En medio de una crisis diplomática y humanitaria, uno de los seis refugiados que se encuentran desde hace nueve meses en la Embajada argentina en Caracas contó cómo es el día a día dentro del edificio, que se encuentra en constante asedio de la policía de la dictadura de Nicolás Maduro.
Se trata de seis miembros del equipo de campaña del presidente electo Edmundo González Urrutia y la líder opositora María Corina Machado. Según uno de los asilados, Omar González, la situación en la embajada es “insostenible” debido al corte de servicios esenciales y el constante asedio policial.
“Llevamos 11 días sin electricidad, sin agua potable y sin acceso a alimentos. Ni siquiera se permite la entrada de botellones de agua para beber,” denunció González.
La embajada, actualmente bajo la protección de la bandera de Brasil tras la expulsión de los diplomáticos argentinos por el régimen de Maduro, también ha sido objeto de vigilancia mediante drones y bloqueos de señales telefónicas. González describió estas acciones como “acoso y terrorismo psicológico”.
En ese escenario, los asilados se vieron obligados a desarrollar estrategias de supervivencia tales como racionalizar el agua y los pocos alimentos que logran obtener. “El domingo pasado quisimos intentar que unos motorizados nos trajeran algunos víveres y fueron detenidos (por la policía). Nos acusan de terroristas y de sospechoso de terrorismo porque nos traían unas pizzas para almorzar el día”, relató a DNews.
El contexto diplomático también es crítico. González acusó al cuerpo diplomático internacional de “indiferencia”, incluyendo al Papa Francisco, por no pronunciarse sobre las condiciones de los asilados y los más de dos mil presos políticos en Venezuela. Además, exigió una respuesta más contundente de los presidentes Javier Milei y Luiz Inácio Lula da Silva, quienes, según el asilado, podrían ejercer mayor presión para garantizar el respeto al derecho internacional y la entrega de los salvoconductos.
La situación también ha afectado la vida personal de los refugiados. González, de 75 años, contó que lleva varios meses sin ver a su esposa, una situación que describió como “parte del terrorismo psicológico”. Sin embargo, los refugiados se mantienen activos: escriben, realizan actividades físicas y buscan cómo mantener el ánimo en medio de la incertidumbre.
“Salvo problemas menores, estamos sanos y fuertes. No psicológicamente, desde luego. Esto es una especie de montaña rusa. A veces hay tristeza, a veces hay alegría, esperanza de que esto se va a solucionar”, contó.
González también habló sobre la posibilidad de un asalto por parte de las fuerzas de Maduro. “Eso es una posibilidad de que ingresen saltando todas las regulaciones del derecho internacional y tomen por asalto esta sede y nos lleven a las cárceles del horror. Esto es una posibilidad cierta y en varias oportunidades han amenazado con hacerlo, lo vemos a través de las ventanas. Creo que parte de este de ese terrorismo psicológico que están aplicando”, planteó.
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