Juan Fernando Quintero, el titiritero de Racing que apareció cuando más se lo necesitaba para llevarlo a la final de la Copa Sudamericana
Si hay un partido grande, Juan Fernando Quintero tiene que estar en la cancha. Es posible que el colombiano juegue con algo de desgano en algún duelo poco trascendente del torneo local o en las fases preliminares de las copas internacionales. Pero en los momentos decisivos es donde aparece la fantasía y por eso ‘Juanfer’ enamora a todos los hinchas del equipo que ocasionalmente defiende. Lo aman los de River por aquel gol a Boca en el Santiago Bernabéu de Madrid y lo amarán por el resto de la eternidad los de Racing porque los rescató de un naufragio, de un momento en donde nada le salía al equipo de Gustavo Costas. Porque, más allá de los goles, Quintero se puso el equipo al hombro cuando todo era ansiedad en el Cilindro de Avellaneda y llevó a la Academia a la final de la Copa Sudamericana con el 2-1 contra Corinthians de Brasil.
La sensación es que se puso un poco celoso Juanfer. El neerlandés Memphis Depay se metió al campo de juego como para demostrar su categoría europea. Lo hizo en los primeros minutos con un taco para habilitar en el gol de Yuri Alberto, con un par de controles y de pisadas, y con un pase de crack a Garro, que se perdió el 2-0 cara a cara con Gabriel Arias.
Nada le salía a la Academia y, entonces, Quintero dejó la banda derecha y recorrió toda la cancha para gritar que en Sudamérica también hay talento de exportación. Comandó la remontada el cafetero pidiendo cada una de las pelotas, levantando a los suyos, indicando el camino a sus compañeros. Nadie dudó cuando el árbitro chileno Felipe González sancionó el penal: Juanfer lo tenía que patear y no falló con un disparo potente y al medio.
En el complemento, Juanfer siguió corriendo y entregándose. Hasta presionó. También le sirvió el tercero a Maximiliano Salas con un pase de cachetada de distinto. La malo fue que el atacante le erró al arco en la definición.
Salió sin ganas Juanfer cuando Gustavo Costas optó por sacarlo para el ingreso de Luciano Vietto. Salas, desde adentro, levantó las manos como haciendo una reverencia. Nadie en la cancha quería que saliera; él tampoco. Pero agachó la cabeza el colombiano, tragó amargura y salió sereno como buen líder.
“Estoy muy emocionado porque ha sido un año muy difícil. No quiero comparar lo que ocurrió con River hace 6 años. Hoy es otra etapa y en un club que me ha apoyado demasiado. Solamente tengo que agradecer, mi familia y mis cercanos saben que no ha sido sencillo”, contó Quintero tras el partido. Y siguió: “No hay palabra para explicarlo. Fue un año muy difícil. Se lo quiero dedicar a Dios y a mí familia. Sufrimos mucho, pero acá estamos, viviendo un momento hermoso con una hinchada que lo siente”.
Todos los abrazos fueron para Juanfer en el final. Hasta Costas se cruzó toda la cancha para arroparlo. Y tal vez lo mimen hasta la final del 23 de noviembre en Paraguay, donde sí o sí tiene que estar.
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