de la Cámara, para ganar tiempo y levantar la sesión. Máximo Kirchner y Germán Martínez se le fueron encima, a los gritos, pero no pudieron impedir el naufragio de la sesión. Desde su banca, un diputado con muchos años de trayectoria, se agarraba la cabeza y decía: “Estamos frente a un congreso psiquiátrico”.

Al menos, antes del bochorno, por unanimidad, los diputados le dieron media sanción al proyecto de declaración de emergencia ambiental, económica y habitacional para Bahía Blanca y otras localidades afectadas por una inundación inédita que dejó, al menos, 16 muertos. Se supone que será ley cuando pase por el Senado. El drama bahiense provocó un principio de diálogo entre la provincia de Buenos Aires y la Nación. “Necesitamos de todo, lo que sea y cuanto antes”, le pidió Carlos Bianco, el ministro de Gobierno de Axel Kicillof, a Guillermo Francos. El ministerio de Economía autorizó un envío inicial de 10 mil millones de pesos. Sonaba a muy poco. Lo era.

El miércoles, Milei recorrió los barrios más afectados. El viaje, inesperado, le sirvió para tomar real dimensión de la tragedia. Aunque estuvo con sus principales ministros, en un momento pidió que lo dejaran a solas con el intendente, Federico Susbielles. Al salir de ese encuentro, el Presidente le transmitió a sus funcionarios que había que crear un fondo especial para destinar una ayuda de 200 mil millones de pesos.

Milei no se privó de cuestionar a Kicillof, su enemigo actual, al que colocó por encima de Cristina. A la presidenta del PJ ni siquiera le contesta los tuits. “Ha decidido utilizar el dolor de los bonaerenses”, le dedicó al gobernador. Kicillof piensa que, en términos electorales, el enfrentamiento con la Casa Rosada le suma. Ayer cumplió con la obligación legal de convocar a las PASO en la Provincia, aunque aguarda que la Legislatura se expida y las suspenda. Su deseo, en contra del de Cristina, es adelantar los comicios bonaerenses, como hizo Jorge Macri en la Ciudad.

Apuesta a salir airoso para encarar sus últimos dos años de mandato confrontando cara a cara con Milei. Como si eso, por sí solo, le augurase un final feliz.

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