OSLO.- El contexto no podría ser más paradójico. El número de enfrentamientos armados que involucran al menos un Estado alcanzó en 2024 su punto más alto desde 1946, según la base de datos de la Universidad de Uppsala, en Suecia. Sin embargo, el presidente estadounidense Donald Trump -quien se encuentra a la expectativa de un posible alto al fuego en Medio Oriente– asegura que merece el Premio Nobel de la Paz por haber resuelto “ocho conflictos”.
Mientras el mundo vive una escalada de violencia —desde Gaza hasta Sudán, pasando por Ucrania y Myanmar—, Trump insiste en presentarse como pacificador. Pero los expertos descartan que el Comité Noruego del Nobel lo elija este año, en una edición en la que no hay ningún claro favorito para el reconocido premio cuyo ganador se anunciará el viernes por la mañana.
Este año se recibieron 338 nominaciones, una cifra elevada pero habitual, cuya lista permanecerá en secreto durante medio siglo.
Entre los candidatos mencionados de manera informal en Oslo se encuentran las Salas de Respuesta de Emergencia de Sudán —una red de voluntarios que arriesgan sus vidas para asistir a víctimas de la guerra y el hambre— y Yulia Navalnaya, viuda del opositor ruso Alexei Navalny.
En 2024, el galardón fue otorgado al grupo japonés Nihon Hidankyo, integrado por sobrevivientes de las bombas atómicas, por su campaña contra las armas nucleares.
Este año, según Halvard Leira, director del Instituto Noruego de Asuntos Internacionales, “es posible que el comité busque una opción no polémica, centrada en derechos humanos, democracia o libertad de prensa”.
Entre los nombres que suenan con más fuerza figuran el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, o la agencia de apoyo a los refugiados palestinos (Unrwa), duramente cuestionada pero símbolo de la crisis humanitaria en Gaza.
También podrían considerarse la Corte Internacional de Justicia o la Corte Penal Internacional, así como organizaciones defensoras de la libertad de prensa como Reporteros Sin Fronteras o el Comité para la Protección de Periodistas.
“No, este año no será Trump”, dijo el profesor sueco Peter Wallensteen, especialista en relaciones internacionales. “¿Tal vez el próximo año? Para entonces estará más clara la situación en sus varias iniciativas, incluida la crisis de Gaza”.
La afirmación del exmandatario de que “puso fin a siete guerras y está por concluir una octava” fue recibida con escepticismo. En un discurso reciente ante militares en Virginia, Trump se quejó de que “el Nobel se lo darán a alguien que no hizo absolutamente nada”. Sin embargo, los criterios del comité apuntan en otra dirección.
Para Nina Graeger, directora del Instituto de Investigación para la Paz de Oslo, las políticas del presidente “van en contra de lo que está escrito en el testamento de Alfred Nobel, especialmente en lo que respecta a la cooperación internacional, la fraternidad de las naciones y el desarme”.
El mandatario republicano retiró a Estados Unidos de varios tratados multilaterales, impulsó guerras comerciales contra aliados y rivales, amenazó con tomar Groenlandia, y desplegó tropas dentro de su propio país. También arremetió contra universidades y medios de comunicación mediante demandas judiciales. “La lista de acciones que no se alinean con los ideales del Premio Nobel de la Paz es larga”, subrayó Graeger.
Jorgen Watne Frydnes, presidente del comité que otorga el premio, explicó que el jurado tiene en cuenta “toda la trayectoria de una persona o institución”, aunque el foco principal está en “lo que hacen concretamente por la paz”.
Pese a las reiteradas nominaciones —entre ellas la presentada por la congresista republicana Claudia Tenney en reconocimiento a los Acuerdos de Abraham de 2020—, los expertos señalan que las posibilidades de Trump son mínimas.
Theo Zenou, historiador e investigador de la Sociedad Henry Jackson, explicó que el comité prioriza “los esfuerzos de paz sostenidos sobre las victorias diplomáticas rápidas”.
“Hay una enorme diferencia entre lograr un cese del fuego temporal y resolver las causas profundas del conflicto”, señaló. Zenou agregó que la postura de Trump frente al cambio climático también juega en su contra. “No creo que le otorguen el premio más prestigioso del mundo a alguien que no cree en el cambio climático”, afirmó. “Los laureados anteriores han sido constructores de puentes y promotores de la cooperación internacional, valores que no se asocian con él”.
El recuerdo de 2009, cuando el comité fue criticado por otorgar el Nobel de la Paz a Barack Obama apenas nueve meses después de asumir, también influye. “La propia franqueza de Trump sobre su deseo de ganar el premio podría ser contraproducente”, advirtió Graeger. “El comité no querrá parecer que cede a la presión política”.
En un mundo más fragmentado y militarizado, la posibilidad de que el comité premie a Trump —cuyo lema “Estados Unidos primero” redefinió la política exterior estadounidense— parece lejana. “Su retórica no apunta a una perspectiva pacífica”, resumió Graeger.
El viernes se conocerá quién se alza con el galardón en un año marcado por el récord de guerras activas desde la Segunda Guerra Mundial.
Agencias AP y AFP
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