Todavía hay que esperar unas horas para conocer el resultado del balotaje de este domongo entre Sergio Massa y Javier Milei. El resultado es una incógnita, pero lo que es seguro es que el que gane tendrá que enfrentar múltiples desafíos económicos.
En primer lugar, la Argentina está atrapada hace 12 años en el laberinto de la “estanflación” (estancamiento + inflación elevada). Lamentablemente, mientras se busca la salida, el PBI per cápita se achica -acumula una caída del 13% desde 2011-, y la tasa de inflación mensual se acelera. El promedio de los últimos tres meses superó la barrera del dígito.
La prolongada "estanflación” deterioró significativamente el cuadro socioeconómico: la pobreza pasó de promediar 26,6% en 2011 a rozar 42% en 2023 (alcanzó 40,1% en el primer semestre y está subiendo en la segunda mitad del año). Dado el crecimiento poblacional en torno del 1% anual, significa que la cantidad de personas que viven en un hogar pobre en la Argentina trepó 80% en los últimos 12 años, pasando de 10,8 a 19,5 millones.
Un factor clave que explica la persistencia de la “estanflación” es la escasez de divisas. Para no devaluar, Cristina Fernández de Kirchner (CFK) inauguró su segundo mandato imponiendo restricciones cambiarias que Mauricio Macri (MM) levantó a principios de su gestión, pero tuvo que reinstaurar a finales de 2019 tras tres episodios de inestabilidad cambiaria.
Alberto Fernández (AF) profundizó el cepo llevándolo a su máxima expresión en 2023. Producto de la pérdida de US$20.000 millones de agro-divisas por la sequía, este año el Banco Central termina con brecha récord (promedio arriba del 100% con picos superiores a 150%), un tipo de cambio oficial al cual prácticamente no se cursa ninguna operación comercial -el dólar exportador vigente se liquida 70% al oficial y 30% al CCL, y el Impuesto País se generalizó a la mayoría de las importaciones-, reservas internacionales en niveles mínimos (brutas rondando US$20.000 millones y netas en rojo, por casi US$11.000 millones), y creciente acumulación de deuda comercial con importadores (trepó casi US$ 15.000 millones en los primeros 9 meses de 2023).
A diferencia de la administración de MM, que pudo liberar el cepo cambiario a inicios de su gestión apelando a la confianza de un presidente “market friendly” y la reapertura del financiamiento externo tras el acuerdo con los holdouts, todo indicaría que el próximo gobierno tendrá que revertir la escasez de divisas incrementando el superávit comercial, pues la reestructuración de la deuda pública en moneda dura de 2020 no logró reabrir el financiamiento externo. El Riesgo País roza 2.500 puntos básicos.
La sustitución de importaciones energéticas gracias al gasoducto que comunica Vaca Muerta con grandes centros urbanos, las crecientes exportaciones de litio, y la recuperación de la cosecha gruesa por la finalización de la sequía, podrían incrementar las exportaciones netas en más de US$15.000 millones en 2024. La pregunta del millón es cómo conjugar este mayor influjo de divisas genuinas con la necesidad de aflojar las asfixiantes restricciones cambiarias existentes.
En materia fiscal, el gobierno de AF aumentó el déficit primario del sector público Nacional: recibió un resultado prácticamente equilibrado y lo amplió a casi 3% del PBI en 2023. Cabe destacar igualmente que, este rojo es inferior al que dejó CFK a fines de 2015 (-4,5% del PBI). Asimismo, por el lado del pago de intereses, la actual administración logró bajar la carga a un promedio anual de 1,7% del PBI, tras promediar 2,4% del PBI durante la gestión de MM. De esta forma, el déficit financiero de la administración de AF cierra aproximadamente 1 p.p. por encima (abajo) del mandato de MM (CFK).
En materia de deuda pública, la reestructuración de Martín Guzmán sólo logró alivianar el perfil de vencimientos en moneda dura y la carga de intereses, ya que no despejó la incertidumbre sobre su repago. De hecho, según el análisis de sostenibilidad del FMI, la deuda pública nacional sigue siendo “sostenible”, pero no con alta probabilidad.
Cerrar el déficit
Asimismo, en un escenario de gran represión financiera producto del cepo cambiario, el Tesoro pudo recomponer el mercado local de financiamiento, apuntalado por el BCRA (vía compras en el mercado secundario y la habilitación al sector financiero a integrar parte de los encajes con determinados títulos públicos), el financiamiento de corto plazo y la emisión de instrumentos indexados (a la inflación y/o el dólar oficial). Con un elevado stock de deuda pública, sin acceso al crédito externo y acotado financiamiento local, ambos candidatos coinciden en la necesidad de cerrar el déficit primario en 2024.
Por último, en el frente monetario el BCRA enfrenta una doble encrucijada: 1) acumuló una pesada carga de pasivos remunerados en pesos (el stock de Pases +Leliqs ronda 10% del PBI); y, i2) las reservas internacionales caen, mientras la deuda comercial con importadores trepa. La unificación del mercado cambiario a una cotización muy elevada ayudaría a licuar pasivos remunerados, a costa de un fogonazo inflacionario que nos pondría al borde de una hiperinflación. Pero si no hay una terapia de shock que licué los pasivos remunerados del BCRA, este no podría subir significativamente su tasa real de interés de referencia, porque generaría una dinámica insostenible de dichos pasivos remunerados.
En síntesis, la economía argentina enfrenta desequilibrios macroeconómicos significativos y su principal activo para 2024 sería la recuperación de las exportaciones netas. Pero, el tejido social esta deteriorado, la dirigencia cuestionada y hay mayor fragmentación política. Por ende, el próximo presidente electo tendrá que implementar una corrección económica que tienda a minimizar costos sociales y permita en un plazo acotado comenzar a ver señales de finalización de la crisis, pues la paciencia/tolerancia de la sociedad es escasa.
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