El oficialismo y la oposición, que improvisó a un adversario de repechaje en Javier Milei, llegan al ballotage en las mismas condiciones de precariedad. Partidos divididos y candidatos débiles protagonizan un nuevo capítulo de la aventura argentina.
Compiten un Sergio Massa que ha reprobado el examen de gestión que se le confió, pero se apoya en la fidelidad de un tercio de la población hacia el peronismo. Milei, directamente carece de experiencia en cargos ejecutivos. Es un ideólogo que promete imponer “las ideas de libertad”, como si fueran extrañas en un país que tiene un marco de libertad mucho más amplio de lo que se ve por el universo mundo.
Como en 2007, el país apuesta a candidatos a presidente sin quilates para esa función. En aquel año compitieron por los tres cargos más importantes tres candidatos sin experiencia ejecutiva. Los tres ganaron, Cristina de Kirchner presidente, Daniel Scioli gobernador de Buenos Aires, Mauricio Macri, gobernador del distrito federal.
Ni futuro ni prosperidad
La precariedad los pone en carrera sin los ingredientes imprescindibles para un proyecto político cierto, que son ofrecer futuro y prosperidad. Los dos ofrecen más preguntas que respuestas.
Massa es el candidato de una de las fracciones en las que se divide el peronismo. Representa al AMBA que controla Cristina de Kirchner y tiene el pasivo de la indiferencia hacia su nominación del peronismo del interior.
No haber podido sumarlo Juan Schiaretti tiene un largo recorrido explicativo. Pero no deja de ser una discapacidad de esa fuerza. La carencia de unidad redunda en la falta de un liderazgo que logre un consenso en torno al diagnóstico y que defina una estrategia.
El último tramo de la campaña ofrece a un Massa en manos de agentes de prensa y publicistas, que busca conciliarse con el público de los grandes distritos.
Debe evitar ser víctima de una ley que parece escrita en piedra: el público de las provincias más grandes elude el voto al peronismo cuando puede. Cuando tiene un candidato competitivo y un programa que lo represente, le gana al peronismo.
Eso cifró el triunfo de tres candidatos no peronistas en los últimos 40 años: Alfonsín, De la Rúa y Macri. Los siete distritos que aportan la mayor cantidad de votos son Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Mendoza, CABA, Tucumán y Entre Ríos. La prueba es que, en 2019, aun perdiendo las elecciones, la fórmula Macri-Pichetto, ganó en 5 de esas provincias. Sólo perdió en Buenos Aires y Tucumán.
El empate va por dentro
Todos miran esta competencia como un escenario de empate. Quizás porque el empate está en la cabeza del público moderado y centrista, que ha perdido la representación por parte de Cambiemos.
Ese público que construyó el 42% del voto de Cambiemos es el objetivo que se propuso capturar Milei para remontar la derrota del 22 de octubre.
Improvisa en tiempos ajustadísimos la adaptación de su perfil. De ser el hombre que se entrenaba con un punching-ball con la cara de Alfonsín pasó a ser su reivindicador frente a las huelgas que le hacían los sindicatos peronistas.
De acusarla a Patricia de terrorista de jardín de infantes, pasó a decir que sus coincidencias con ella y con Macri son en el 90% de los temas. La rapidez en el cambio está cerca de otros récords de alta acrobacia, como Alberto o Massa. Y la palabra de nuevo es víctima de la voluntad de poder.
Milei busca quedarse con el 42% de Cambiemos en 2021
El resultado de la noche del domingo probará algunas hipótesis que entran en revisión:
1) Si el peronismo llega a la competencia con un piso o con un techo de votos. Massa la tiene más fácil que Milei porque tiene que sumar una cantidad menor de votos para alcanzar la mayoría simple.
2) Si el electorado moderado, que huyó de la polarización en la primera vuelta, se tapa la nariz y posterga las prevenciones que tiene con Milei. El rechazo a Massa y sus socios es claro. No está claro si el electorado del 42% del banderazo avala el agravio que hace Milei de ciertos valores.
Si por el rechazo a Massa y Cristina está dispuesto a discutir la reapertura de los consensos alcanzados con esfuerzo y concesiones, como la revisión de los años '70, el aborto, o la impugnación que hace de la agenda igualitaria, la que comparten las dos grandes familias políticas que conviven en el sistema argentino desde hace más de 100 años.
Después de cada interrupción militar o autoritaria – como el peronismo de 46 al 55 – el electorado volvió a respaldar a alguna de esas familias, que en esta década representan Juntos por Cambio por el Cambio, y el PJ y sus aliados.
3) Se verá si terminan volcándose a una polarización extrema que hasta ahora la Argentina había eludido. Un 67 % del electorado votó el 22 de octubre por la centralidad democrática. Sólo Milei y Bregman representaron esa polarización extrema.
Cualquiera puede ser candidato de fuerzas sólidas
La adaptación de urgencia improvisa un mandato que no figuró entre las consignas anteriores para las PASO y la primera vuelta, ni de La Libertad Avanza ni de JxC. Pone a prueba la naturaleza de este electorado, que sostuvo a la fuerza que ha controlado la vida política entre 2015 y 2023.
Lo hizo presidente a Macri por 4 años. En el período siguiente respaldó a la oposición a través del control sobre las dos Cámaras del Congreso. La implosión de esta fuerza es la novedad más importante de este turno electoral. Perdió en dos años 18 puntos, sin gobernar y con un oficialismo regalado.
Estos sectores medios buscan una reivindicación de la derrota que tuvieron al perder la primera vuelta con Bullrich-Petri. Sin unidad, tampoco hubo liderazgo, ni diagnóstico, ni estrategia común. Cayeron arrastrados por la campaña de los cantamañanas de la economía, que pedían votos a cambio de ajustes a tumba abierta. Un suicidio dialéctico.
Si se afirma el triunfo de Milei se habrá demostrado que las bases históricas de ese electorado se mantienen firmes y que pueden ir a elecciones con cualquier candidato, incluso un Milei. Así como el peronismo tiene una base que le permite ir con Massa, que tampoco es el mejor candidato.
Mueve Francisco, que pone fechas
Con candidatos que coinciden en forma y fondo, como Javier Milei y Sergio Massa, protagonistas de una especie de interna del peronismo, más importante que el resultado del ballotage es lo que viene después.
Hay señales del Vaticano, que en cuanto se conozca el resultado de las elecciones de este domingo, hablará de fechas. La primera, cuándo Francisco la recibe a Cristina. Puede ser el próximo jueves 24.
La segunda es cuándo viajará el Papa a la Argentina. De eso se sabe poco, pero se habla mucho.
1) Primero, consta la preocupación del papa Francisco por el proceso electoral. Es la misma que lo embargó en 2015, cuando ganó Macri. Teme que un nuevo gobierno, con cualquier presidente, desencadene episodios de conflicto social y callejero.
En 2016 propició acuerdos clave con el gobierno de Macri, que redundaron en leyes importantes, como la de Emergencia social, el Censo de barrios populares, la Ley de villas y otras normas de la economía popular. Hubo paz en las calles con las organizaciones "cayetanas" – las que controla con líderes como Juan Grabois.
2) De esa preocupación forma parte el anuncio de que recibirá a Cristina de Kirchner. La expresidenta viaja a Nápoles, pero ya tiene un turno para que la reciba Francisco.
3) En estos días parte a Roma el arzobispo de Buenos Aires Jorge García Cueva, que seguramente traerá a su regreso la fecha de un viaje de Francisco. La fecha proyectada es abril de 2024, apenas termine la celebración de Semana Santa (del 24 al 31 de marzo).
El jefe del episcopado, Oscar Ojea, estuvo un mes en el Vaticano para participar del Sínodo de obispos. Al volver promovió una carta de sus pares invitando a Francisco a venir. Eso no ocurre sin señales a favor de Roma.
“Lo tengo en agenda”
El arzobispo venezolano Edgar Peña Parra – Sustituto de Asuntos Generales, o sea el segundo del Secretario de Estado Pietro Parolina – es el encargado del viaje. A quien le preguntase sobre este viaje, responde. "Lo tengo en la agenda".
El protocolo prevé que viaje a la Argentina una misión discreta de organización, que debe ocurrir a comienzos de 2024. Después vendrá un viaje del nuevo presidente al Vaticano con la invitación. Francisco se ocupó de aclarar que vendrá con cualquier presidente, Massa o Milei.
La clientela de la Iglesia son los pecadores, y Massa y Milei lo son para la fe de Roma. Massa, si es elegido, lo primero que hará es viajar, aunque sea caminando sobre las aguas, con esa invitación.
Lo patrocinará seguramente Juan Manuel Olmos, el francisquista de más alto rango en el peronismo. Será la primera vez que lo reciba Francisco, que lo ha tenido siempre en una lista negra.
Milei, detractor público y privado del padre Jorge, no lo dudará. Es un ambicioso de poder del tipo buzón, como se dice en el boxeo: tiene intestinos de bronce para digerir cualquier golpe. Si se prosternó en los umbrales de Acassuso para pedir agua en lo de Macri, si lo llama el Papa se tirará en palomita a besar las sandalias del pescador.
Hay vida después del resultado (en el Congreso)
La pirueta de Macri-Bullrich, de permitir la canibalización de su fuerza para aprovechar el envión de Milei, no tuvo en cuenta el futuro de esa fuerza por sobre sus ambiciones personales.
Juntos por el cambio tiene su base en una alianza legislativa, que tiene 93 diputados en el interbloque que comanda Mario Negri desde hace 8 años.
Esa bancada facilitó la presidencia de Macri y le dio a la oposición el control del Congreso en los 4 años que siguieron. Es plausible que, si gana Massa, la bancada seguirá existiendo como oposición, por lo menos hasta que el nuevo presidente aterrice y desencadene escaramuzas para caranchear apoyos legislativos. Que no extrañe.
Macri pudo gobernar en paz porque el peronismo se dividió, bajo su gobierno, en dos bloques en el Senado y en tres en Diputados. Si gana Milei, esa fuerza se desperdigará y se habrá acabado de manera definitiva el proyecto de Cambiemos que nació en 2015. En esa eventualidad, Milei será un presidente apadrinado por un Macri con derecho a tener un proyecto propio para 2027. Se lo habrá ganado con un salto más largo que aquel del bache.
El factor humano
En este punto la responsabilidad les corre a Macri y Patricia Bullrich, que hace un año habían mocionado por la incorporación de Milei y de José Luis Espert antes de las PASO.
La propia Bullrich redactó un documento de la mesa de la coalición rechazando al liberista. Para los aficionados a las tramas psicológicas, y que ponderan el factor personal por sobre el estructural en política, hay explicaciones ad hominem.
Si Massa se hubiera detenido en el desprestigio que tiene en las encuestas de imagen, no hubiera sido candidato. Como es un político las ignoró y ganó la primera vuelta.
Macri, en cambio, le hizo caso a las encuestas y rechazó ser candidato porque le daban mal. Prueba de que no es un político sino un empresario con ambición de poder que lo busca donde está el poder en la Argentina, que es en la política.
Se quedó sin candidatura porque le hizo caso a las encuestas y a su fuerza le hubiera ido mejor con él, o con otros candidatos de la coalición, que con Bullrich, que los enterró.
El fraude, un seguro de caución
El comando Milei ha cumplido con todas las previsiones de una denuncia de fraude que legitime una derrota. La denuncia del jueves contra un pucherazo con colaboración de fuerzas de seguridad fue rechazada por la justicia, responsable de las elecciones.
Milei sigue el manual de Trump, López Obrador, Bolsonaro y Cristina de Kirchner. Van a elecciones repitiendo que ya ganaron y que la urna es una escribanía del alma popular. Cuando pierden, quedan libres para deslegitimar al ganador. Denuncian fraude, desairan la transmisión de los símbolos del poder o denuncian proscripción.
Junto a esas denuncias hay hechos que La Libertad Avanza no termina de aclarar. El más importante es por qué no proveyó las boletas en cantidad suficiente en distritos clave como Buenos Aires y CABA.
Cada mesa tiene previsto recibir a 350 votantes en más de 108 mil mesas de todo el país. En secciones importantes de PBA y en CABA, la boleta de Milei no llega a más de 80/100 para cada urna. Cubren un tercio de los votos posibles.
Una fuerza que se siente empatando con el peronismo debería aportar por lo menos la mitad de lo que recibe la urna. Según admiten apoderados distritales de LLA, responde a que no tienen una fiscalización tan extensiva como la que tuvo Milei en la primera vuelta.
Hay distritos clave, como Tucumán, en donde admiten que tiene un 60% de la fiscalización del 22 de octubre. Esta información se completa con noticias sobre trifulcas de fiscalizadores de Milei, entre voluntarios que intenta ponerles Macri y los suyos.
En La Matanza, por ejemplo. De esa vigilancia depende la contraprestación en cargos y privilegios en un eventual triunfo. LLA ha mandado a imprimir 4,5 padrones. En el padrón electoral de este domingo figuran 35.394.425 ciudadanos. Es decir, 4,5 padrones equivalen a 159.274.912 de boletas a disposición de Milei. Pero no se han repartido.
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