La visión del arzobispo argentino que hoy se convertirá en cardenal sobre el cónclave que definirá al sucesor del Papa
ROMA.- No es sólo el cambio abrupto de sensación térmica -de los 40°C de Santiago del Estero a los 6°C del invierno romano-, sino, también, el contraste que se siente al llegar de una de las provincias más pobres de la Argentina -donde vive de forma sencilla y humilde en total compromiso con los últimos-, al Vaticano, donde, en una ceremonia solemne marcada por los ropajes color púrpura, recibirá este sábado el birrete y anillo cardenalicios.
“Es muy extraño, todo esto me excede de alguna manera. Lo mío es tratar de ser pastor de la gente, no me puedo poner como un príncipe”, señaló a LA NACION Vicente Bokalic Iglic, primer arzobispo y a partir de este sábado, cardenal, de Santiago del Estero. Se trata de la diócesis a la que el papa Francisco en julio pasado le asignó el título de sede primada de la Iglesia en la Argentina, una distinción honorífica que desde 1936 ostentaba la arquidiócesis porteña. Esa decisión de alto valor simbólico, considerada una “reparación histórica” ya que Santiago del Estero, conocida como “Madre de ciudades”, fue la primera diócesis establecida en 1570 (entonces llamada Diócesis del Tucumán) sorprendió a Bokalic, así como el posterior anuncio, en octubre pasado, de que iba a ser creado cardenal en el consistorio que tendrá lugar en la Basílica de San Pedro.
“Fue una sorpresa en los dos casos”, aseguró en una entrevista monseñor Bokalic, prelado de bajo perfil y fuerte sentido misionero “vicentino”, es decir, discípulo de la orden creada por San Vicente de Paul (1581-1660) en una Francia destrozada por guerras y miseria para ayudar a los descartados de ese tiempo, patrono de las asociaciones caritativas y considerado el precursor del trabajo social.
Nacido en Lanús hace 72 años, Bokalic es hijo de una pareja de inmigrantes eslovenos que escaparon de la Yugoslavia bajo control de la Unión Soviética al terminar la Segunda Guerra Mundial que, después de pasar tres años y medio en un campo de refugiados en Austria, donde se casaron, en febrero de 1949 llegaron a Buenos Aires. “La Argentina les abrió las puertas sin condiciones, eran gente de mucha fe, de trabajo y de mucha lucha, campesinos que, sin saber el idioma, enseguida aprendieron otro oficio… Mi papá de campesino pasó a ser peón de albañil y mamá a los dos meses tuvo familia”, evocó Bokalic, que contó que su primer idioma fue el esloveno, que aún habla.
Aunque prefiere no tocar temas de la coyuntura política en este “momento especial” de la Argentina -se limita a decir que la tarea de la Iglesia es estar cerca de los más pobres y que es necesario, siempre, el diálogo y una actitud de respeto-, Bokalic no oculta estar totalmente alineado a la visión de Iglesia “pobre para los pobres” y “hospital de campaña para curar a los heridos de hoy” de Francisco, a quien conoce muy bien.
Fue, en efecto, su obispo auxiliar desde 2010 hasta 2013, cuando el entonces arzobispo y cardenal primado de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, partió para participar del cónclave para elegir al sucesor de Benedicto XVI, y nunca más volvió.
Para Bokalic, no hubo grandes cambios entre ese hombre que conoció entonces, que en marzo de 2013 se transformó en el papa Francisco, que hoy tiene casi 88 años. “Ha continuado en su línea pastoral, en sus orientaciones, en su manera de ser, en sus iniciativas. Lo que dice en Roma lo hacía en Buenos Aires, con ese estilo que marca una manera de ser de la Iglesia que cuida especialmente a los inmigrantes, los refugiados, los pobres: una Iglesia en salida, de cercanía a las realidades hirientes, en sinodalidad”, afirmó. “Es un estilo de Iglesia que nos marca a nosotros, que tiene un fundamento que es Cristo, un Cristo sencillo y humilde y que tiene un modelo, que es Jesús, que se encarna en las diversas personas”, ahondó.
“Es nuestro camino, es lo que intentamos vivir en este momento, en un mundo con tantos conflictos, con tantas desigualdades, con tanta desorientación, con tanta pobreza creciente… En este mundo no es que hay menos pobres, el sistema que vivimos está fabricando cada vez más pobres”, lamentó. “¿Y cuál es la respuesta de la Iglesia frente a eso? Es acercarse”, afirmó, al contar que suele visitar a los sacerdotes y a la gente de las 45 parroquias de su diócesis, una de las más extensas y pobres del país.
Más allá que ha debido mandar a hacer su ropaje color púrpura para el consistorio, el flamante cardenal insiste en que lo suyo es promover ese estilo cercano, de humildad, sencillez, compromiso y solidaridad con los últimos impuesto por el papa Francisco, en medio de esa “enfermedad de la indiferencia” que reina hoy, desde el principio denunciada por el Pontífice. “Frente al sufrimiento a veces pasamos de largo, miramos para otro lado”, comentó.
-A usted le tocará participar del cónclave que elegirá al sucesor de Francisco. ¿Cómo vive esta responsabilidad?
-Es una de las misiones, la otra es ayudarlo al Papa en el gobierno de la Iglesia, a buscar la unidad de la Iglesia y acompañar el magisterio y la misión.
-¿Cree que en el futuro cónclave puede llegar a haber una vuelta atrás respecto a un pontificado como el de Francisco marcado, como usted decía, por ese estilo de cercanía a los últimos?
-Creo que la orientación es muy firme en ese sentido. Cada uno después le pondrá su característica, pero me parece que están puestas las bases para seguir avanzando en este estilo de Iglesia, de pastores, de la incorporación del laicado a la Iglesia, de la función de la mujer, es decir, todo lo que estamos viendo.
-Usted se salvará porque es improbable que elijan a otro argentino…
-Por mil o dos mil años (risas)… Me parece que es un estilo que puede tener cuestionamientos en ciertos ámbitos, pero lo que hace el Papa es una puesta en valor del Concilio Vaticano II, es como actualizarlo y la orientación es esa…
–Además de convertirse en sede primada y tener su primer cardenal, este año Santiago del Estero tuvo la canonización de una mujer de esa tierra, Mama Antula, la primera santa argentina…
-Sí, fue un año de mucho shock positivo para Santiago del Estero, la canonización tocó el alma de todos los santiagueños y no sólo de los cristianos. La trascendencia de Mama Antula supera a la Iglesia porque está todo el tema de la promoción humana, de la integración de la mujer en aquella época, es un personaje muy rico, una adelantada, una figura inspiradora para hoy, que aún estamos descubriendo, que ha sido declarada patrona de las misiones…
-¿Cree que Francisco irá a la Argentina?
-No lo sé. Nosotros siempre lo hemos invitado. Nuestro pueblo sencillo lo quiere mucho al Papa, más allá de muchos cuestionamientos. Nuestra gente lo ama al Papa y se lo manifestamos, pero sabemos que está en él la decisión. Y hasta yo lo comprendo, el Papa no es de la Argentina, es el Papa de todo el mundo, y pienso que a veces hay problemas mucho más serios en el mundo que en la Argentina. Cuando elige las visitas a determinados países, como por ejemplo cuando fue en septiembre a Oceanía a países que la gente ni sabe dónde están, ese es un signo. Así como fue un signo haber elegido la isla de Lampedusa para su primer viaje del pontificado. Son signos que marcan un estilo y que tocan también a los grandes, porque toca estas realidades que no se quieren ver. Cuando uno camina por el Vaticano y al atardecer vemos la cantidad de gente que se prepara para dormir en las calles, es casi como Buenos Aires… Y estas realidades hay que hacerlas conocer, esta es la realidad que estamos viviendo y frente a eso, ¿qué hacemos? Así que, por supuesto vamos a estar felices si viene a la Argentina, nos vamos a preparar de corazón, pero también sabemos de sus limitaciones en este momento. Él manifiesta que quiere ir, pero también hay temas de agenda, muchas actividades, así que rezamos, pero está en él la decisión. Está en sus manos.
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