Por qué Alemania se enfrenta a sus elecciones más importantes de la posguerra


BERLÍN.– Friedrich Merz, el hombre que reemplazó a Angela Merkel al frente de la democracia cristiana (CDU), se atrevió sin experiencia a saltar en paracaídas con la Legión Extranjera desde 4000 metros en la isla de Córcega. Pero la misión que le espera este domingo es mucho más riesgosa: a los 69 años, ese gigante de 1,98 metros de altura se lanzará al vacío para conquistar la mayoría de los 59,2 millones de votos que decidirán la elección legislativa en Alemania, considerada como la más importante de la posguerra.

Aunque los sondeos lo consideran como favorito, este exempresario que amasó una fortuna en los últimos años reposicionó su partido hacia la derecha y reitera su voluntad de “acentuar las raíces capitalistas” de Alemania.

El candidato favorito, de la CDU, Friedrich Merz. Photo: Sven Hoppe/dpaSven Hoppe – dpa

Originario de la región boscosa de Renania del Norte-Westfalia, su plataforma promete volver a las fuentes del modelo económico que labraron la grandeza del país, que –al entrar en su tercer año de recesión–, arrastra el lastre de 3 millones de desocupados y una profunda crisis de confianza de una población desorientada por las enormes amenazas geopolíticas que se abaten sobre Europa.

En plena crisis, Alemania enfrenta la ofensiva de China, su rival más poderoso, que inunda el mercado europeo con automóviles eléctricos subvencionados por el régimen de Pekín, la amenaza de sanciones aduaneras en Estados Unidos y la perspectiva de una alianza contra natura entre Washington y Moscú que sería capaz de poner en peligro los cimientos mismos de la Unión Europea (UE).

Hoy cada voto tendrá valor porque su principal rival, el partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD), viene escalando posiciones a ritmo acelerado. Actualmente, cuenta con 21 a 22% de intención de voto, casi el doble del caudal que reunió su partido en las elecciones anteriores de 2021.

Ese ascenso vertiginoso es el resultado del estrepitoso fracaso del gobierno que dirige el socialdemócrata Olaf Scholz aliado a los Verdes de Annalena Baerbock y Robert Habeck, y los liberales de Christian Lindner. También obedece a la crisis económica, la “postergación” de los alemanes en el mercado laboral y la sensación de invasión que experimentan los sectores populares frente a la inmigración que llegó al país a partir de 2015, fenómeno que creó una sensación de inseguridad acentuada por el terrorismo jihadista que continúa azotando al país.

Aun así, deberá recurrir a una alianza con el SPD de Scholz, que apenas totaliza 15,4% de intenciones de voto y obtendría unas 110 bancas, o con los Verdes, que también integraron la última coalición de gobierno y se mantienen en 14% (93 bancas posibles).

Con un caudal de 6 a 7%, la extrema izquierda de Die Linke podrá entrar al Bundestag, pero con un reducido puñado de bancas. El Partido Liberal, tradicional componente de la vida política alemana, corre el riesgo de no reunir el mínimo de 5% para abrir las puertas del Parlamento.

La candidata de AfD, Alice Weidel. (Kay Nietfeld/dpa via AP)Kay Nietfeld – DPA

Los factores esenciales del fulminante ascenso de la extrema derecha de la AfD son el carisma de su líder, Alice Weidel, y su falta de escrúpulos para recurrir a los sentimientos más primitivos del electorado.

Primera mujer en dirigir un partido neonazi en Alemania, su aceptación fue una sorpresa porque tropezaba con varias objeciones que podían haber hundido su carrera: esta economista de 46 años, siempre vestida en forma impecable, tenía el “inconveniente” de ser nieta de un militar nazi, lesbiana –casada con una directora de cine nacida en Sri Lanka, con la cual crían dos niños en Suiza para eludir impuestos– y de una audacia sin límite para jugar con fuego.

La última hazaña de “Alice für Deutschland”, como la bautizaron sus partidarios en un juego de palabras con el nombre de su partido, consistió en recibir un fuerte respaldo del millonario Elon Musk, que primero le envió su apoyo y luego se dirigió online a los alemanes durante un mitin para elogiar los valores de la extrema derecha. De paso, el dueño de la red social X insultó a Scholz y lo descalificó como canciller.

Weidel tuvo también el privilegio de ser la única dirigente política alemana ponderada por el vicepresidente norteamericano, J. D. Vance, tras lanzar su cruzada ideológica en Múnich. Previamente, había sido recibida en Budapest por el controvertido primer ministro de Hungría, Viktor Orban.

Esos gestos marcaron las dimensiones que alcanzó este año la injerencia extranjera en las elecciones alemanas, que “nunca en la historia fue tan importante como esta vez”, según Sinan Selen, vicepresidente de la Oficina Federal de Protección de la Constitución.

Los especialistas de la guerra híbrida del gobierno de Berlín temen que Moscú pueda penetrar los servicios de cómputos para falsificar los resultados, como hicieron en la elección presidencial de Rumania, en diciembre pasado.

Desde 2022, diversas usinas de trolls localizadas en Rusia trabajan en la campaña Doppelgänger (doble, o impostor), que utiliza un centenar de sitios de internet falsos y programas de inteligencia artificial generativa para fabricar deepfakes con imágenes trucadas o para lanzar campañas de intoxicación política o acusaciones contra dirigentes antirrusos. De manera similar actúa la operación rusa de influencia Storm-1516, detectada por el equipo de Selen. En los últimos días, también chequearon las redes sociales X, TikTok y YouTube, y prepararon planes de contingencia para intervenir en forma masiva si resulta necesario.

Alemania, que ya fue el centro neurálgico de infinitas batallas de propaganda durante los 40 años de la Guerra Fría, sabe que –una vez más– es el fiel de la balanza del equilibrio geopolítico europeo.

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