CORDOBA.- Más allá de los debates locales sobre de dónde es el mejor salame de la Argentina, Tandil (Buenos Aires) siempre está en el podio. Allí nació y está la empresa familiar Cagnoli, fundada por Pedro hace casi un siglo y hoy gestionada por la tercera generación. Exporta sus chacinados hace 21 años; es una marca consolidada en Perú y avanza en Paraguay y Colombia.
Mariano Frías, gerente de Marketing de la empresa, explica a LA NACION que vender chacinados al mundo no es simple porque el mercado de la Unión Europea -de muy alto consumo- está “muy protegido” y las certificaciones exigidas para ingresar son “muy costosas” ya que los inspectores viajan a los destinos para recorrer los establecimientos. “Se requiere de mucho volumen para que los números cierren”, precisa. En la Argentina la balanza comercial de chacinados, en general, es deficitaria. Las mayores importaciones son desde Europa, que a la vez es el principal competidor a la hora de exportar.
Añade que Latinoamérica es el mercado más desarrollado en materia de exportaciones y el que más posibilidades registra en términos de crecimiento aunque admite que tiene una “cultura chacinera” diferente a la Argentina que es más parecida a la italiana y española. Cagnoli hace 21 años llega con sus productos a Perú, donde comenzó en una cadena de retail, donde aplicó el “método de venta” argentino para desarrollar la marca.
“Pusimos un promotor, explicamos de qué se trataba de cada fiambre -precisa-. Es que detectamos que la técnica comercial local era insuficiente, así que enviamos gente de Tandil. Fue un ‘trabajo de hormiga’, activando el punto de venta. De esa manera quedó el público residual que aprendió a consumir y así el mercado fui creciendo. En ese desembarco ayudó que había campañas para promocionar los quesos duros y semiduros, era una combinación muy buena”.
Pedro Cagnoli llegó a la Argentina desde la Lombardía en 1907 y después de estar en varios lugares del país, decidió radicarse en Tandil, donde empezó a fabricar embutidos de forma artesanal porque el clima ayudaba para lograr una buena conservación y estacionamiento de las carnes.
Había aprendido el oficio en su familia y él también lo enseñó a sus hijos, Pedro y Salvador, quienes conformaron Cagnoli Hermanos y a ellos los siguieron Norberto y Hugo, hijos de Pedro, que fueron los encargados de crear la sociedad anónima en los ‘60. “Los valores originales siguen siendo la base de la empresa, como respeto por las tradiciones, por el medio ambiente en que vivimos y producimos, y por la calidad”, señala Frías.
La empresa cuenta con diferentes líneas de productos que fueron desarrollando a lo largo de los años, desde los tradicionales “salamines Tandileros”, las salazones como el jamón crudo o bondiola, los fiambres y especialidades. La marca está presente en todo el país.
La firma es la principal empleadora del sector privado de Tandil; cuenta con unos 600 colaboradores y proyecta incorporar unos 100 más. Produce 1,3 millones de kilos mensuales y exporta entre 1% y 2%; en el caso del “fuet Tandil” la cifra crece al 5%. Cuenta con unos 70 productos en catálogo, entre los principales están los tradicionales salames tandileros con más de 40 variedades de embutidos secos, fiambres, salazones, pastas finas (como la mortadela o el Leberwurst), especialidades, recetas italianas y productos que están pensados directamente para el canal retail y se venden en piezas para su fraccionamiento o feteado. También tienen cortes frescos de cerdo y productos elaborados de cerdo.
Es el cuarto procesador de cerdo de la Argentina; inaugura en breve una nueva planta del Ciclo II con capacidad para 25.000 capones por mes.
Frías detalla que todos los productos elaborados que tienen 60 días de vida útil pueden comercializarse en cualquier lugar del mundo. Admite que los problemas de la macroeconomía argentina condicionan las operaciones de exportación: “Definen la competitividad, aunque cuando hay problemas hay que hacer lo posible para sostener los mercados. El hecho de estar en destinos y competir con productos de Italia y España demuestra que superamos el desafío de estar a la altura, podemos competir mano a mano con nuestras recetas”.
En Perú, a partir de la presencia en una de las cadenas de supermercados más importante, otras fueron incorporando la marca. También tienen presencia en Paraguay a través de un distribuidor, lo mismo que en Colombia. Tuvieron presencia en Brasil y a Uruguay llegan a través de comercializadores.
“Con la planta de Ciclo 2 completamos el desarrollo tecnológico para exportar carne fresca agrega Frías-. Tenemos el objetivo de exportar carne congelada, agregar valor como fraccionada, diferenciarnos en la presentación”. Finalizada la obra de ampliación de la planta aumentarán la capacidad de producción de cortes de cerdo congelados “para, de esa manera, retomar vínculos con otros mercados”.
En la compañía subrayan que Tandil “es parte del ADN. Nuestros productos tienen una fuerte impronta local, son preparados con especias naturales molidas en el momento y estacionados en el especial microclima que generan las sierras más antiguas del mundo”. Subrayan que están “fuertemente comprometidos con el desarrollo regional de la cadena porcina”. En 2006 conformaron Uniporc, un sistema de producción asociativo junto a otras dos familias de trayectoria agropecuaria en Tandil, La Negra SA de los Rossi y San Lorenzo de los Zubiaurre, “alianza y trabajo conjunto permite elaborar alimentos con garantía de origen”.
Por otro lado, conformaron junto a otras cuatro familias productoras de chacinados de la ciudad el Consejo de la Denominación de Origen del Salame de Tandil. En 2011, luego de 15 años de estudios se consiguió la primera Denominación de Origen para un producto agroindustrial como es el Salame de Tandil, certificación que “lo protege de falsificaciones y malversaciones, al tiempo que establece un protocolo de elaboración y un sello de calidad que se basa en proteger un producto genuino, histórico y reconocido en la producción de un alimento con un terruño particular”.
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