El slow fashion toma la forma de sombreros originales

CÓRDOBA.- Vende al exterior sombreros o, según su propia definición, “esculturas para la cabeza”. Flor Tellado estudió Diseño de Indumentaria y empezó a trabajar como asistente de vestuario en publicidad hasta que decidió complementar su formación aprendiendo sombrerería. Se acercó a Hilda Juárez, maestra sombrera del Teatro Colón, quien la inició en el oficio. Con el tiempo armó su marca, con la que llega a diferentes países. “Nada de distribuidores, todo es artesanal, individual. No quiero perder mi identificación con la slow fashion”, dice a LA NACION.

Abierta en 1676, Lock & Co en St James’s, en el centro de Londres, se considera la tienda de sombreros más antigua del mundo. Por datos como ese, la capital inglesa se considera uno de los mejores lugares para aprender sombrerería y, además, es una sociedad que los usa. Los expertos en moda estimaron que Isabel II desde el día de su coronación, el 2 de junio de 1953 hasta su muerte, utilizó alrededor de 5.000 sombreros y tocados.

A esa meca fue a aprender Tellado. Mientras hacía sombreros en la casa de Juárez y “aprender el paso a paso” seguía la carrera de Laura Noetinger, la argentina modista de sombreros de alta costura, entonces radicada en Londres. “Un día ví que Noel Stewart, el sombrero de Balenciaga, buscaba pasantes y me fui a vivir cuatro meses a Londres. Quería aprender. Estaba de 9 a 18 en su taller. Me enseñó mucho; cosí, trabajé, aprendí. Ví cómo funciona una marca en Londres. Fue una experiencia muy importante que también me enseñó la importancia de perseverar. Todo lo que vi lo pongo en práctica”.

Por ejemplo, aprendió a trabajar con piel y cuando el trapero Paco Amoroso le pidió un sombrero con un tapado desarmado, lo hizo. Tellado asegura que en esa pasantía en Londres advirtió que podía salir al mundo. A su manera, pero hacerlo. En 2014 la invitaron a participar de la London Hat Week donde se contactó con show rooms: “Es toda una red mundial y se puede entrar. Ese fue mi primer paso para empezar a vender en el exterior”.

“Me compraron mucho y al regresar mandé dos valijas llenas afuera -cuenta-. Entonces me parecía una locura. Soy una minipyme. Todo lo hago yo. Diseño, fabrico, me pongo en contacto con el cliente, hago el envío. Es una decisión súper sustentable. No quiero que sea masivo; es un trabajo artesanal que lleva tiempo y mucha dedicación física”.

En 2017 llegó con sus sombreros a la London Fashion Week y sus diseños estuvieron al lado de los de su maestro, Stewart. “Después de eventos así empiezan a llegar pedidos, contactos de todos lados”, resume. Comenta que al lado de una marca de moda siempre hay un diseñador de sombreros, que es una especialidad. Valery Demure fue su curadora y representante en París y Londres.

Tellado sigue siendo vestuarista y tiene una tienda de alquiler de vestuario en el barrio porteño de Palermo. Recuerda a la estilista Carolina Aubele como “la primera” que la llevó al mundo laboral con lo que ella había estudiado.

Realiza sombreros para muchos artistas, algunos de sus diseños los lució la actriz y cantante española Rossy de Palma en una campaña que realizó con el argentino Pablo Ramírez. “Me manejo por redes, es todo muy personalizado y así también es la forma en que llega ese segmento de clientes”, señala. El cantante Marilyn Manson, por caso, tiene varios sombreros hechos por la argentina y desde el círculo de Beyoncé la contactaron para que les haga llegar “propuestas”. Su sueño es alcanzar a Lady Gaga.

“Cada uno tiene un toque lúdico -precisa-. Uso muchos y múltiples materiales, cualquiera que pueda manipular y que se pueda combinar. No hago los típicos sombreros de fieltro; son mini esculturas para la cabeza. He trabajado con pasto sintético, con guirnaldas navideñas, con un mantel individual. Me gusta no depender de un material que se compra afuera; si vendo a otros países también quiero sea con material de la Argentina. Esto también hace que se distingan, que sean inesperados. Es una combinación de materiales poco frecuentes para sombreros con la tridimensionalidad”.

El precio arranca en los US$200 y el tiempo de confección va entre dos días a una semana. “Siempre se empieza a crearlo antes, en la mente. Puedo estar un mes o más pensándolo y una vez que me senté lo quiero terminar”. Las ventas afuera son a través de couriers y el costo de los envíos es a cargo de los compradores. “A veces recomiendo no comprar algunos para embalar porque son más difícil y corren riesgo llegar enteros -puntualiza-. No trabajo con distribuidores porque lo mío es slow fashion. Cada producto lo hago desde cero y sería imposible trabajar por volumen”.

Tellado subraya que el mercado de los sombreros es “de nicho”. Además de la industria de la música, del teatro, la mayoría de sus clientas son “mujeres empresarias con personalidad para vestirse; las que no quieren pasar inadvertidas y eligen prendas únicas. Les gusta invertir. Podría decirse que son algo excéntricas y tienen una posición que les permite darse estos gustos”.

Tellado sueña que en la Argentina el sombrero se use más: “Siempre digo que hay que ir de a poco, empezando con lo más clásico e ir sorprendiendo. Es mucho más que un accesorio, protege del sol, del frío. Da estilo”. Mamá de una nena de seis años, asegura que desde su nacimiento agregó “color” tanto a su vida como a sus diseños. Valora el trabajar junto a otros diseñadores, “es súper nutritivo, aporta una nueva visión, permite crecer”.

Conforme a los criterios de

Los comentarios están cerrados.