insólita vidriera para Firmenich, el eterno sobreviviente
De la mano de Cristina Kirchner, y de los recuerdos fragmentados del Mundial 78, primera Copa Mundial de fútbol ganada por la Argentina, volvió a escena Mario Eduardo Firmenich, el único jefe montonero, junto a Fernando Vaca Narvaja, aunque éste con un perfil mucho más bajo, que sobrevivió al duelo verbal encarnizado con Perón, a la guerra abierta contra el Estado y los particulares, a la represión indiscriminada de los aparatos para estatales y a las mazmorras del régimen del 76, santuarios de la tortura y la muerte. Sobrevivió a todo, porque tuvo la virtud de no estar “nunca jamás” en el lugar y el momento equivocados. Allí estuvieron otros, cuyas vidas fueron devoradas en aquellos años trágicos, en los que se mataba y se moría en nombre de la efervescencia dogmática de fallidas utopías de época.
Supo evadirse, incluso, de la capacidad para admitir los errores militares, tácticos y estratégicos que terminarían llevando a la muerte, por error u omisión, a la mayor parte de la juventud peronista armada que él condujo. En términos futboleros, podría decirse que Firmenich vio todos esos partidos desde la tribuna. Y que hoy esa condición de dudoso sobreviviente de tantas masacres a su alrededor, parecen haberlo erigido, en particular dentro del universo K, como un referente político encubierto pero venerado y ahora como voz autorizada para dar testimonio sobre aquella época de plomo, sangre, tormentos y goles que terminó el 25 de junio de 1978 con la primera celebración popular en las calles que permitió la dictadura de entonces, pese a la vigencia del Estado de sitio.
Este combo de perplejidades se refleja en el documental “Argentina 78”, de Lucas Bucci y Tomás Sposato, directores y guionistas, jóvenes ambos, tanto que no vivían cuando se hizo en el país el Mundial que han investigado, y cuyas fuentes parecen provenir de una selección cuidadosa de los archivos de época y, muy probablemente, del relato generacional que han recibido y que en buena medida puede haber formateado su mirada sobre la épica mundialista. El gran mérito es que se cuenta lo que pasó, por lo cual la honestidad intelectual de los realizadores debería quedar fuera de duda: se aclara que buscaron voces de veredas distantes del progresismo que impregna el relato, las que se negaron a dejar constancia.
En sus cuatro capítulos de impecable factura técnica, con excelente material fílmico, y una producción por encima de los estándares medios, sin embargo el documental derrapa políticamente, al inclinar la cancha cada vez que ponen en el podio de los testimonios al jefe montonero por default, quien sermonea cual maestro de ceremonias, como si de ratos quisiera ocupar la cara visible de la resistencia civil, en una sociedad como la del 78, silenciada, atemorizada, encerrada en sus casas para preservar sus vidas a cambio de una quietud cívica, consciente o no.
No pareció casual el tuit de Cristina Kirchner sobre el documental: “Si te gusta el fútbol, no te lo podés perder. Si te gusta la historia, tampoco. Y si te gusta el fútbol y la historia, ni hablar. La pasión del fútbol como texto y la tragedia de la dictadura cívico-militar como contexto, hacen de este documental una pieza única para saber y entender. Felicitaciones a los realizadores”. Según declaró la dos veces ex presidenta de la Nación, y en recientes años vicepresidenta, en aquel tiempo de la dictadura ella no enarboló coraje alguno ni quiso hacerlo, porque “si sonaba la sirena, aunque fuese de una ambulancia yo me metía debajo de la cama”, como admitió en una cadena nacional de su tiempo de gloria pasada. Nunca apoyó la lucha armada, sólo tuvo encomio y admiración por los “jóvenes románticos”, pasajeros de presuntos ideales en el tren violento de las organizaciones terroristas de la época, cuyo accionar desembocaría en el golpe de Estado de Videla y Massera, los dos únicos altos jefes de las juntas militares condenados a perpetua por el genocidio, indultados luego por Carlos Menem, socio partidario, aliado y enemigo de los Kirchner, según soplaran los vientos de la política.
Este fin de semana vi el documental “Argentina ‘78” que se estrenó hace unos días.
En cuatro imperdibles capítulos de corta duración se relata, en texto y contexto, el mundial de fútbol que se desarrolló en nuestro país en 1978, donde Argentina obtuvo su primer campeonato… pic.twitter.com/VxqyuCN50W
— Cristina Kirchner (@CFKArgentina) December 1, 2024
El documental se hizo en base al libro “78, historia oral del Mundial”, del periodista y escritor Matías Bauso, quien también oficia como relator, junto a Ezequiel Fernández Moores, impecables ambos, profesionales reconocidos, investigadores serios, quienes, sin dejar de observar el mortificante contexto de aquellos tiempos, supieron rescatar y purificar los verdaderos y únicos héroes de aquella época de piedad ausente, de la cual Firmenich se apropió -y le fue permitido- con sus reiteradas apariciones en pantalla, en los cuatro capítulos de la serie.
El fútbol, el puro fútbol, representado en los jugadores que salieron a la cancha y dejaron la piel en la final contra Holanda, un partido épico y con una tensión emocional acorde a la más cercana gloria de Qatar 2022, es rescatado por los jóvenes directores y guionistas, más allá de aquel 6-0 a Perú, que desató un escándalo por presuntos sobornos, que tanto Bauso como Fernández Moores se permiten darle el abrigo de una duda razonable, pese a testimonios en contrario. La reivindicación alcanza, con justicia, al técnico César Luis Menotti, que navegó como pudo entre el mar de contradicciones de sus ideas políticas, la responsabilidad profesional y las presiones “de arriba”, guillotinas del poder siempre al acecho de su silueta quijotesca, larga y flaca como la del caballero de la Mancha.
“Argentina 78” tiene testimonios de madres de Plaza de Mayo, de periodistas extranjeros, en particular de Francia y Holanda, países objetores de conciencia sobre el quiebre de los derechos humanos en la Argentina, y de jugadores del seleccionado holandés. También refresca antiguas memorias sobre el vergonzoso fraude periodístico de la revista El Gráfico, uno de cuyos redactores inventó una carta elogiosa sobre la Argentina y se la atribuyó a Ruud, capitán del equipo holandés, quien la desmintió de inmediato. Aparecen sobrevivientes de la ESMA, quebrados en su voluntad y utilizados por los sicarios de Massera como plumas de textos para el tubo de ensayo de su propaganda política personal del jefe de la Armada. Uno de ellos, Ricardo Coquet, supo definir aquella montaña rusa emocional con una frase de bien ganada empatía por lo que dijo y cómo lo dijo: “Fue lindo ganar el Mundial, pero también fue feo vivirlo”.
El día siguiente al “primer domingo de gloria”, el lunes 26 junio, volvieron a su vida en cautiverio en la ESMA, sólo con el tiempo irían ganando el derecho a “salidas transitorias”. No es necesario, porque es obvio y es humano y deben ser preservados de cualquier dedo acusador, señalar los motivos por los cuales no tuvieron el destino fatal de otros desaparecidos.
De aquellos tiempos casi siempre salvajes de la dictadura, y fugazmente felices de la primera estrella mundialista que se hizo lugar en la casaca de la Selección, debería quedar constancia de que antes que Maradona y que Messi hubo un Kempes enorme, y que antes que el Dibu, en el arco estuvo un Pato Fillol con alas siempre desplegadas. Y que hubo siempre once leones que fueron los guerreros de la Nación, sin armas, con fútbol y coraje. Lejos del barro de los dictadores. Como lo muestra el documental.
Hubo testimonios periodísticos conocidos y publicados, apenas desmentidos con ímpetu escaso, que no figuran en la docu serie, según los cuales Firmenich estuvo detrás de la escena, a tono con sus hábitos, en el Centro Piloto de París, una operación urdida por Massera, con ambiciones, sonrisa y peinado que quisieron emular a Perón a pesar de ser sólo Massera. Ese centro, que sí se describe, se trató de una usina política for export de la dictadura para restaurar los daños de una presunta “campaña antiargentina” en el exterior, básicamente en Europa por las prédicas de Holanda y Francia, país que sufrió las desapariciones de las monjas Léoni Duquet y Alice Domon, ambas con el sello del siniestro Alfredo Astiz, al igual que el asesinato de la adolescente sueca argentina Dagmar Hagelin. Todas ocurridas el año previo al Mundial.
El diario “Neuen Zurcher Zeitung”, de Suiza, publicó el 21 de junio de 1978 que la diplomática argentina Elena Holmberg había visto a Firmenich compartir café con “el Almirante Cero”, el alias de Massera, en el hotel Intercontinental de París. En su libro “Montoneros, soldados de Massera”, el escritor Carlos Manfroni, cercano a la vicepresidenta Victoria Villarruel y a la ministra Patricia Bullrich, cita otros encuentros en Madrid, en tiempos mundialistas, del jefe montonero y el marino que quería ser Perón.
Elena Holmberg, diplomática de carrera, de familia de alcurnia, prima hermana del presidente de facto Alejandro Agustín Lanusse, integrante ella misma del servicio exterior de la Nación en dictadura, fue secuestrada y asesinada seis meses después del Mundial. Vio en París lo que no debía ver. Massera, condenado a perpetua, indultado y vuelto a la cárcel, murió de viejo a los 85 años, internado en el Hospítal Naval. Firmenich, siempre sobreviviente, cobra una jubilación por su pasado docente en Cataluña. El jefe montonero, máscara de Dorian Grey, luce saludable al borde de los 77 años. Hoy, con sueldo en dólares, sirve en Nicaragua a las órdenes del dictador Daniel Ortega (79), quien lejos del sueño de la era sandinista, que Montoneros financió en su momento con el sangriento secuestro de los hermanos Born, pasó de heroico guerrillero a tirano predador del poder democrático y los dineros públicos de su empobrecido país.
Firmenich quien cierra su estelar participación en el documental “Argentina 78” con palabras que cruzan la frontera de lo literal: “¿Dónde está hoy la dictadura –se pregunta mirando a cámara con una actitud propia de la soberbia residual de sus años activos-… dónde está el partido militar, por qué no hay más golpes de Estado en la Argentina…cuánto duró la dictadura argentina? Menos de ocho años … ¿Cuánto duró la de Brasil, cuánto la de Chile? ¿Cuánto la de Uruguay? ¿Cuánto duró Franco?… ¿Será que acá se cayeron solos?” ¿Será que siente que los argentinos debemos agradecerle a él la democracia y el primer lejano Mundial que honraron los jugadores, el técnico y el legítimo júbilo de los argentinos, incluso de quienes se atajaban con aquella duda de … “y… en algo andarían?”. Texto y contexto.
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