Autocríticas, recriminaciones y pases de factura en la coalición oficialista en Uruguay tras la derrota electoral
MONTEVIDEO.- Semana de duelo para el oficialismo en Uruguay, tras una caída en el balotaje más dura de lo que dejaba entrever cualquier previsión. Y como sucede con cualquier golpe en la vida, en sus filas dominan las emociones, entre el dolor y la bronca, y también asoman las recriminaciones, mientras se evalúan las causas y se resetea el camino.
El golpe fue especialmente fuerte dado que en los últimos sondeos el candidato de la coalición de gobierno, Álvaro Delgado, había acortado distancias con Yamandú Orsi, que lideraba las encuestas por tres puntos.
Dos encuestadoras bajaron ese margen a 0,5% y 0,6%, un cabeza a cabeza que devolvía la esperanza y dejaba a Delgado al borde de la remontada heroica. Solo un puñado de votos lo separaba de la Torre Ejecutiva para suceder a Luis Lacalle Pou a partir de marzo próximo.
“Yo creo que los tomó por sorpresa el resultado, esperaban ganar, y sobre todo no esperaban una derrota tan categórica. Creo que la coalición ingresa en un período de introspección y autocrítica. Algunos representantes de la coalición ya están diciendo cosas interesantes, explicó a LA NACION el politólogo Adolfo Garcé.
El senador Javier García, del Partido Nacional, principal socio de la coalición, hizo un mea culpa y llamó a evaluar los errores. “La única forma de modificar las actitudes cuando no están bien es reconocer que uno mete la pata y aquí metimos la pata. Y seguramente, y saquen el seguramente, yo me hago cargo de mi metida de pata”, señaló el legislador, citado por El País.
Varios dirigentes subrayaron la pérdida de votos en el interior, que resultó crucial en el recuento final. Según expresó el ministro de Transporte, José Luis Falero, allí “hubo una menor votación de la que preveíamos, porque a nuestro entender este gobierno hizo una fuerte apuesta a la descentralización”, como en la construcción de viviendas y rutas, pero eso no fue suficiente.
“Quizás estaban esperando algo más que le llegara al bolsillo, que no llegó como hubiéramos deseado al comienzo por la crisis que conocemos, y quizás los tiempos no nos dieron”, sentenció el ministro.
Alguien diría que al oficialismo se le escapó la tortuga en el interior, donde el Partido Nacional, con su historia y su tradición, suele dominar holgadamente. Si bien volvió a ser mayoritario en casi todos los departamentos, permitió que el Frente Amplio, imbatible en Montevideo, sólido en Canelones, sacara suficientes votos del resto para lograr un triunfo con más de 100.000 votos de diferencia.
“Quiero saber por qué el Frente Amplio creció tanto en el litoral. Quiero saberlo, porque de no hacerlo estaría jugando a la gallinita ciega”, dijo el senador electo Sebastián Da Silva, uno de los más vehementes críticos del desempeño de su partido. Da Silva pareció apuntar más a la gestión de determinados dirigentes que al desempeño de los cinco años de gobierno de Lacalle Pou, que termina su mandato con una imagen positiva cercana al 50%.
Según Da Silva, el gobierno de Lacalle Pou entregará al Frente Amplio una “Ferrari con las cubiertas nuevas” para que la izquierda se “haga cargo”, y rogó “a Dios que la sepa manejar y la lleve a buen destino”.
El senador electo había dicho la misma noche electoral que no quería ser “la cara de la derrota”, una expresión que no cayó nada bien entre algunos de sus compañeros.
“No tiene ni idea Da Silva de lo que es dar la cara. Es fácil parase frente a un micrófono y decir cualquier barbaridad. Cuando uno tiene la responsabilidad de gobernar, eso es dar la cara. En mi oficio y en el de mis colegas, se da la cara cada centímetro cuadrado que usted recorre. Dar la cara no se trata de salir a decir barbaridades”, dijo el intendente de Paysandú, Nicolás Olivera.
“Cobarde es estar comiendo canapé viendo cómo te ganan en Paysandú”, retrucó Da Silva en su cuenta de X.
Entre las razones de la derrota volvió a surgir también la teoría de la supuesta mala elección de la compañera de fórmula de Álvaro Delgado, Valeria Ripoll, antigua militante de la izquierda y del sindicalismo, designada para captar otro tipo de votos, pero que según temían algunos podía terminar ahuyentando a los propios.
Y mientras evalúan el pasado, los ojos están puestos en el futuro. Creada en 2019, cuando venció en el balotaje al Frente Amplio, la coalición de centroderecha que gobernó en estos últimos cinco años bajo el liderazgo de Lacalle Pou afronta un escenario desconocido, y ahora sus partidos deberán decidir si siguen juntos como oposición.
“Esto de que sea una coalición no me convence, para mí los blancos son los blancos y los colorados son los colorados, cada cual con su identidad. Y que gane el partido que tenga más votos. Si tiene que ganar el Frente Amplio, que gane”, dijo a LA NACION una militante del Partido Colorado el día del balotaje, nada convencida de votar a Delgado.
¿Serán solo amigos en la victoria, los colorados y blancos? No está claro el destino de la coalición, aunque tanto Delgado como el excandidato colorado, Andrés Ojeda, de gran campaña en primera vuelta, quieren consolidarla. Menos claro es el caso de otro de los partidos de la alianza, Cabildo Abierto, el tercero en importancia.
“Creo que lo que prevalecerá es cierta coordinación entre los partidos de la oposición, sobre todo entre colorados y blancos, cierta coordinación política, cierta sintonía, con un Cabildo Abierto que se va a mostrar en algunos temas más dispuesto a colaborar con el Frente Amplio”, dijo Garcé sobre lo que puede suceder a partir del 1 de marzo, cuando asuma Orsi.
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