La geografía moldea el carácter
¿Pueden la personalidad y la geografía fundirse? ¿Entre las dos forjan el carácter y la nostalgia de una persona? Yo también soy de Rosario y reconozco dos siluetas de la ciudad que me moldearon: el trazado de calles, perfectamente cuadrado, y el suelo llano, sin siquiera una loma más allá de la barranca que bordea el Paraná.
Podría decir lo obvio. Que cuando voy a ciudades irregulares -las más- no termino de aprehenderlas. Son confusas, tardo en orientarme. Y los pueblos con colinas donde hay que subir y bajar me resultan una extrañeza como si la perfección horizontal fuese la única naturaleza lógica. Pero más allá de lo obvio, hay algo más profundo: ese espacio urbano también cincela el carácter. A diferencia de otra gente, el furor de Marie Kondo -la influencer japonesa del orden y su relación con el ánimo- no me sorprendió. Yo siempre intuí, por nacer donde nací, que la simetría generaba una cierta tranquilidad mental; sabemos cómo orientarnos con una brújula que es física pero también emocional.
Claro que cada uno completa la ciudad con sus vivencias. Luego cuesta despojarse de ellas. A menudo, cuando regreso a Rosario, quedo con amigos en un bar que existía décadas atrás y que aún existe. Pero que ya cambió y no es el mismo. Ahora sería otro, aunque se llame igual. Ellos se ríen y me acusan haberme quedado en el 45. Tienen razón.
Y la ciudad, obvio, es historia familiar. Mis padres nacieron en Rosario a mediados y fines de los 20. Mis abuelos no. La verdad, nunca supe por qué la eligieron ¿Lo sabían los inmigrantes que llegaron a raudales a fines del XIX y principios del XX? ¿O se acomodaron y les pareció que un lugar con poca historia -es una ciudad muy nueva, que nunca fue fundada- permitía jugar de locales con rapidez y olvidar un pasado que querían dejar atrás? Antes, esto no me parecía un tema. Ahora, que tengo otra edad -y hijos- sí me interesa. Pero es tarde, quizás: hay momentos en que las preguntas quedan sin respuestas.
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