BERLÍN.– En mayo del año pasado, Maximilian Krah, cabeza de lista de Alternativa para Alemania (AfD) para las elecciones europeas, afirmó al diario italiano La Repubblica que jamás diría que “quien viste un uniforme SS es automáticamente un criminal”. Un exabrupto que provocó la exclusión inmediata de su partido de Identidad y Democracia (ID), el grupo que por entonces se ubicaba más a la extrema derecha del Parlamento Europeo.
“Las posiciones definitivamente pronazis de la AfD eran inaceptables incluso para Marine Le Pen, la líder de la Reunión Nacional francesa, que no soportaba esa deriva cuando ella hacía todos los esfuerzos posibles para ‘desdiabolizar’ a su partido”, estima Patrick Martin-Genier, especialista en Relaciones Internacionales.
Hasta ese momento, en el Parlamento Europeo, los representantes de la extrema derecha se repartían en dos grupos. En orden decreciente de radicalidad: Identidad y Democracia (ID), donde figuraban la Reunión Nacional (RN) francesa de Marine Le Pen o La Liga italiana de Matteo Salvini y los Conservadores y Reformistas Europeos (CRE), considerados —hasta ahora— los más presentables por los partidos tradicionales, que incluye al PiS polaco y Fratelli d’Italia de Giorgia Meloni.
Las posiciones de este último grupo son más atlantistas que las de todos los demás y expresan un ferviente apoyo militar a Ucrania. Desde su llegada al poder, Giorgia Meloni ha tratado de ubicarse como la única capaz de unir a las derechas europeas. Al mismo tiempo, pragmática, silenció su antiguo euroescepticismo y apoyó a Ucrania a pesar de una opinión pública dividida, colaborando con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen.
Con el tiempo, ID fue remplazado por Los Patriotas de Europa, grupo parlamentario lanzado en junio por el primer ministro húngaro Viktor Orban y formado por Konfederacja (Polonia), le SPD (República Checa), Reconquête (Francia), Wasraschdane (Bulgaria) y Republika (Eslovaquia), el Partido por la Libertad del holandés Geert Wilders, el portugués Chega, el español Vox y el Partido Popular Danés. La Liga de Matteo Salvini también decidió su participación en la nueva alianza.
Por su parte, segregada por todos, la AfD consiguió finalmente crear un grupo bautizado Europa de las Naciones Soberanas (ENS), agrupación todavía más a la derecha que todas las demás.
“Si bien los integrantes de Los Patriotas de Europa son considerados como representantes de la extrema derecha más radical del continente —pro-rusos, anti-Europa, anti-euro, racistas, xenófobos y populistas—, el ENS se ubica toda más a la derecha”, señala Martin-Genier.
En todo caso, si hay un partido de extrema derecha considerado como el más amenazante en Europa ese es la AfD que, al comienzo, era apenas una pequeña formación liberal y después conoció un éxito espectacular hasta obtener ayer 20,5% de los votos.
La historia de la AfD comenzó incluso antes de la creación del partido, en marzo de 2010. Para ayudar a Grecia, la entonces canciller Angela Merkel explicó que no había otra alternativa que “una ayuda masiva” de los países europeos a Atenas. La propuesta no hizo la unanimidad en Alemania donde, Bern Lucke, profesor de Economía en la universidad de Hamburgo, ex miembro de los demócrata-cristianos (CDU), creó un grupo que se convertiría en un verdadero partido en 2013: Alternativa para Alemania, en versión original Alternative für Deutschland (AfD).
Anti-euro y anti-establishment, la AfD recuperó parte del voto contestatario oponiéndose a Angela Merkel sobre Grecia o sobre la entrada de los refugiados. La fórmula dio sus frutos y el partido obtuvo 4,7% de los votos en las legislativas de 2013, que no le alcanzaron para entrar en el Bundestag, donde es necesarios alcanzar el 5%. Deslizándose sobre esa propuesta populista, el ala más a la derecha del partido excluyó poco a poco a los tránsfugas de la CDU y a los liberales, incluido su fundador.
En 2017 la AfD se convirtió en la tercera fuerza del país, con 12,6% de las boletas y enviando 94 diputados al parlamento. El resultado provocó una conmoción en el país y en Europa. En la ex Alemania del este, el partido catalizó los descontentos, al punto de llegar primero en Sajonia.
La AfD debió esa victoria en parte a sus dos líderes. Alexander Gauland, de 76 años, y Alice Weidel, de por entonces 38 años. El primero, ex miembro de la CDU, representaba la rama este-alemana. La segunda, nacida en el oeste, abiertamente homosexual, casada con una ciudadana de Sri Lanka, con la cual tiene dos hijos, y que encarna desde entonces la cara más moderna del partido.
El 19 de febrero de 2020, un terrorista provocó nueve muertos en un atentado dirigido contra los extranjeros. El autor, que se suicidó, dejó un manifiesto xenófobo reivindicando su acto. El Alemania, muchos pensaron que la AdF, liberando la palabra racista tuvo responsabilidad en el ataque.
Ese mismo año, el portavoz del grupo parlamentario AdF, Christian Luth, fue suspendido por haber declarado públicamente su orgullo de ser “fascista”. Otros escándalos del mismo estilo marcaron la historia del partido al punto de hacer retroceder la formación en las urnas que, en 2021, obtuvo solo 10,3% de los votos.
En su columna de apoyo, donde Elon Musk aseguró que “la única salvación para Alemania vendría de la AfD”, el millonario dueño de Tesla aseguró utilizó para definir a la formación el término alemán burgerlich, denominación que implica conservatismo clásico y frecuentable, partidario de reducciones impositivas, mayor seguridad y liberalización de las reglamentaciones.
Sin embargo, con el correr del tiempo y cada vez más radicales, ciertos miembros de la formación se ilustraron intentando rehabilitar la memoria de la Alemania nazi o apropiándose de la teoría del ‘gran remplazo’, según la cual, la población europea, blanca y cristiana, terminará desplazada y remplaza por musulmanes.
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