Para que las armas sean menos peligrosas, un grupo enseña a los jóvenes cómo usarlas


Cada año, el Departamento de Policía de Chicago incauta unas 10.000 armas ilegales y detiene a miles de personas por posesión ilícita de armas.

Sin embargo, las armas siguen siendo abundantes y fáciles de adquirir, y los jóvenes que viven en barrios peligrosos dicen sentirse inseguros sin ellas.

Ahora, un grupo está explorando una táctica diferente, que les dice a esos jóvenes:

“Quédense con sus armas si es necesario, pero aprendan a manejarlas con seguridad”.

Este método utiliza la filosofía de la reducción de daños, más conocida en los ámbitos de la drogadicción y la salud pública.

La reducción de daños pretende ser práctica y sin juicios, ya que ofrece ayuda sin insistir en la abstinencia, por ejemplo, dando agujas limpias a los consumidores de heroína o preservativos a los adolescentes.

De forma muy parecida, Stick Talk, un colectivo de Chicago, ha empezado a enseñar a pequeños grupos de adolescentes y adultos jóvenes habilidades como primeros auxilios para heridas de bala y cómo evitar descargas accidentales.

“Descubrimos que muchas de las cosas que les enseñan a nuestros niños no funcionan”, comentó Malik Cole, de 27 años, que dirige talleres de Stick Talk en un centro de internamiento de menores gestionado por el estado, donde estuvo detenido de joven.

Stick Talk enseña a pequeños grupos de adolescentes y adultos jóvenes técnicas como primeros auxilios para heridas de bala y cómo evitar descargas accidentales. Foto Sebastian Hidalgo para The New York Times

“Los niños siguen muriendo”.

Cole explicó que Stick Talk pregunta a los jóvenes qué quieren aprender “para ayudarles a sobrevivir en la vida”.

Poseer un arma es ilegal para los menores de 21 años en Chicago, y Stick Talk no enseña a los participantes a disparar armas.

Sí les enseña cómo portar, limpiar y guardar un arma y cómo comportarse si les para la policía.

Ujimaa Medics, un colectivo negro por la salud, les enseña técnicas de salvamento.

El planteamiento es similar al de un lugar de inyección segura, donde la gente consume drogas ilegales bajo supervisión.

Ese modelo ha ganado apoyo entre los legisladores de izquierda y moderados como una manera de prevenir sobredosis mortales, pero también ha recibido críticas de algunos a los que les preocupa que empeore los problemas con las drogas.

Sin embargo, esta analogía tiene sus límites.

Por un lado, los expertos académicos señalan que, si bien las drogas perjudican al consumidor, las armas pueden matar a otros, poniendo en peligro a todos los miembros de una comunidad.

A los participantes de Stick Talk se les paga una pequeña suma por asistir a las sesiones.

Algunos acuden voluntariamente, mientras que otros quizá son obligados por un tribunal a asistir a un determinado número de reuniones.

Audrey Dunford, que vive en el barrio de North Lawndale, trabaja allí en un tribunal de justicia restaurativa en el que la atención se centra en la rendición de cuentas más que en el castigo.

Ella remite a los acusados de delitos con armas a Stick Talk, donde hablan y reflexionan sobre conflictos hipotéticos.

“Entendemos que van a portar armas”, reconoció.

“Pero queremos inculcarles que piensen en todo momento. El hecho de que tengas un arma no significa que puedas simplemente dispararle a la gente”.

El grupo afirma que portar un arma no es un acto intrínsecamente violento, y que se detiene a demasiada gente por posesión y no por causar daños.

“La guerra contra las drogas ha evolucionado para convertirse en una guerra contra las armas”, declaró ethan ucker, uno de los fundadores del grupo, que escribe su nombre en minúsculas.

“Es la misma infraestructura carcelaria que se construyó y amplió durante la guerra contra las drogas la que ahora se reutiliza de esta nueva forma”.

Por supuesto que no todos los que portan un arma lo hacen para protegerse.

Los participantes tomaron notas en una reunión de Stick Talk en Englewood, una sección predominantemente negra del South Side de Chicago. Foto Sebastian Hidalgo para The New York TimesLos participantes tomaron notas en una reunión de Stick Talk en Englewood, una sección predominantemente negra del South Side de Chicago. Foto Sebastian Hidalgo para The New York Times

La policía encuentra cada vez más armas que fueron modificadas para hacerlas más letales, con complementos como cargadores ampliados e interruptores Glock, pequeños dispositivos que convierten las pistolas en armas automáticas.

“Ya empezamos a oír argumentos de la izquierda como: ‘¿Por qué nos preocupa tanto la portación de armas?’”, señaló Jens Ludwig, director del Laboratorio Criminalístico de la Universidad de Chicago.

“Yo creo que poca gente realmente plantearía el argumento conceptual de que el mundo en el que queremos vivir es uno en el que todas las personas portan armas”.

Análisis

Los estudios sobre la reducción de daños en otros contextos han constatado, en general, que esta técnica refuerza la seguridad sin aumentar comportamientos indeseables:

por ejemplo, el intercambio de agujas no provocó que incrementara el número de consumidores de drogas ni que consumieran más, y la distribución de preservativos no indujo a los adolescentes a tener relaciones sexuales.

Stick Talk opera de manera desapercibida, con un presupuesto muy reducido financiado por fundaciones, donaciones individuales y cuotas de recuperación.

Garien Gatewood, subalcalde de Chicago para la seguridad comunitaria, no había escuchado hablar del grupo, pero indicó que la ciudad ha adoptado métodos progresistas para la reducción de la delincuencia, como el “Plan Popular para la Seguridad Comunitaria”.

Desde hace aproximadamente un año, los delitos violentos en Chicago han caído en picada.

“Tenemos que reducir el daño”, afirmó Gatewood.

“Ha habido una desinversión intencionada en las comunidades que ha provocado daños”.

“Stick” es una palabra en inglés que en ciertos contextos significa pistola y Stick Talk surgió de la agitación de 2016, cuando la violencia en Chicago alcanzó su nivel más alto en 20 años, con más de 700 homicidios y 3500 tiroteos.

Un grupo de organizadores comunitarios preocupados por la violencia celebró una serie de sesiones de escucha. ucker describió a los participantes como “jóvenes que son criminalizados de manera muy intensa” y a quienes les han fallado los programas existentes.

Hace poco, en un local de Stick Talk en Englewood, una zona predominantemente negra de la zona sur de Chicago, seis adolescentes se reunieron para describir cómo era participar en el programa, que sigue el modelo de los círculos de justicia restaurativa.

A los asistentes se les dijo de antemano que no tenían que dar sus nombres completos para evitar llamar la atención de la policía.

Ariel, de 17 años, venía directamente del funeral de un amigo al que le habían disparado.

Los participantes relataron que al principio les atraían los 25 dólares que recibían por presentarse, pero que luego habían llegado a apreciar las conversaciones francas sobre temas que eran tabú en la escuela.

A veces reciben una lección de historia sobre cómo se configuró la política en torno a las armas en Estados Unidos en respuesta a grupos armados como los Panteras Negras.

También aprenden sobre cuentas bancarias y solicitudes de empleo:

“Cosas de la vida real, como aspirar a un futuro”, comentó Ariel.

Algunos dijeron que hablar de su trauma compartido les permitió abrirse. “No tengo paciencia, pero cuando estoy en el círculo, se crea un impulso que me permite tener paciencia”, contó Jamontay, de 19 años.

“Mi ira estaba fuera de control, pero he trabajado en ella. Pienso en lo que hago en vez de causar acción y destrucción”.

c.2025 The New York Times Company

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