El papa Francisco llama todos los días a las 8 de la noche
Un alto al fuego en el Líbano no significa hasta ahora un cese de hostilidades en la guerra de Gaza. Está siendo bombardeada como pocas veces. Para Benjamín Netanyahu, es fácil firmar un frágil cese de hostilidades con Hezbollah, indispensable para que el presidente Joe Biden finalice su mandato con una paz conseguida. La Franja es el trofeo del premier israelí y la continuidad de la guerra, la garantía de que su gobierno no va a caer y él no va a ser detenido por corrupción. Las esperanzas de los gazatíes son una falsa ilusión para este pueblo sufriente, que ya padece 40.000 muertos y 100.000 heridos en esta guerra.
La creencia de Biden de que el acuerdo acelerará un alto el fuego en Gaza, reducirá las armas de Irán y sus representantes y abrirá el camino a un acuerdo regional más amplio, que ha buscado durante mucho tiempo, encuentra escasa justificación en los hechos.
En Gaza, el padre argentino Gabriel Romanelli, de la congregación Verbo Encarnado, lleva más de 29 años en su iglesia de la Sagrada Familia, la única capilla católica de la Franja y ha vivido todos los conflictos. Desde el inicio de la guerra todos corrieron a refugiarse en ella. Los musulmanes debieron irse bajo la presión de Israel. Quedaron los católicos, los discapacitados y los ancianos musulmanes.
Esta capilla de piedra, construida por un sacerdote austríaco, es como un oasis de paz en medio del horror de los bombardeos, de la hambruna, de la falta de gasoil, de agua sanitarizada, de hospitales, medicamentos, frutas y verduras. Llevan un año sin comer carne en Gaza.
Cuando se conoció el alto al fuego, el Padre Gabriel sintió la misma esperanza que los demás gazaties. Pero con su realismo cree que la guerra puede continuar. Así fue el diálogo desde Gaza con Clarín.
-¿Cómo está usted y cómo están los fieles en Gaza?
-Nosotros estamos bien, a pesar de que la situación está terrible. Nosotros, la gente que está refugiada aquí y que vive por lo tanto aquí noche y día, a pesar de la situación terrible que se vive.
-La situación diaria se ha agravado, ¿no?
-Es así. No obstante que, en la ciudad de Gaza, que se encuentra en lo que se llama últimamente el norte de Gaza, ha habido algunos signos de distensión, permitiendo entrar un poco de ayuda humanitaria.
Los bombardeos continúan noche y día. Se sienten no solamente disparos, sino de grandes calibres, los morteros, los tanques, la aviación. En las ciudades que están unidas a la ciudad de Gaza, que en realidad es como si fuese el gran Gaza, por así decir, en el norte, que es la ciudad de Jabalia, la mayor parte de la población fue desplazada. En la ciudad donde nosotros estamos, en Gaza, hay entre 50.000 y 65.000 personas de más, que están por las calles vagando, buscando refugio como sea. Incluso las casas, los edificios que quedan, los están derribando con bombardeo, con topadoras o los incendian para que la gente no pueda volver. La misma gente está muy temerosa aquí, porque en definitiva es todo muy pequeño. Cuando uno dice Jabalia, comienza a cuatro o cinco kilómetros de acá.
¿Toda esta gente que se desplaza del norte de Gaza, y que desplaza el ejército israelí, no tiene a dónde ir? ¿Están literalmente en la calle viviendo?
-Es así. Han hecho hace unas semanas dos lugares, donde pusieron tiendas de campaña. Esas tiendas blancas que uno veía en las películas hace años, de los desplazados del año 48, del 67, o en otros conflictos mundiales. Entonces hay gente que se ha refugiado ahí.
Pero la mayor parte de la población está literalmente en las calles o en las ruinas de algún edificio, donde encuentran un hueco. Y porque no se quieren ir al sur, que de todas maneras en el sur estarían del mismo modo. Porque si bien hay lugares, hay campamentos de refugiados, también ha habido y sigue habiendo bombardeos a los mismos lugares donde hay refugiados. Entonces la gente no quiere irse.
El impacto del alto el fuego en el Líbano
-¿Qué impacto tuvo el alto al fuego del Líbano en Gaza?
-Por un lado, es una buena noticia. La gente que he encontrado y he hablado se ilusiona con que eso puede pasar acá. Pero, por otro lado, los bombardeos han seguido todo el día, incluso muy fuertes. En la zona donde estamos nosotros se han sentido mucho, en Zeitun.
-¿Hamas ofreció un alto al fuego en Gaza?
-Este dato también a la gente la ha ilusionado. Pero como muchas veces se han hecho propuestas y contra propuestas y de ambas partes no han llegado a un acuerdo, no dan mucho crédito a que vaya a aceptarse. Pero lo ven como algo bueno porque viene del grupo. Lo ven como algo positivo. Ya el grupo del norte se sumó a la tregua, que vaya a pasar lo mismo acá. Que Israel lo acepte y se frene.
-¿Ustedes temen que la guerra se alargue o que se más corta, tras este alto al fuego en el Líbano?
-Con estos signos contrarios y contradictorios es difícil incluso manifestar una opinión. Nosotros también experimentamos lo que sintió la gente: un cierto alivio. El hecho que la tregua del norte de Israel con el sur del Líbano se realice. Pero nosotros que estamos en otra parte, en la Franja de Gaza. El temor existe. Porque el hecho de que continúen los bombardeos hace que continúen los muertos, los heridos, desplazamientos de personas… Hace unos días se han desplazado cuatro bloques, es decir cuatro barrios dentro de un gran barrio. Han pedido que la gente se vaya. Entonces eso hace que desgraciadamente en este momento no parecería haber signos concretos de distensión. Como que la guerra vaya a terminar enseguida. Nos podemos equivocar. Es una opinión, una sensación.
La situación en el Norte
-¿En el Norte de Gaza, la situación sigue peor, Padre?
-Se tiene muy pocos datos. La situación sigue terrible porque siguen sacando gente. Sigue habiendo gente entonces. Y sigue habiendo muertos, siguen destruyendo las casas, limpiando toda la zona. La ayuda que mandó Jordania es medio llamativa. El único dato es que se escucharon los aviones y algunos los vieron. Son aviones grandes. Pero lo paradojal es que donde tiraron es al sur de la ciudad de Gaza. Algunos dicen que cayó en la zona de Netzharine. Lo cual es una barbaridad porque nadie se puede acercar. No tenemos más noticias de ellos. Se han visto los aviones. Nadie los esperaba. No sabemos si han mandado más al Norte. La emergencia sigue siendo terrible.
-¿Y en Gaza, la capital?
-Para 400.000 personas en Gaza hay cuatro panaderías. El programa de alimentación mundial, que se encarga de hacerle llegar lo esencial para la producción de pan blanco, manda harina, levadura y gasoil para los hornos. Hace una semana que empezó a faltar gasoil. Una de las panaderías tuvo que cerrar. y después le dieron para que funcione al 50 por ciento por cuatro días. Hicieron entrar ahora un poco más de combustible, que dura para 6 días. Es a cuentagotas y están siempre con la espada de Damocles, sin saber que va a pasar. Y las lluvias, que son siempre una bendición, que nadie maldice jamás. Así y todo, en estos días que sigue lloviendo, hay muchísimas personas que están en carpas y entre los escombros, que han perdido lo poco que tenían. Con la lluvia viene el frio. Se han distribuido algunas mantas y colchones finitos. Al parecer está entrando un poco más de ayuda, pero es insuficiente.
-Existe la sensación de que la gente no quieren perder sus casas. Por eso no se van. Aunque probablemente terminen sus casas bombardeadas, porque son indiscriminados los bombardeos, ¿no?
-Es así. Los datos que llegan son muy tristes. Porque es como que sistemáticamente se están derribando casas, incendiándolas. De todas maneras, hay gente que se ha resistido a salir de su casa y han sido bombardeados, ellos adentro. La gente es de aquí, es de Gaza, y ellos, la mayor parte de la población, son población civil, que están fuera del conflicto. No quieren el conflicto. ¿Entonces, dónde vamos a ir?, se preguntan.
No nos olvidemos que Gaza, en los últimos 17 años, que hay un embargo. Desde hace más de un año comenzó la guerra, y desde hace seis meses, desde mayo, que todas las fronteras están cerradas. Gracias a Dios, hace un par de semanas, se ha abierto una frontera para el lado de Israel, del sur de la franja, para evacuar a más de 200 heridos, o personas graves de salud, para ser tratadas. Pero las instituciones internacionales hablan de más de 10.000, que tendrían que ser evacuados para ser tratados entre los heridos.
-¿Y a dónde va esa gente para ser tratada?
-En los últimos meses son poquísimos los que les han permitido salir. Pero los datos que nosotros tenemos, en este momento no van a Israel, y tampoco van para el lado de Egipto, porque la frontera entre la franja de Gaza y Egipto está completamente cerrada. Entonces son evacuados a otros países. Algunos dicen países del Golfo. Conocemos unas personas que fueron a un país de Europa. Pero de todas maneras no es constante eso.
-¿Ustedes siguen estando en la iglesia? ¿Han tenido que movilizarse, y llega más gente a donde ustedes están, pidiendo refugio?
-Nosotros estamos en la iglesia, aquí en la Sagrada Familia, en el barrio que se llama el Zeytun, que es uno de los barrios más populares, parte de la ciudad antigua. Gaza es una ciudad muy antigua. Es una barriada muy pobre. Nosotros, como refugio para la comunidad cristiana y para los niños con discapacidad de la madre Teresa, que son de la comunidad musulmana, tenemos 500 personas. Pero en el barrio, hay miles y miles de personas.
Con la ayuda de la iglesia local del patriarcado latino de Jerusalén, hemos podido hacer entrar ayuda humanitaria, comida, sobre todo. Tres veces en los últimos dos meses, pudimos hacer entrar un poco de verdura y frutas. Hemos ayudado a miles y miles de familias. La última vez la distribución llegó a 7.000 familias. Lo que significa una estimación de 41.000 personas. A las 2.200 familias que hay en el barrio, incluidas las familias cristianas, hay justamente miles de familias que vienen del norte de la zona, de Jabalia, de esos lugares, y que están en este momento en las calles también de nuestro barrio. Entonces se ve un afluir de gente. Hay más gente por todos lados.
-¿Ustedes son, en el barrio, los únicos que viven en más o menos seguridad, ¿no?
-Hay más o menos seguridad. Porque no nos olvidemos que también esta parroquia fue bombardeada varias veces.
La vida diario de los refugiados en la Iglesia
-¿Cómo están viviendo diariamente, Padre? ¿La situación es aún peor que un mes atrás, que es cuando hablamos por última vez?
-Desgraciadamente sí. Una porque el ánimo de las personas, que es parte también de las consecuencias de la guerra real y de la guerra psicológica, está más débil. Porque por un lado uno está como más curtido frente a cada bombardeo más. Es como que la gente se abstrae de los ruidos, no solamente los ruidos, sino los cimbronazos o las esquirlas, que siguen cayendo, menos que hace unas semanas, pero siguen cayendo. Esquirlas, digamos, que, así como penetran y perforan un tanque de agua. Tenemos gente conocida que ha muerto por las esquirlas.
-¿Ustedes tienen un hospital? ¿Tienen médicos, tienen psicólogos, tienen traumatólogos? ¿Cómo funciona ese hospital de urgencia que ustedes han tenido que generar?
-Hay una realidad que es el hospital cristiano, que es el hospital anglicano, también llamado bautista, que está a unos 600 metros. Ahí se hacen algunas intervenciones. Ha sido bombardeado también más de una vez. Los directores son cristianos. Los directores y la gente que trabaja están refugiados acá. A la mañana pasan a recibir la bendición por la iglesia y después se van al trabajo, pero es un hospital grande. Los ayudamos llevando comida para los enfermos, para los heridos que están ahí internados. Aquí mismo en el predio tenemos como un dispensario interno, con un doctor, que en realidad está jubilado, pero es un flor de tipo, de esos doctores de pueblo. Visita a todos y él es el encargado de la farmacia interna. También tenemos un dispensario externo, en uno de los locales de la iglesia, que ahí hemos recibido y recibimos miles de personas del barrio. Entonces ahí sí está otro doctor, también de la comunidad cristiana. Después hay un enfermero, un chico, un joven musulmán, muy bueno, que los recibe. Tenemos un dentista, que también armó su consultorio, como pudo, ahí en otro localcito. Sí estamos preparando para hacer un hospital de campaña, que hace seis meses que estamos preparándolo. Pero todavía no hemos podido hacerlo entrar, porque eso viene del extranjero, por medio del patriarcado latino de Jerusalén y la Orden de Malta. Serían como clínicas. Empezaríamos con clínicas no móviles, pero serían como contenedores. Porque en esta parte de la ciudad, donde hay miles de personas, no hay ningún otro espacio
-¿Y cómo? ¿Ahora siguen con agua, con electricidad?
-La electricidad, como es directa, no hay desde el comienzo de la guerra. Aquí lo que logramos generar es por los paneles solares. La mayor parte de los paneles solares fueron tiroteados, bombardeados, entonces fueron destruidos. Algunos se pudieron salvar, algunos se pudieron arreglar, y algunos pocos se pudieron comprar durante la guerra. Entonces eso carga las baterías. Ahora hay menos horas de sol, Después con un generador eléctrico, pero un generador que produce electricidad, un generador con gasoil, con diésel, producimos más para cargar las baterías, para hacer bombear agua de la cisterna, que con la lluvia que vino se ha cargado más. Aunque hay un pequeño manantial abajo de la iglesia, pero no es suficiente para cargar el agua que necesitamos. El agua que tenemos nosotros aquí no es muy buena, entonces la purificamos.
-Las familias musulmanas que viven alrededor de ustedes, ¿se pueden acercar a la iglesia o ustedes son los que tienen que acercarse a ellos?
-No, ellos se acercaban al comienzo de la guerra. Viendo que la guerra continuaba, hemos podido abrir un punto de distribución, a unos 150 metros de donde yo me encuentro en este momento. La iglesia ha adquirido una tierra, que era de una familia cristiana. Ahí hemos hecho el punto de distribución. Entonces para hacer más ordenada la cosa y más segura para todos, cuando llegan las ayudas, tenemos anotada la gente por medio del Ministerio de Desarrollo Social y de los mismos jóvenes de la parroquia. Se ha hecho como un catástro. Entonces se distribuyen a las familias porque ayudamos a personas civiles. No nos olvidemos que la mayor parte de la población de Gaza es musulmana. La iglesia desde siempre estuvo acá, tiene mucha relación con el barrio.
En cuanto a los medicamentos, después de unos cuatro meses dieron permiso de hacer entrar medicamentos. Lo cual eso va a ser que reforcemos las dos farmacias, tanto la interna como la externa. No es un enorme cargamento. Pensamos de hacer otro para poder ayudar incluso a otras instituciones sanitarias. Quedan pocas acá para 400.000 personas. Hablo solamente de la ciudad de Gaza. Eso es un alivio.
No hay medicamentos
-Medicinas faltan constantemente, incluso para enfermedades crónicas o para análisis. Yo tuve cáncer hace unos años, ahora me encuentro bien. En mayo del 2021, terminé la quimioterapia. Después seguí haciendo los chequeos, no apareció ningún indicio. Pero me tenía que seguir haciendo chequeos. No puedo. En toda la franja, en todo el norte, en toda la ciudad de Gaza, que antes de la guerra tenía más de un millón de personas, en este momento no hay ningún laboratorio que pueda hacer análisis para los marcadores tumorales, para saber si se está gestando otra vez o se ha vuelto el cáncer.
-Estuvo el primer ministro Netanyahu por el barrio, ¿no?
-Al sur de Zaitun, donde nosotros estamos, la zona más al sur del mismo barrio ya ahora forma parte de lo que se denomina el corredor de Netzarim. La superficie de ese corredor es más grande que la superficie de la misma ciudad de Gaza. La ciudad de Gaza cuenta, o contaba, con 45 kilómetros cuadrados y el corredor de Netzarim, que divide el norte de la franja de Gaza del sur, tendría unos 56 kilómetros cuadrados. En ocasión de esa visita se hizo más visible todo. Entonces la gente dice: “pero qué va a pasar, cómo van a seguir”.
El miedo a perder la tierra, la casa
-¿La gente tiene miedo de no poder volver nunca más y que los israelíes se instalen ahí?
-Y sí. Recuerdo una familia que, en su momento, cuando todavía estaba abierta la frontera del sur entre la franja de Gaza y Egipto, ellos podrían haber salido. No quisieron porque tenían propiedades acá. Fue bombardeada la casa de ellos. Pero “tenemos un terreno en Tel el-Hawa, que es el barrio contiguo al Zeytún”. Ese terreno quedó como incluido en esa zona del corredor ahora. Entonces la gente dice: “hemos perdido nuestra casa, hemos perdido la tierra, ¿qué será de todo esto?”. Tienen la ilusión de que alguna vez puedan volver, que no les quiten la propiedad. Pero, al mismo tiempo, están desesperanzados.
El papa Francisco llama todos los días
-El papa Francisco sigue llamando a la parroquia todos los días, habla con usted, ¿qué piensa?
-Todos los días, a las 8 de la noche llama. Los últimos meses llama principalmente al teléfono de mi vicario, del Padre Yusuf. Se acostumbró a llamarlo a ese número porque el Padre Yusuf está desde el principio de la guerra aquí. Pregunta cómo estamos, manda la bendición para las familias. Las familias saben que a esa hora llama el Papa. Así que vienen. Le mandan un saludo. El otro día vinieron todos los jóvenes a saludarlo, a pedir la bendición, a agradecerle. A veces traen a un niñito. La otra vez trajeron una nenita, que estaba muy enferma, bastante grave del colon. Recibió la bendición del Papa. A los pocos días se puso bien, después de meses de estar sufriendo eso. El agradece la misión que estamos haciendo: nos alienta, nos da la bendición. Todos los días, a las ocho.
-¿Y qué hicieron con su colecta de 60 mil euros?
-Eso es parte de justamente todo lo que es la compra y el transporte de la mercadería, ya sea en la parte de Cisjordania y en Israel. Sobre todo, cuesta. Incluso cuando entra la compañía de transporte desde las fronteras o los puntos que permitan entrar la mercadería hasta que llega al punto de distribución de la parroquia, también es una compañía privada. Eso es muy costoso. Entonces se ha usado para justamente la distribución.
La hambruna continúa
-¿La hambruna continúa? Porque lo que están diciendo en el exterior es que se está usando el hambre como una cierta forma de limpieza étnica en Gaza. ¿Hay hambruna permanente?
-La hambruna continua de distintos modos. No lo percibimos directamente aquí. Ha habido meses, en diciembre del año pasado, enero de este año, donde ha sido más fuerte el asedio, los bombardeos cercanos y donde han tenido lo mínimo, mínimo para comer. En otros lados, en el norte hemos pedido permiso para hacerles llegar ayuda porque no tienen nada para comer. Desgraciadamente no nos han dado permiso para ir ahí. Entonces en algunos lados no tienen absolutamente nada.
Pero la hambruna se da de distintas maneras. Hace al menos un año que falta carne. Hay algunas ayudas. La gente de buena voluntad ha mandado esas latas como de corned beef. Que es carne, son proteínas. Nosotros hemos recibido hace unos días atrás para las familias que están acá adentro. No me acuerdo cual fue la institución que las trajo. Teníamos un poco de cebollas. Ayer las Hermanas se inventaron unas hamburguesas. Tenemos papa, cebolla y estos corned beef. Entonces las hermanas están pensando para los niños hacer pasteles de papa. Pero es hacer magia. Hacer fantasía y magia. Porque no tienen ni siquiera eso y nosotros hace mucho tiempo no teníamos.
No hay carne fresca ni hay carne congelada. Lácteos no se consiguen. La última ayuda desde Jerusalén, del lado del Patriarcado Latino, hemos recibido bolsas de leche en polvo. Se distribuyó una por familia, si mal no recuerdo eran 5000 familias. Se los ayudó con una bolsa de leche. Pero cuando vos tenés 4, 5, 6, 7, 8 miembros por familia, eso les dura 4 días en el mejor de los casos. Entonces la hambruna se da por la falta de proteínas, de vitaminas. Nosotros vemos que la gente está más demacrada, todos han perdido peso. Yo llegué hace 6 meses y he perdido 14 kilos. La mayor parte de la población está viviendo en carpas, en épocas de lluvia. Pero el agua de las cloacas corre entre las carpas o abajo, donde la gente está durmiendo.
No hay carne fresca ni hay carne congelada. Lácteos no se consiguen. La última ayuda desde Jerusalén, del lado del Patriarcado Latino, hemos recibido bolsas de leche en polvo. Se distribuyó una por familia, si mal no recuerdo eran 5000 familias.
-Otro de los problemas son los robos a los camiones que trasladan la ayuda humanitaria. Aparentemente ha habido más de cien camiones robados ¿cómo es eso? Porque está todo militarizado…
-Los datos que tenemos son contradictorios. Se roba tanto en el norte como en el sur. Es llamativo porque a veces sabemos que entran camiones de personas, de comerciantes. No nos olvidemos que en los 2 millones de personas, hay comerciantes. Cada tanto, les dan permiso para comprar. Es medio llamativo porque, al parecer, los camiones de algunos de esos comerciantes no son robados. Pero sí los de la ayuda humanitaria, que tienen los mismos productos.
“Basta, no damos más”
-Hamas informó a que ejecutó a 20 gazatíes que robaban la ayuda junto con bandas de Gaza. Uno no se imagina que en medio de ese caos y con guerra, con un país en medio militarizado hay bandas.
-En todos lados en la guerra, la realidad supera la ficción. Como ve en las películas y en las novelas, hay gente que saca provecho. Hay personas que están encallecidas para el mal. No se van a conmover viendo niños que se mueren de hambre o personas despedazadas y entonces siguen haciendo mal. Desgraciadamente es así, a uno se le hace trizas el corazón. Nosotros tratamos de hacer el bien, no es fácil. Tratamos de distribuir, haber ayudado y esperamos poder extender la ayuda en el tiempo, más de 40 mil personas. Es más, del diez por ciento de la población que queda en la Ciudad siendo la realidad de esta parroquia muy pequeña. Entonces, bueno, haber distribuido a familias pobres verduras y frutas, la gente contentísima. Incluso gente que por la realidad de Gaza muchos ni saben que hay una iglesia. Nosotros éramos mil cristianos. Éramos el 0,04%. Muchas personas ni siquiera sabían que existía la iglesia. Entonces encontrar que este grupo nada más por caridad, porque no nosotros no hacemos comercio, y ¿cómo es?
-¿Usted puedo ir al mercado? ¿De dónde sacan esa comida? Y cómo se puedan pagar esos precios cuando hace un año que nadie puede trabajar en Gaza
-Cuesta cada vez más. Hay cosas que la gente va y cambia como un trueque o consigue una caja y la vende o la canjea por una bolsa de porotos o de harina. Después lo de las verduras. Ayer me dijeron que en una zona de la ciudad estaban vendiendo frutas y verduras. Fueron algunas familias de acá. Trajeron un kilo de paltas, como si fuera un tesoro. Pero los precios son carísimos y eso lo trajeron comerciantes. La mayor parte viene desde Jordania, a través de Israel.
-Porque en realidad Estados Unidos ha forzado a Israel a que regularice la ayuda humanitaria. Pero obviamente no está regularizada
-No, no está regularizada.
-¿La ONG sigue trabajando?
-Acá la gente los sigue llamando UNMRA porque hace decenios que la mayor parte de la población de Gaza recibía ayuda de ello. Ahora, quizás con otro nombre, igual siguen recibiendo ayuda. Igual no es la ayuda suficiente. No nos olvidemos que para los 2.400.000 millones de personas que vivimos en Gaza, entraban unos 400 o 450 camiones diariamente y no era suficiente. Ahora, cuando se habla de que entraron 10, 20, 40, en el mejor de los casos 80 camiones en dos o tres días, es nada. Porque la gente, al haber perdido todo, no les queda nada. Entonces necesitan absolutamente de la ayuda humanitaria porque ni siquiera tienen el jardín de 4 metros cuadrados de su casa para plantar un poco de tomate o de pepinos.
-¿La gente sueña con un alto al fuego o cree que esto no va a terminar nunca?
-La gente sí sueña el alto al fuego. Pero está muy desgastado todo y hay altibajos. La gente está muy curtida. Pero sí, sueña. Espera que termine. Mucha gente lo dice explícitamente: “que liberen a los rehenes, a los prisioneros”. Otros dicen, aunque sean liberados todos, al parecer no hay voluntad política para frenar. Cuando sienten que un país hace una propuesta, muchos no creen en nada, pero la ilusión está. No nos olvidemos que la mayor parte de la población de Gaza es joven, son niños y adolescentes. Las familias piensan en el futuro de los hijos, de los nietos y se ilusionan.
No hubo guerra que no se termine. Pero lo que más los acongoja es el después de la guerra. Qué van a ser después porque han perdido todo: casas, trabajos, escuelas. Dicen:” basta, ya no aguantamos más”. Nuestro punto principal de reunión es la iglesia. Hay gente que duerme ahí. Hay gente que está todo el tiempo. Es la misa, es la escuela, estamos rezando y se escucha, tiembla, cae un vitraux mientras estamos rezando por las explosiones cercanas. “Basta, no damos más”. Eso dice la gente.
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