Un tiempo que fomenta el estrés
Los ataques de pánico y los trastornos obsesivo-compulsivos (TOC) son nociones que inundan lo cotidiano. La ansiedad siempre existió pero recién en los años 60 empezó a pensarse como un problema con entidad propia. Acerca del TOC, el nombre tomó forma en los 90, aunque también los síntomas se conocían de antes, descriptos de otra manera. Hoy, más allá de mucha gente que sufre -y feo- por estos trastornos, su inclusión en la cultura ha sido vertiginosa. Todos los mencionan. Un momento de tensión en un día difícil se convierte, vulgarmente hablando, en un momento de pánico. Y optar por un colectivo más nuevo en vez del viejo que viene adelante, en un TOC.
Me gustaría entender por qué esta masificación ¿innecesaria? de algo que puede ser una enfermedad pero que se banaliza con menciones incorrectas. Quizás una de las claves esté en el estrés contemporáneo. Algo que, pocas veces por suerte, deriva en un arranque de furia pero que nos desgasta a menudo al generar rutinas imposibles con horarios y obligaciones ídem. ¿Cada cuánto nos sucede que no llegamos al trabajo en horario, o los chicos al colegio, porque una vez más el tráfico nos abandonó? O la huelga, o el piquete. Y no estamos en casa para cenar porque las obligaciones se complicaron y debemos, otra vez, pedir disculpas a nuestros hijos o a nuestra pareja. No hablemos de cuando sí llegamos para la cena pero un whatsapp desaguisado nos obliga a hacernos cargo de algo “urgente” y olvidar el momento de familia.
En los últimos meses tuve que viajar por varias ciudades de las llamadas megalópolis. En todas sufrí embotellamientos para los que se necesitaba mucha, pero mucha, filosofía zen. Llegó un tiempo en que el mundo que creamos se nos vuelve en contra y no permite algo tan sencillo como vivir más relajados. Muchas soluciones aparecen a la vista -como las ciudades 15 minutos, donde todo está al alcance- pero la verdad es que para el hombre de a pie la realidad cada vez parece más intrincada.
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