“Altura espacial”, cara hinchada y “patas de tero”: los síntomas de los astronautas tras varios meses en órbita
HOUSTON.- Los astronautas estadounidenses Butch Wilmore y Suni Williams seguramente están felices de haber podido retornar sanos y salvos este martes a la Tierra luego de una inesperada estadía de nueve meses en la Estación Espacial Internacional (EEI). Pero los síntomas físicos que los acompañarán por bastante tiempo, o incluso por el resto de sus vidas, no son precisamente agradables, según relataron los astronautas que vivieron experiencias similares.
La clave del cambio es volver a adaptar sus cuerpos y todos sus hábitos a la gravedad. Por ejemplo, al regresar a la Tierra deben acostumbrarse a que ya no están flotando en el aire y puede llevar varios días volver a acostumbrarse a la elemental cuestión del peso y la gravedad.
“Cuando llegas, puedes entregarle un bolígrafo a alguien, pero olvidas que existe la gravedad y, en lugar de que el bolígrafo flote hacia esa persona, caerá al suelo”, recordó a ITV News la astronauta de reserva británica, Meganne Christian. En este sentido dijo que tuvo que “reentrenar” su cerebro y saber que “cuando se entregan cosas a otras personas hay que dárselas en la mano, no soltarlas hasta que las agarren, y tampoco esperar que floten hacia ellos”.
Otro astronauta británico, Tim Peake, también señaló que en la primera semana de regreso del espacio su cuerpo sufrió muchos cambios ya que tuvo que ”lidiar nuevamente con la gravedad” con más carga sobre los músculos y los huesos.
Dijo que a los astronautas en general les lleva hasta dos meses recuperar su estado físico previo al vuelo. Cuando regresan a la Tierra su cuerpo está transformado por su acostumbramiento a la falta de gravedad. Por eso, al salir de la nave que los trajo de regreso, Wilmore y Williams fueron transportados en camillas y los próximos días se movilizarán en sillas de ruedas.
Christian describió su sensación de volver a la gravedad como “como tratar de moverse en un auto que gira a toda velocidad y sentir ese peso extra sobre todo el cuerpo”.
La rutina de hasta dos horas de ejercicios que realizaron diariamente en la EEI no alcanza para compensar algunos síntomas que sufren sus cuerpos por la falta de gravedad prolongada como “patas de tero” (piernas extremadamente delgadas), rostro hinchado y fragilidad ósea.
Sin gravedad y con la exposición a la radiación en el espacio, la atrofia y disfunción muscular afectan incluso al astronauta más en forma. La NASA descubrió que los cuerpos de los astronautas pueden experimentar una reducción de un tercio del tamaño de sus fibras musculares en menos de dos semanas.
En un solo mes en el espacio, un astronauta pierde hasta un 1,5% de su masa ósea, aproximadamente la misma cantidad que pierde una mujer posmenopáusica sin tratamiento en aproximadamente un año. Esta pérdida puede hacer que las personas sean vulnerables a fracturas y provocar osteoporosis prematura.
De hecho, sin la fuerza de gravedad, la columna vertebral de una persona se endereza y se desarrolla en altura.
La NASA afirma que la altura de un miembro de la tripulación puede aumentar un 3% durante los primeros tres o cuatro días de ingravidez. La astronauta Kate Rubins, por ejemplo, pasó de medir 1,68 metros a una “altura espacial” de 1,70, publicó la cadena CNN. Sin embargo, una vez de regreso a la Tierra, la gravedad reduce a los astronautas a su tamaño normal.
Sin gravedad, los fluidos corporales se desplazan de forma homogénea. Dado que el cuerpo está compuesto en un 70% de líquido, ese cambio se percibe en múltiples niveles.
En la Tierra, los fluidos corporales tienden a desplazarse hacia abajo, por debajo del corazón. Pero en el espacio, fluyen uniformemente y se desplazan hacia lugares donde normalmente no se acumulan.
El efecto es similar al de una persona que está haciendo la vertical: los cinco litros de líquido que lleva el cuerpo se mueven libremente hacia lugares donde no suelen acumularse en la Tierra, como la cabeza. Los astronautas suelen decir que sienten una congestión en la cabeza como si tuvieran resfriados y desarrollan un problema que algunos en la NASA llaman “síndrome de la cara hinchada” y, en el otro extremo, “patas de tero”. Estos problemas suelen desaparecer después de unos tres días en la Tierra, según la NASA.
El movimiento de fluidos en el cuerpo también puede causar problemas de espalda persistentes, independientemente de la duración del vuelo espacial. Un estudio reveló que la incidencia de hernias o roturas de disco es 4,3 veces mayor en astronautas que en el resto de la población terrestre, y el problema suele aparecer poco después de su regreso a la Tierra.
El problema de la redistribución de fluidos también parece afectar la visión de muchos astronautas, un problema que la NASA ha denominado Síndrome Neuro-Ocular Asociado a los Vuelos Espaciales. El ojo se aplana debido a la redistribución de fluidos, la capa de fibras nerviosas de la retina puede engrosarse y se produce un cambio refractivo que puede nublar la visión en el espacio.
Otra cuestión es que los niveles de radiación a bordo de la EEI son más altos que en la Tierra, ya que atraviesa el cinturón de radiación de Van Allen, pero el campo magnético terrestre aún proporciona una protección significativa.
El blindaje es crucial, ya que la NASA busca limitar el riesgo de cáncer de los astronautas a lo largo de su vida a un 3%.
El regreso tiene también sus placeres. Christian dijo que las dos cosas que los astronautas esperan con más ansias cuando vuelven son su primera comida y su ducha.
“Una de las cosas que los astronautas esperan con ansias cuando regresan a la Tierra es su primera comida”, dijo.
“Cuando estás en la estación espacial, intentamos que la comida sea lo más parecida posible a la que comemos en tierra, pero al final se deshidrata y se rehidrata, así que no es lo mismo”.
Peake se hizo eco de esto al señalar que la primera comida placentera que tuvo después de su misión de 183 días fue una pizza con cerveza fría. Y dijo que una de las cosas que más extrañaba en el espacio era caminar por la naturaleza y el aire fresco.
Para al menos algunos astronautas, la salud mental puede tener los mayores efectos. A menudo experimentan el “efecto de visión general”.
“Los astronautas obtienen esta experiencia profunda que luego influye en su visión de las cosas cuando regresan a la Tierra”, dijo el doctor Michael Harrison, especialista en medicina aeroespacial de la Clínica Mayo, en Florida.
Los astronautas describen la visión del mundo desde arriba como “hermosa” y “frágil”. Es un mundo sin fronteras ni límites, y contemplarlo genera en algunos una mayor conexión con los demás.
“No voy a usar necesariamente la palabra ‘mágico’, pero es una experiencia filosófica muy profunda estar en el espacio”, dijo Harrison.
Agencias AFP y AP
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