Empezó con selectos frutos donde nadie lo había hecho y cuenta cuál es el secreto para arrancar de cero
CÓRDOBA.- Jorge Antonio fue pionero en la producción de frutos rojos fuera de la Patagonia. A comienzos de los ‘80 apostó por la provincia de Buenos Aires, en lo que califica como un “desafío difícil”. En Arrecifes hacen unas cuatro hectáreas de mora y, en Carmen de Patagones, destinan una superficie similar a frambuesas. Con el tiempo fueron ampliando la distribución e incorporaron su procesamiento para vender también jugos.
“Estábamos en la actividad agropecuaria y queríamos tener una alternativa distinta a los cereales y oleaginosas -dice Antonio a LA NACION-. Fuimos los primeros en la Argentina de salir de la zona tradicional de producción de berries que es el sur, donde se hacen desde principios de siglo impulsada por los alemanes”.
En 1983 comenzaron en Arrecifes y distribuían frescos a los supermercados. “Muy complicado todo, una producción diferente a la que no estábamos acostumbrados -repasa-. Con el lema ‘hacia lo natural’ fuimos incorporando otras frutas y verduras frescas y congeladas y jugos naturales que elaboramos en nuestra propia planta de producción”. La empresa madre es Gergal y Gerberries es la división que fue ampliándose.
Además de su producción propia, cuentan con una red de otros productores que están en distintos puntos del país lo que les da mayor volumen y les permite contar con frutos rojos frescos durante la mayor cantidad de meses posibles. La empresa cuenta con una planta de proceso con cámaras frigoríficas, un túnel de IQF, línea de clasificación y lavado de arándanos y con una planta procesadora y embotelladora de jugos de frutas, ambas en Villa Martelli.
“La producción en Buenos Aires ha sido una lucha constante -repasa Antonio-. Compramos la patente de unas moras de la Universidad de Arkansas, que son dulces. Es una planta erecta, sin espinas, que va bien en las cuatro hectáreas de Arrecifes. Además, empezaron a aparecer variedades brasileñas que se adaptan mejor a los climas cálidos”.
En cambio, las frambuesas presentaron más dificultades. Optaron por trasladar la producción a Carmen de Patagones, muy cerca del río: “Estamos pensando en hacer mora también porque se da bien; en Buenos Aires cada vez hay más problemas con el sodio en los suelos”.
Cuando la familia Antonio decidió diversificar, empezó con tomates cherries y papines, pero después resolvieron volcarse a cultivos que no requieren ser sembrados todos los años, por eso se volcaron a los berries. En el inicio distribuían frescos a los supermercados, pero los “números no daban, incorporamos arándanos y nos convertimos en los más importantes en el mercado local. Comprábamos a los productores y vendíamos; hace 30 años era una novedad. Llegamos a hacer hasta 20 contenedores por año de congelados para exportar; dejamos de hacerlo porque por los vaivenes del tipo de cambio se cayó”.
La empresa siguió incorporando frutas y verduras y a venderlas a hogares congeladas. “Mucho orgánico, porque tratamos de enfocarnos en lo sano -dice Antonio-. Hace ocho años arrancamos con los jugos naturales con la marca ‘Nada más que’. Empleamos a unas 20 personas; el 80% de nuestras ventas vienen de terceros, locales e importados”.
“Empezamos distribuyendo con mi auto particular y fuimos creciendo; se sumaron mis dos hijos. Hoy estamos en unas 300 toneladas anuales”, señala Antonio, quien indica que el mayor desafío que enfrentan ahora es la recesión y la baja del consumo que es “muy grave, para nosotros y para todas las pymes”.
El empresario entiende que el mercado argentino se fue acostumbrando a los frutos rojos, “pero queda mucho por hacer, producimos más caro que nuestros vecinos”. Comenta que la producción de arándanos, por ejemplo, cayó a un tercio respecto de lo que fue el boom hace una década de esa fruta.
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